El inolvidable encuentro en Málaga entre Mario Vargas Llosa y Mircea Cartarescu

Anoche dio inicio el I Festival Literario de América y Europa. El diálogo entre los prestigiosos escritores fue una de esas experiencias que, en el instante de vivirla, sabes que después las vas a estar recordando durante muchos años

Inauguración del I Festival Literario de América y Europa, con Mario Vargas Llosa y Mircea Cartarescu EFE
Rodrigo Blanco Calderón

Rodrigo Blanco Calderón

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Anoche dio inicio el I Festival Literario de América y Europa , organizado por la Cátedra Mario Vargas Llosa en los espacios del Centro Cultural La Térmica, en Málaga. «A siete días de la invasión rusa en Ucrania» como dijeron, palabras más, palabras menos, las distintas autoridades encargadas de los discursos protocolares de rigor en una ocasión tan importante como esa. Fue el marco inevitable de una velada inaugural que no dudaría en calificar de histórica.

A las seis de la tarde me tocó participar junto a Patricia Soley, José Carlos Llop y Alonso Cueto (este último de manera virtual) en una mesa cuyo tema no podía ser más adecuado: «Los refugios de la ficción». Como lo aclaró Raúl Tola , director de la Cátedra Vargas Llosa, la idea original había sido reflexionar sobre la literatura en tiempos de pandemia. Sin embargo, los últimos acontecimientos le otorgaron un sentido menos figurado al término «refugio». Esa primera actividad, de tono más bien introspectivo, sirvió de prueba de sonido para lo que constituyó el plato fuerte de la jornada y, me atrevería a adelantar, de todo el Festival: el diálogo entre Mario Vargas Llosa y Mircea Cartarescu . La conversación fue moderada por una experta en exilios, Mercedes Monmany , y tuvo lugar en el abarrotado auditorio Edgar Neville y fue una de esas experiencias que, en el instante de vivirla, sabes que después las vas a estar comentando y recordando durante muchos años.

En sintonía con La tía Julia y el escribidor, la divertidísima novela a la que este Festival de «escribidores» hace un guiño, Mario Vargas Llosa se dedicó a seducir por completo a la audiencia, la cual acompañó su intervención con un silencio expectante solo interrumpido en no pocas ocasiones por las carcajadas que le sacaba con anécdotas de la época de sus primeros libros. Específicamente, sobre las ridículas pretensiones estilísticas de la censura franquista, que el joven Vargas Llosa y el mítico editor Carlos Barral tuvieron que vadear con inteligencia y humor.

Por si fuera poco, Vargas Llosa pasó después prácticamente a entrevistar a su contertulio, el escritor rumano Mircea Cartarescu, quien también desgranó recuerdos e historias sobre el no menos absurdo comportamiento de los censores en la Rumania de Ceausescu. Censura que, por suerte, no tocó a las novelas de los autores del Boom, pues, como acotó Cartarescu, el traductor rumano de Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y compañía era también un funcionario influyente del aparato estatal que, cual un artista encubierto, no permitió que se modificara «su» trabajo.

El interés de Vargas Llosa no se limitó a la historia de Rumania sino que quiso ahondar en los hábitos de escritura de Cartarescu, quien contestó a esta pregunta con un respetuoso «señor Mario Vargas Llosa», para luego hacer una defensa de la inspiración como método de escritura; de la espontaneidad como brújula rota y confiable para avanzar en sus cuentos y novelas; de la no corrección de ni una sola palabra una vez que esta ha sido escrita. Cartarescu hablaba en su idioma materno, el rumano, que resonó como una música lejana pero familiar que el público fue descifrando intuitivamente, mientras la gran traductora Marian Ochoa de Eribe nos transmitía las expresiones exactas en un tono menor y perfecto, casi susurrante, a lo Bergerac.

Difícil pensar en dos escritores en apariencia tan distintos. Sin embargo, cualquiera que haya leído 'Solenoide', por nombrar uno de sus títulos más famosos, percibe claramente la influencia de Vargas Llosa en Cartarescu. Influjo que el propio autor invitado reivindicó haciendo gala de una ternura y una autenticidad que nos ganó por completo a quienes tuvimos la suerte de presenciar esta conversación entre dos de los más grandes escritores vivos.

Como lo señaló Vargas Llosa en sus palabras de apertura, la idea es consolidar este encuentro en el transcurso de los años venideros y hacer de Málaga el punto donde se crucen de nuevo los escritores y los lectores de América y Europa, tal como lo fue Barcelona en su momento. Si los contados déspotas que aún existen entre nosotros insisten en querer repetir las peores tragedias de la humanidad, no nos queda sino hacer otro tanto con sus horas más luminosas . Es lo que parecen afirmar los organizadores de este, desde ya, imprescindible festival.

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