Harry Ransom Center: En las entrañas de la Cultura contemporánea
ABC visita la selecta herencia de 42 millones de manuscritos, cinco millones de fotografías y 100.000 obras de arte de los más grandes del siglo XX
Si el edificio apenas resalta, traspasar su puerta de cristal nos conduce a un mundo de silencio. A un laboratorio de relaciones humanas ambientado para que el estudioso bucee sin trabas en el apasionante proceso creativo de las mentes lúcidas. A un descomunal archivo repartido entre 42 millones de manuscritos, un millón de libros raros, cinco millones de fotografías y más de 100.000 obras de arte, en las que el cine está por delante del séptimo. Toda una herencia de valor incalculable legada por los grandes creadores contemporáneos.
Estamos en el Harry Ransom Center , un rincón único propiedad de la Universidad de Texas, en Austin, en el que también reposa ya la vida entera de Gabriel García Márquez , que es mucha vida. La adquisición de la colección personal del Nobel colombiano, memoria viva y huella escrita de los 87 años de un genio, ha devuelto la mirada al centro texano, que celebra sus adquisiciones como hazañas. No importa si es una biblioteca, un archivo o un museo, como casi nadie acierta a definir. Son los 125.000 visitantes anuales, entre expertos, profesores y estudiantes, los que dan sentido a «uno de los mejores centros de investigación de humanidades de Estados Unidos», en palabras de su director, Stephen Enniss. A juzgar por lo visto, se queda corto…
La noticia recorre la aldea global. Una institución de Texas, en Estados Unidos, ha adquirido por 2,2 millones de dólares (poco más de dos millones de euros) las diez versiones de la obra inédita «En agosto nos vemos», 43 álbumes de sus fotografías personales y familiares, un manuscrito de «Cien años de soledad» con anotaciones y galeradas de imprenta, las cartas personales y un larguísimo añadido de recuerdos y vivencias de Gabo. El Harry Ransom Center se encuentra estos días en el centro del mundo literario y cultural. Pero su responsable ejecutivo hace una mueca de sorpresa algo molesta. Como si no se valorase el incalculable valor del tesoro acumulado en décadas de esfuerzo. Como si se borrase de la memoria la única copia de la primera fotografía conocida, «Vista de la Ventana a Le Gras», tomada por el ingeniero francés Nicéphore Niépce en 1826. Como si desapareciese del recibidor del edificio, donde luce en exhibición orgullosa, la Biblia de Gutenberg , una de las 21 versiones completas que existen, cuya adquisición marcó la historia del centro. Aún recuerdan en Texas el día de 1978 que la afamada joya editorial fue mostrada como un trofeo por todas las bibliotecas del estado, en una suerte de gira triunfal, después de ganarle la puja a las instituciones más prestigiosas del país.
La historia del centro
La Universidad de Texas es pública. Se nutre en un 43% de fondos del estado. Empresas y particulares completan sus ingresos. Como gran parte del devenir de Texas, que hace hoy de Austin una ciudad rica y pujante, la historia del Harry Ransom Center está indisolublemente unida al oro negro. El hallazgo de petróleo en sus terrenos en los años 20 cambió la Universidad. Aunque no es hasta los 50 cuando aparece quien sabe darle provecho, un visionario llamado Harry Ransom. Su ambición y olfato, enterrados hasta entonces por una gris labor de administrativo, le llevan a fundar el Centro de Investigación de Humanidades, que impulsa con la adquisición de tres colecciones: las de Edward Alexander Parsons, Edward Hanley y Norman Bel Geddes. Hasta 1971 todo es expansión. Los archivos de D. H. Lawrence, Steinbeck y Evelyn Waugh catapultan a la institución, pero la adquisición de la Biblia, a cargo del director Tom Staley, en 1978, sitúa a la Universidad de Texas entre las elegidas.
Con idéntica satisfacción que su antecesor y el espíritu competitivo de un texano, Stephen Ennis se pregunta en voz alta por qué los hijos de Gabriel García Márquez contactaron con la Harry Ransom Center para hacerle una oferta exclusiva y ni llegaron a llamar a Princeton, Yale, Harvard, Stanford o Columbia. Una aspiración hecha realidad: ser albacea de los grandes escritores que dejan el mundo. Como los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Aunque, contraviniendo al poeta, el centro texano se empeña en que sus legados vivan y se interrelacionen. Con la mente puesta en el investigador, complementa colecciones, entrelaza autores, por cercanía literaria o por pertenecer a la misma generación: «García Márquez estuvo muy influenciado por Faulkner, y nosotros tenemos una magnífica colección de Faulkner». Enniss pone otro ejemplo: Julian Barnes y Ian McEwan, amigos y cuya herencia descansa en Texas. Porque el HRC ha pescado casi exclusivamente en la memoria de los autores de habla inglesa. Pero la colección de Gabo supone un «giro hacia Latinoamérica», confiesa.
Organismos vivos
La directora de adquisiciones del centro, Megan Barnard, nos explica entre largos pasillos de archivos que las colecciones son organismos vivos, que no se agotan y que hay que alimentarlos. Como va a hacer el Harry Ransom Center, que sigue a la caza y captura de toda huella tangible de García Márquez en el mundo.
No hay tregua para el Harry Ransom Center. Si llegar a la élite es difícil, mantenerse es reto superior. El director del centro reconoce que en el delicado y complejo mundo de las adquisiciones, donde «a veces estamos años trabajando y velando por la futura llegada de una colección», ahora mismo tienen «entre seis y ocho» entre ceja y ceja. Otra cosa es que suelte prenda. Y que tenga sitio. El centro somete a estudio interno estos días cómo ganar espacio a un edificio desbordado por tanta riqueza.
La atracción del HRC es tal que algunos están legando su memoria en vida. Como Robert de Niro . Cada vez que termina de rodar una película, el actor neoyorquino entrega al centro el guión personal con el que ha trabajado, siempre rebosante de anotaciones y giros, como comprobó este corresponsal.
El cine también brilla en los archivos texanos. La herencia personal de Gloria Swanson se queda minúscula en un almacén inagotable en el que también deslumbran Hitchcock , Paul Schrader y cada pequeño recuerdo de «Lo que el viento se llevó», como la silla que sentaba a Olivia de Havilland durante los rodajes.
Para quien hace del centro su biblioteca, el Harry Ransom Center dispone de la llamada Reading Room (Sala de Lectura). Con un previo registro, los estudiosos tienen el privilegio de consultar, de manera física o digital, todos aquellos manuscritos, libros o imágenes que quieran, así como hacer copia, con el debido permiso. Dado que el centro compra los contenidos pero no sus derechos de propiedad (copyright), que siguen en manos de las familias, el acceso por internet está restringido, salvo una pequeña muestra que luce en abierto.
Para el visitante que tiene la suerte de recorrer archivos y pasillos con una mano experta a su lado, visitar el Harry Ransom Center le conduce a un mundo cargado de ese realismo mágico que nos descubrió García Márquez. El que ahora nos transporta a las anotaciones y dibujos de «El Principito» , de Saint- Exupéry , o a la colección completa del gran mago Harry Houdini. O que nos hace las delicias de contemplar los papeles que marcaron la historia del periodismo, en los que garabateaban Bob Woodward y Carl Bernstein cuando estaban reventando la conspiración del edificio Watergate.