Fin de fiesta: la difícil situación de los trabajadores del ocio nocturno

La orden de cierre de los locales de la noche, cancelada en Madrid, asesta un duro golpe a un sector que da empleo a 200.000 personas

Sebastián Gamboa, pinchando en la fiesta Vintage de Lío Ibiza, que este verano no ha llegado a celebrarse
Bruno Pardo Porto

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A este verano raro, rarísimo, ya no le queda ni la noche. Las últimas medidas contra los rebrotes del coronavirus impiden ahora a los locales abrir más allá de la una de la mañana (a las doce ya no pueden aceptar clientes), lo que supone un duro golpe para este sector. Con la excepción de la Comunidad de Madrid, donde un juez ha anulado por un defecto de forma la orden de clausura, el silencio se ha extendido por todo el país. Silencio en las calles ruidosas, silencio en las terrazas y en los paseos marítimos. Y como en un fin de fiesta un nubarrón gris cubre la despedida. Tras el cierre del ocio nocturno muchos se vuelven a sus casas con los bolsillos más vacíos y la esperanza más gastada. También con la sensación de haber pagado el pato, de que han criminalizado su medio de vida. «Como si el virus solo saliese por la noche», repiten.

Para Ana (21) este era su segundo verano como camarera en Dux, en el puerto deportivo de Sanxenxo . De día trabaja de niñera, por la noche poniendo copas, y duerme cuando puede, que no es muy a menudo. Es la forma que tiene de pagarse los estudios de Relaciones Laborales y Recursos Humanos en Coruña, también la escuela de idiomas. «Cada día teníamos a la policía dentro del local, inspeccionando. Había gente con un metro midiendo el espacio entre las mesas, nos pasábamos repitiendo lo de la mascarilla toda la noche, y teníamos menos de la mitad del aforo. Para entrar era un show: medición de temperatura, limpieza de manos con el gel hidroalcohólico, recogida de datos por si pasaba algo... Lo fácil es echarle la culpa al ocio nocturno. Estamos un montón de gente en la calle sin ningún motivo», protesta.

Los trabajadores de Dux, en Sanxenxo

Según los datos de la patronal España de Noche, el sector factura de media 20.000 millones de euros al año y da empleo a más de 200.000 personas. Casi nada. Con esta nueva restricción se pone fin a la temporada de verano, que normalmente (en la vieja normalidad, se entiende) se extendía hasta la segunda semana de septiembre. «Al final es casi un mes perdido. Tomamos un montón de medidas y parece que no se valora», lamenta ctor (28), también de Dux, para quien este es un trabajo de verano que complementa su sueldo de entrenador de balonmano. «Tenía que firmar mi contrato de entrenador la semana pasada, pero aún nada porque no saben cuándo empezará la temporada. Ya tenía una estabilidad con los dos trabajos para tirar durante el año, pero hoy nadie te asegura nada», añade.

Las historias se repiten en diferentes ciudades. Lucía (21) llevaba un año en Ítaca, en Pontevedra , también para pagarse la universidad, y ahora tiene que volver a hacer malabares. «Del ERTE de la primera cuarentena no he recibido nada aún, y de este segundo parón no sé si voy conseguir algo. Además me tengo que ir a Orense por temas de estudios. Que eso es otro problema. Nos han informado muy tarde de nuestros horarios y las medidas de este curso. Si llego a saber cómo iban a ser las clases no cogería piso, porque solo tengo que ir dos días a la semana. Pero yo ya lo tengo mirado y alquilado desde junio... Más pérdidas», cuenta. Ángel (28), que es portero en el mismo local, asevera: «De un día para otro deciden que lo mejor es cerrar el ocio nocturno. Me parece injusto, nos están culpando. Entiendo que hay que tomar medidas, pero para todos».

Ángel y Lucía, en Ítaca Copas, en Pontevedra

Luismi (26), de El Cambalache de Santander , fue perdiendo cosas poco a poco. «Con la restricción de horario nos jodieron bastante. Bajó el consumo, redujeron personal, cobramos menos… Yo he llegado a cobrar unos 500 euros menos al mes. Ya me dirás quién puede vivir de ese modo. Esta es mi fuente de ingresos, con lo que me pago mi piso, mis cosas», subraya. De las nuevas restricciones dice que son «un poco absurdas», porque «se preocupan de cosas que no deberían. «Ni una de las terrazas de aquí guarda la distancia, las mesas están hasta arriba y no veo desinfección de ningún tipo. Nosotros tomábamos la temperatura, desinfectábamos las mesas por cada cliente», asevera. Con él, por cierto, trabajó Irais (21), pero solo durante dos semanas: las que pasaron desde que en la discoteca pidieron una relaciones públicas hasta que tuvieron que cerrar.

Desde Jaén habla Juanlu (42), propietario de la sala La Mecánica, que estaba luchando por recuperar un poco de normalidad: «Estuvimos dos meses cerrados por la cuarentena, cancelando los conciertos, reubicándolos en septiembre y octubre. En agosto solo he podido celebrar uno, al 30% de aforo, e iba a organizar otro el sábado pasado, pero ya fue imposible. Estoy todavía que no sé lo que voy a hacer. Como somos salas de concierto nos meten en el mismo saco que a las discotecas. Espero que el gobierno dé ayudas, porque si nos obliga a cerrar a todo el sector… Tengo que seguir pagando los gastos. Esto no se puede mantener solo». Y apostilla: «Quieren matar moscas a cañonazos. Deberían analizar cada caso, por provincias, por ciudades».

La organización de autónomos UPTA , por cierto, ya ha pedido un plan de rescate para los establecimientos de ocio nocturno. «En plena temporada de verano aparece esta prohibición y termina la actividad para miles de autónomos que tenían depositadas todas sus esperanzas en sobrevivir el resto del año con los beneficios que obtuvieran en los meses de verano», denuncian.

Verano en blanco

Fernando Calvo, en la sala El Sol Sara Navarro © Archivo El Sol

Hay locales, en cambio, que no han llegado a abrir en la nueva normalidad. La sala El Sol, de Madrid , es uno de ellos. La idea era reabrir en septiembre ya con algún concierto, pero no hay nada seguro, solo incertidumbre. «Muchos grupos se están echando para atrás, porque no ven claro lo de la fecha. Ya no hay expectativas de vuelta. Hay que pensar en positivo pero se ve negro», afirma Fernando Calvo (61), que lleva al frente de la seguridad de este lugar emblemático desde 1981. «Llevo sin trabajar desde mediados de marzo. No me ha pasado en la vida. Es algo que acaba afectando. Y en mi caso más o menos me puedo valer bien, pero muchos compañeros han tenido que replantearse las cosas, porque evidentemente los ERTE no te dan para vivir como vivías», comenta.

En Ibiza , capital del ocio nocturno, esta nueva medida no se ha notado tanto, porque las grandes salas no han llegado a abrir, y el panorama es nuevo y raro, como todo el verano. «Soy de aquí, y desde pequeño siempre he visto la noche. Este año es extraño, muy diferente, como que le falta algo», describe el DJ Sebastián Gamboa (45), creador de la fiesta Vintage, en Lío. Él ha tenido que reinventarse esta temporada, y ha impulsado un negocio de musicalización para espacios comerciales: exigencias de la nueva normalidad. «Al final es mi trabajo de los últimos 30 años, el de DJ, pero hecho a distancia», explica. ¿Y confía en que vuelva la noche? «Hasta hace un mes estábamos pensando en este año, ahora ya pensamos en el siguiente. Estábamos asimilando el perder un año y ahora rezamos para que no sean dos», remata.

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