Galdós, un gacetillero prolífico
Con 19 años llegó a Madrid para estudiar Derecho, pero pronto comenzó a escribir en prensa, una actividad que mantuvo durante cinco décadas
El 9 de septiembre de 1862, Benito Pérez Galdós emprendió un viaje decisivo a Madrid. Con diecinueve años, dejaba atrás sus estudios de formación en las Islas Canarias para comenzar la carrera de Derecho, como deseaban sus padres. Él no estaba tan convencido… «Estuve algún tiempo atolondrado, sin saber qué dirección tomar, bastante desanimado y triste», reconocería en una entrevista. A su llegada a la Villa, descubrió una capital en plena ebullición política y cultural. Los periódicos canalizaban todos los debates y Galdós, dueño de una curiosidad insaciable, se entregó a la palabra impresa.
«A ellos debieron de llevarle alguno de sus contertulios canarios en el café Universal, como José Plácido Sansón , tinerfeño y director de la “Revista del Movimiento Intelectual de Europa”, publicación en la que colaboró Galdós– explica Carmen Menéndez-Onrubia , investigadora del CSIC–. También es posible que alguno de los ateneístas del viejo Ateneo de la calle de la Montera, al que acudía asiduamente. Madrid era entonces una ciudad pequeña y, moviéndose en determinados círculos, todo el mundo se conocía».
Desde su primera pensión en la calle de las Fuentes, entre Ópera y la Puerta del Sol, el autor de los «Episodios Nacionales» se esforzó en conocer los puntos neurálgicos de la ciudad: «En la Universidad me distinguí por los frecuentes novillos que hacía –escribió en “Memoria de un desmemoriado”–. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital».
Pilar García Pinacho , profesora de Historia del Periodismo en la Universidad CEU San Pablo, subraya que hasta la fecha constan hasta medio millar de artículos periodísticos firmados por Galdós, una cifra considerable si se tiene en cuenta que supone el doble de los que firmó Larra. De los setenta años que vivió, Galdós estuvo ligado durante cincuenta a los periódicos, trabajando en ellos, colaborando o incluso dirigiéndolos.
Ya en su etapa escolar, cuando estudiaba en el colegio de San Agustín, publicó unos versos en el «Diario de Cádiz» y retrató en un periódico manuscrito, «La Antorcha», lo que se discutía en las tertulias de Las Palmas. También colaboró con dos artículos en «El Ómnibus». En Madrid, señala García Pinacho, enseguida comenzó a publicar artículos firmados, es decir, sin cobrar. El periodismo era entonces un oficio por hacer –la RAE no incluyó el concepto de «prensa» hasta 1925– y, cuando se remuneraban, los artículos no iban identificados. Los artículos firmados se «pagaban» con prestigio.
A mediados del siglo la prensa experimentó un crecimiento espectacular, y su enorme influencia en la vida política española la consagró como uno de las instituciones más poderosas. Un buen número de ministros dieron el salto a la política desde el periodismo. En torno a 1900, se concentró en Madrid el mayor número de periódicos de su historia. Galdós fue un protagonista activo de esta transformación. En «La Nación» , cabecera de corte progresista, publicó más de 130 artículos firmados, y ya cobrando escribió para «Las Novedades» y en el semanario «Revista del Movimiento Intelectual de Europa» .
Tras la Revolución de 1968, explica la profesora García Pinacho, escribió crónicas de las sesiones parlamentarias en «Las Cortes» y, con la llegada de Amadeo I, pasó a dirigir «El Debate» , donde apoyó el gobierno tecnócrata que impulsó el rey italiano. También colaboró con «La Revista de España» , publicación que después dirigiría, y «La Ilustración de Madrid» . Sus trabajos periodísticos versaron sobre todo tipo de temas, resume Menéndez-Onrubia: «Desde sucesos políticos, hasta reseñas musicales, teatrales y literarias, temas de la realidad cotidiana o retratos de diferentes personajes importantes». También escribió crónicas desde fuera de Madrid, como corresponsal, e incluso algún germen de reportaje cuando viajaba.
Ser un gacetillero le ayudó en la recepción crítica de sus primeras novelas, que «fue muy buena porque las escribían sus amigos», indica García Pinacho. La influencia del periodismo se advierte en esa capacidad tan única con la que retrataba la realidad cotidiana en sus novelas: «Hacía cuadros de la realidad, tenía una gran capacidad cosmovisionaria». Y por supuesto publicó algunas de sus novelas en folletines de periódicos y revistas. Cuando se entregó a su labor de novelista, la actividad periodística de Galdós se volvió más testimonial. Escribía para «La Prensa» de Buenos Aires, que le pagaba generosamente, y muchos más diarios españolas. A saber: «Heraldo de Madrid», «El Liberal», «Gente Vieja», «Alma Española» …
Si cien años después de su muerte su lado periodístico no se conoce mejor es porque su colosal obra literaria lo ha dejado en un segundo plano y porque él, siempre tan discreto, tampoco hizo mucho por destacarlo. En sus últimos años de vida se refería a sus «trabajillos en periódicos y revistas» y «sus articulejos de política» como textos escritos bajo un «sueño cataléptico»; él se consideraba un autor de novela y de teatro. Además, el Galdós maduro, más comprometido con la vía progresista, prefería no recordar esa moderación que exhibió durante su juventud.