Gregorio Marañón: «El nuevo ministro de Cultura deberá tener el firme propósito de no empeorar las cosas»
El presidente de la Fundación Ortega-Marañón y del Teatro Real aboga por que Cultura sea tratada como un punto estratégico del Estado
Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Madrid, 1942) fue elegido presidente de la Fundación Ortega-Marañón el pasado 30 de septiembre. Llegó a una institución que «representa el espíritu liberal que encarnaron sus titulares, el liberalismo, entendido no como un concepto económico sino como una actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de una sociedad, tal como acertadamente lo define el Diccionario de la Real Academia Española. Por hacer una referencia histórica, ese es el espíritu que hizo posible la Transición y que hoy tanto echamos de menos». Gestor cultural y actual presidente del Teatro Real, sus inquietudes también se dirigen a la actualidad.
¿La reivindicación del espíritu liberal en una España que tiende a radicalizarse por ambos extremos tiene un sentido específico, no cree?
Creo que la defensa de la libertad y la tolerancia debe ser permanente en una democracia. Pero es evidente que vivimos una hora en la que España afronta problemas de extrema gravedad que requieren, además, el diálogo y el pacto de los partidos constitucionalistas.
¿Qué papel concede a la cultura en medio de la tormenta política actual? ¿Hay culturas irreconciliables entre nosotros?
La cultura democrática excluye a las que no lo son.
En este momento de negociaciones para formar Gobierno, ¿cree que Cultura será objeto de mercadeo?
La cartera de Cultura es estratégica, y estoy convencido de que así será tratada.
Los programas culturales del PSOE y Unidas Podemos tienen pocos puntos de intersección. Y una principal divergencia sobre el valor y el modelo de las instituciones culturales.
Las grandes instituciones culturales del Estado, como el Museo del Prado, el Reina Sofía, la Biblioteca Nacional o el Teatro Real, seguirán recibiendo la atención y el apoyo público que merecen... y necesitan. Pertenecen y sirven a todos los ciudadanos y tienen, además, una significativa proyección internacional.
¿Qué mentalidad necesitaría el nuevo ministro de Cultura para no empeorar las cosas?
Quien asuma la cartera de Cultura debe tener siempre el firme propósito no ya de no empeorar las cosas sino de mejorarlas.
Su nombramiento para la Fundación se centra en la excelencia académica y un mayor impacto en la sociedad. ¿Cómo piensa hacerlo?
La Fundación no ha dejado nunca de tener un excelente proyecto académico, en gran medida enmarcado en el ámbito de colaboración con la Universidad Complutense, pero también autónomo. Además, la Fundación ha sido siempre un lugar de encuentros, públicos o reservados, amparados en ese espíritu liberal que propicia el diálogo. En la nueva etapa vamos a potenciar, con renovada energía, estas dos líneas de actuación. También la Fundación ha mantenido una labor editorial en la que sobresale la «Revista de Occidente», que en 2023 celebrará su primer centenario. Y, finalmente, vamos también a propiciar estudios y actividades que ponen en valor el legado de las figuras de Ortega y Marañón.
¿Le da credibilidad a cada Gobierno que viene (desde hace una década o más) y afirma tener un proyecto de Ley de Mecenazgo, y luego no llega ni al Parlamento?
Al día siguiente de promulgarse la Ley de Mecenazgo los hábitos del mecenazgo privado en la cultura seguirán siendo los mismos, pero desde ese día empezarán a cambiar, involucrándose cada vez más y más, pues la cultura resulta siempre muy gratificante. La actividad del Teatro Real genera cada año ingresos a las arcas públicas superiores a las subvenciones públicas que recibe. Esta evidencia, muy desconocida, debería justificar un mayor apoyo público a las instituciones que socialmente resulten más eficientes.
La política no parece ayudar...
En el mundo político frecuentemente hay mucho ruido y poco diálogo. El diálogo, para que sea fecundo, y esto es una experiencia vivida en la Transición pero de puro sentido común, no puede hacerse utilizando los titulares de los medios para transmitir propuestas a los otros partidos. Requiere de unos espacios más sosegados y menos expuestos, más propicios al diálogo auténtico que a la gesticulación.
¿Hay alguna iniciativa cultural que podría a suavizar las tensiones políticas y territoriales de España?
Para mí, la cultura lo es todo, y en este sentido podemos también hablar de la necesidad de una cultura constitucional, que es la que fundamenta una democracia. Desde esta perspectiva, llevo años defendiendo la conveniencia de una reforma que actualice una Constitución aprobada hace más de cuarenta años, en circunstancias políticas muy distintas, y que, por ejemplo, determine un modelo cerrado de vertebración territorial. Una reforma constitucional restablecería la necesidad de los pactos políticos, requiriendo a los partidos constitucionalistas una visión de Estado, y generaría una renovada ilusión colectiva.
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