Ferran Barenblit

Arnau Puig: sabio y risueño

Arnau Puig era un hombre sabio, en la máxima extensión de la palabra. Un filósofo lúcido que observó la vida y el arte desde el pensamiento, tanto a través de una erudición basada en el estudio, en el conocimiento inteligente y preciso, como a través de todas las experiencias que sumó durante su larga vida. Quizá por eso todo lo que hacía era inmenso, repleto de matices, de viajes de ida y vuelta a todas aquellas referencias imprescindibles para entender la realidad. Jamás renunció a la complejidad, siempre a la distancia correcta: lo suficientemente cerca para ser un agente comprometido del mundo del arte, y lo suficientemente alejado para mantener su propia perspectiva.

Su pasión y convicción desbordantes eran tan contagiosas como su risa. Quiso aprender siempre y así se mantuvo, en primera línea, pensando, estudiando, participando y sobre todo, haciendo. Estuvo detrás de casi todas las iniciativas que surgieron en Barcelona. Convivió con varias generaciones, tanto la de los que le precedieron como la suya (siempre se le recordará como un personaje central en Dau al Set ) y, sobre todo, la de los más jóvenes. Con todos los que seguimos el camino que él nos había marcado fue un generoso cómplice. Desde su rigor y conocimiento, alimentó con sus comentarios, sus textos críticos y, en definitiva, con todo su trabajo un mundo del arte que siempre le recordará.

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