Un feliz confinamiento entre libros en la Biblioteca Nacional
La reapertura de la institución, con estrictas medidas de seguridad sanitarias, ha permitido a muchos retomar sus trabajos académicos tras varios meses de parón por pandemia
![Dos investigadores trabajan en el Salón General de la Biblioteca Nacional de España tras su reapertura](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/06/13/bne-2-kw8B--1248x698@abc.jpg)
Al otro lado de la mascarilla, Elizabeth Wright sonríe. Se le nota en la comisura de los ojos, agigantados por sus gafas redondas de montura transparente. No tendría que estar aquí, pero es lo que hay: la vida ha decidido ir por libre y descolocar a todo el mundo. Ella llegó a Madrid el once de marzo, ya saben, tres días antes del estado de alarma y del catenaccio nacional. Venía para semana y media y aquí sigue, tan lejos de la Universidad de Georgia (EE.UU.), donde da clase, y sin haber podido hacer su trabajo en todo ese tiempo. Pero sonríe: «La Biblioteca Nacional es mi casa en España».
![Elizabeth Wright, en la BNE](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/06/13/elizabeth-k1RG--220x220@abc.jpg)
«Este es un sitio excepcional. Aquí he encontrado a amigos, colegas que me han ayudado en mi carrera, que siempre han sido un gran apoyo. Yo he trabajado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que también es un sitio bonito, pero aquí la calidad del personal… El trato es digno de loar, y lo que han hecho para poder reabrir también. Me quedaré aquí hasta agosto», afirma antes de desaparecer entre el mar de páginas de la «Crónica de la conquista de Guinea» que escribió Gomes Eanes de Zurara allá por el siglo XV.
El Salón General de la BNE está raro, aunque al menos está abierto (desde el martes, para ser precisos). Las paredes, forradas de libros, lucen ahora cintas blancas y rojas en forma de equis. Parece que en esas estanterías guardan las obras prohibidas, esas que esconden un conocimiento demasiado poderoso, peligroso. La realidad, en cambio, no es tan interesante como inquietante: se mira, pero no se toca, que el bicho, que es invisible, como las ideas, puede acechar en cualquier esquina.
Hay unas veinte personas sentadas a una distancia de seguridad que más bien parece un abismo, porque la estancia es grande y hay espacio de sobra para el aislamiento nuestro de cada día. Todas llevan mascarilla , como si manipularan material delicado. El nuevo protocolo exige que los investigadores pidan anticipadamente los títulos que van a consultar por internet, así que en esta nueva normalidad se forman colas dentro de la sala, metro y medio mediante entre curioso y curioso, para recoger el material.
Qi Wang espera su turno. Lleva tres meses sin tocar la edición de las obras completas de Chaves Nogales que guardan aquí, y que son indispensables para su tesis doctoral. «Es una figura que me interesa mucho por su visión de la Guerra Civil, y porque su literatura se relaciona mucho con el periodismo. Y este libro es casi imposible encontrarlo en el mercado», explica. Delante de ella, Caroline Enloe , de la Universidad de Duke (EE.UU.), recibe varias revistas femeninas del franquismo para su investigación. «Estaba escribiendo en casa, pero esto son obras que no están digitalizadas. Estaba estancada. Vengo mucho aquí. Estamos encantados de estar de vuelta», comenta.
En la sala también se encuentran Virginia Gil , que está preparándose unas oposiciones de bibliotecas; José María Sánchez , que lamenta que no puede hacer fotocopias todavía; Mario Amorós , que está escribiendo una biografía sobre La Pasionaria, y Javier , que quiere leer sobre Hernán Cortés para un artículo de su blog. Hay muchos otros, pero no levantan la vista de sus libros.
A unos pasos de allí (unos cuantos), en la Sala Cervantes, donde la BNE custodia los libros anteriores a 1958, está María rellenando los huecos en blanco (por pandemia) de su tesis doctoral. Es sobre Lope de Vega y los Reyes Católicos, y del Siglo de Oro hay mucho sin digitalizar que necesitaba consultar aquí. «El servicio es perfecto. Llegas y lo tienes todo en la mesa, no pierdes tiempo pidiendo solicitudes… La mascarilla, horrible, porque se me empañan las gafas todo el rato», dice mientras se las quita.
![Alejandra Osorio, en la Sala Cervantes de la BNE](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2020/06/13/alejandra-osorio-k1RG--510x349@abc.jpg)
En la mesa de enfrente está Alejandra Osorio , que ríe con ese deje de los que han visto que todos sus esquemas han saltado por los aires y que, con resignación, aceptan las cosas como vienen. «Llegué a Madrid el nueve de marzo, y ese fin de semana se paró todo. He estado parada tres meses, sin hacer mucho», lamenta. Ella es profesora en el Wellesley College de Boston, y había cogido un avión en su año sabático para terminar aquí su libro sobre el imperio español de Carlos V, pero... «Es un cambio bastante fuerte. Solo podemos estar cuatro horas cada día en la biblioteca. No voy a poder terminar el libro, lo que voy a hacer ahora es pedir copias digitales y esperar un milagro. En julio regreso a Estados Unidos, porque entro como jefa de departamento».
Antes de todo esto, a las diez en punto de la mañana del miércoles, los visitantes ya estaban en fila a las puertas de la institución, en la escalinata. Con sus carpetas en mano, como en el primer día de clase, pasando controles más estrictos y lentos, nuevos, como tantas cosas últimamente. No es lo mismo que antes, qué duda cabe, pero es rutina , que es uno de los nombres del hogar.