El flamenco hace cantera en Nueva York
No hay mejor manera de abrir este arte a nuevos públicos que inocular su pasión desde la infancia. El New York Flamenco Festival lo hace cada año con miles de niños

En esta época del año, los neoyorquinos todavía buscan refugio del viento que congela las avenidas de Manhattan en la moqueta de los teatros de Broadway o en las butacas desgastadas de los cines del Village. También en el calor de los espectáculos del New York Flamenco Festival , un ciclo que se ha consolidado por estas fechas, cuando el invierno da sus últimos coletazos.
«Yo no pensé que llegaría a tener esta repercusión, el que se mantenga un público fiel año tras año en un festival de flamenco en Nueva York ya de por sí es algo excepcional », explica su director, Miguel Marín, sobre un ciclo que acaba de firmar su decimoséptima edición en una ciudad que vive al dictado de la moda.
Pero nada mejor para asegurar esta consolidación del flamenco que inocular su pasión desde la infancia. En una de las citas más especiales del festival, 2.000 niños de colegios públicos de la ciudad abarrotaron el teatro New York City Center y gritaron «¡ole!» al compás de alegrías o tangos. Es una actuación con artistas que participan en el festival y que está dentro del programa «Young People Dance Series», una colaboración con el City Center y con el Departamento de Educación de Nueva York.
Es un proyecto educativo ambicioso, que no se circunscribe a que los niños –entre 8 y 12 años– asistan a un espectáculo flamenco, sino que se extiende durante meses. Se lleva a profesores de flamenco a los colegios, donde ofrecen dos o tres sesiones , y se imparten talleres a los docentes de cada centro, para aprovechar la disciplina artística como herramienta pedagógica. Los orígenes del flamenco se utilizan en la clase de historia, el ritmo de doce tiempos de algunos palos del flamenco –como la bulería o la soleá– son una excusa para una explicación de matemáticas y el aprendizaje de español se enriquece con vocabulario flamenco.
El colofón es el espectáculo en uno de los mejores teatros de danza de la ciudad, del que los niños salen electrizados y dando tacones. «He aprendido de dónde viene el baile flamenco y cuántas culturas diferentes están mezcladas en él», aseguraba antes de ver la actuación Eve Kul, de séptimo grado –12 años– de un colegio público del barrio de Queens. «Es un baile con mucha fuerza que requiere mucha autoestima y confianza en ti mismo», añadía Maryann Aamed, de su misma clase.
La verdadera medida del éxito de este programa educativo es que se repite cada año. El Departamento de Educación tiene la posibilidad de que los niños realicen la actividad con cualquier otra de las disciplinas de danza que se programan en el City Center –ballet, clásica, contemporánea–, pero desde hace doce años los colegios siempre han elegido el flamenco. Marín destaca el «efecto multiplicador» que suponen los niños en la apertura del flamenco a nuevos públicos y que es una de las razones de que se mantenga el interés por el festival en la ciudad. «Salen del espectáculo entusiasmados, se ponen a bailar cuando llegan a casa, se lo cuentan a sus padres y a sus hermanos», explica.
El festival se extendió desde el 9 de marzo hasta el sábado, cuando el grupo de flamenco jazz Ultra High Flamenco levantó de sus asientos al público de Joe’s Pub, en el East Village. Por aquí también pasaron la bailaora Olga Pericet o la cantaora Rocío Márquez, y valores emergentes como Patricia Guerrero o Jesús Carmona.
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