Ferran Adrià: «Admiro a Picasso como artista, no como persona»

El chef se mide con el artista malagueño con motivode la muestra «La Cocina de Picasso», que puede verse hasta el 30 de septiembre en Barcelona. Arte y gastronomía frentea frente y en una conversación repleta de contradicciones

Ferran Adrià PEP DALMAU

Ana Luisa Islas

Las contradicciones están presentes en la vida de los artistas y los genios. La vida de Picasso estuvo llena de ellas. Fue un gran artista y, sin embargo, no puede decirse lo mismo de su desempeño como padre o esposo. Ferran Adrià no tiene hijos y poco conocemos de su vida en pareja, pero conversar con él es una contradicción en sí misma. Para empezar, no se trata de una conversación, sino de un monólogo en el que, si se tiene suerte, el cocinero permite alguna que otra intervención. Durante el soliloquio, él mismo puede describir algo y, acto seguido, contradecirse, sin caer en la cuenta. Al hacerle notar la situación, Adrià sigue adelante, como si nada. Acompaña su intervención con dibujos que garabatea en un papel y que pueden ser tan incomprensibles como su discurso. Es lo que tienen los genios.

Eso sí, para él, ni genio ni artista, aunque a nivel mundial se le reconozca como tal. En el caso de Picasso , su genialidad y naturaleza artística es innegable: basta con darse una vuelta por el museo que lleva su nombre en Barcelona y ver lo que hacía con la espina de un lenguado o con dos escurridores de pasta. En el caso de Adrià , que lleva más de diez exposiciones en distintos museos, el tema no está tan claro. Él insiste en llamarse creativo, pese a que al hacerlo utilice los mismos elementos que usa para describir a un artista; a Picasso , en este caso. «Alguien que abre caminos», apunta. «Lo que hacen los artistas y los creativos importantes es abrir camino, preguntarse qué es el arte; ya no crear obras de arte, sino preguntarse qué es el arte», añade después de varias idas y venidas. Al parecer, los caminos son importantes. «Admiro mucho de Picasso su profesionalidad, su búsqueda continua de que hay algo más, esta obsesión que tenía de reinventarse. Nosotros en El Bulli teníamos una continua búsqueda», comenta.

Con todo, e incluso cuando parece que el chef se presta a la comparación, a Adrià este tema le cansa. Y, sin embargo, siempre le toca hablar de él, en especial cuando tiene que presentar una nueva exposición. Los artistas también se cansan de hablar de ello. ¿Qué pensaría Picasso si viera su lista de la compra en un museo? Seguramente, se daría media vuelta. El debate de qué es arte y qué debe estar (o no) en un museo no es nuevo. Y aquí Adrià no se corta. «Si soy artista o no, ¿qué diferencia hay? ¿Cuál es el concepto de artista? ¿Qué hace a alguien un artista? En el mundo de la restauración, la mayoría de la gente lo que hace es montar una empresa, aunque sea pequeñita, para ganar dinero, y después puede tener o no un componente artístico. Un artista de verdad quiere expresarse», continúa. « Steve Jobs fue un artistazo. La gente dirá que no lo fue porque tenía una empresa, pero, ¿y los caminos que abrió? Para mí, un artista de verdad es el que abre caminos», sigue. ¿En qué quedamos?

«Yo soy creativo, en El Bulli éramos creativos. Hacíamos vanguardia, que es un nivel superior, no me escondo. Pero de ahí a llamarlo arte», puntualiza. ¡Ahora! «Lo importante no es si hacíamos arte o no, sino qué podemos aprender de la cocina en el mundo del arte y del mundo del arte en la cocina. En el mundo hay poquísimas personas que sepan quiénes son Richard Hamilton y Michel Bras, poquísimas. Casi no hay cocineros que sepan, aunque sea un poco, de arte», subraya.

Paradojas culinarias

Si Adrià es prolijo en contradicciones, el arte también tiene lo suyo. Para muestra, basta observar los bodegones y lienzos de Picasso , pintando langostas en épocas de penurias. Si tenemos en cuenta que las langostas no tenían el valor que tienen ahora, el tema cambia. Otra paradoja culinaria es que gracias a «la mili» Ferran Adrià llegó al Bulli. «Si no hubiera estado en la cocina de Capitanía General, no estaríamos hoy aquí», sentencia. Mucha de la vanguardia tecnológica surge de la investigación militar. Al parecer, la vanguardia culinaria también. «Ojalá no fuera así», dice. Pero así fue. Picasso, por su parte, eludió el servicio militar en 1902 gracias al pago de 2.000 pesetas.

La discordancia no termina ahí. Hay que tener en cuenta que tanto el arte como la gastronomía hacen disfrutar a quienes las consumen, pero no necesariamente a quienes las producen. En los establecimientos de primer nivel, para Adrià, la gente que entra a trabajar, «va a morir, porque solo estará ahí tres meses de su vida». «Nosotros en El Bulli éramos muy serios, la exigencia era brutal, pero nunca sobrepasábamos el límite», profundiza. «Todos trabajábamos de 15 a 16 horas», apunta. La explotación en la hostelería «es un problema de la sociedad, no seamos hipócritas. Sentarse en una mesa y que te traigan una copa, es de millonario, es un lujo que no valoramos», agrega. Quizás por deformación profesional no duda en resaltar el trabajo arduo de Picasso . «Admiro sobre todo esa imagen de seriedad; es aproximada a lo que yo pienso, de ser serio a la hora de trabajar».

Además de descansar lo justo, ambos han tenido a lo largo de su carrera una obsesión interesante por catalogar su proceso, como bien se puede ver en la muestra. Picasso fechaba sus obras, con día, mes y año, para que no hubiera duda de cuándo y en qué contexto fue pintada, así como de su evolución. Adrià , por su parte, ha sido «un obseso» con su proceso creativo. «El contexto es muy importante en el sistema que lleva de una idea hasta un resultado. Es la parte oscura, los detalles sobre cómo se ha hecho algo, dónde fue comprado el material... El proceso creativo no se puede entender. O te pones en su cabeza o no se entiende», explica.

«Puedo vivir 50 años más»

Como artista, Picasso iluminó al mundo entero con su obra, pero en su casa no siempre reinó la luz. «Lo admiro mucho como profesional, no como persona. Como persona me da igual, ni me planteo si tuvo una o dieciocho mujeres», dice. Los abusos íntimos del pintor no dejan de destaparse. La muestra «Gloria Picasso», presentada el año pasado en París, rozó el tema. Poco se habla también de abusos sexuales en la gastronomía española. «No he visto nada de esto», puntualiza Adrià. «En España no hemos visto ningún caso. Ahora, con las redes sociales, veo difícil (que no se sepa); lo de Estados Unidos ha sido demoledor», puntualiza. «Puede pasar, pero no lo he visto», matiza.

Adrià se define como pragmático. Para él, los problemas no lo son hasta que tocan la salud de algún ser querido. «No acepto otros problemas. Si tengo un conflicto, que tengo cada día, lo ventilo rápido», agrega. Si los dilemas no le duran, ¿cuánto le duran las buenas botellas de vino en casa? «Depende, si es un Lafite del 53, igual más tiempo, aunque he aprendido también a bebérmelo, hay que disfrutar de la vida. Tengo 56 años y aún puedo vivir 50 más», fantasea. Picasso murió a los 91, pero, según su lista de la compra, poco vino y mucha agua mineral. «Yo no me quiero morir», dice Adrià. Quizás lo logre. Picasso sigue vivo, entre otras cosas, gracias a esa lista.

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