Espinacas, mamporros y Gran Depresión: Popeye cumple 90 años luchando contra los malos
El personaje creado por E. C. Segar debutó en una tira cómica estadounidense el 17 de enero de 1929, en plena crisis económica y sigue tan en forma como entonces
Las espinacas no son -seamos sinceros- la comida más popular del mundo. Pero incluso sus detractores más acérrimos saben que nos proporcionarán una fuerza sobrehumana que nos permitirá derrotar a todos los matones. En realidad, esto no es una afirmación muy científica: aunque es verdad lo que nos decían nuestros padres de que las espinacas tienen mucho hierro, sus beneficios se han exagerado bastante. Pero, por una vez, no le haremos mucho caso a la ciencia y nos quedaremos con lo que Popeye el marino lleva enseñándonos 90 años, desde que E. C. Segar le dibujó por primera vez el 17 de enero de 1929 , convirtiéndole en la estrella de su tira cómica Thimble Theatre .
De hecho, todo eso tampoco es completamente exacto. Por ejemplo, Popeye empezó siendo un personaje secundario. Thimble Theatre llevaba publicándose ya diez años (desde el 19 de diciembre de 1919) y su protagonista era un buscavidas llamado Ham Gravy ; en la historia de enero de 1929, él y su amigo Castor Oyl (hermano de la novia de Ham, Olive Oyl, más conocida por estos pagos como Olivia ) querían ir a apostar a un casino en una isla y para llevarlos hasta allí contrataban a un marino tuerto, de prominentes brazos y mandíbula y que fumaba en pipa. Este les acabaría salvando de varios malhechores, conquistaría al público, se quedaría con la chica y relegaría al olvido a Ham Gravy. Y todo ello sin necesidad de espinacas: en esa primera aventura Popeye era casi indestructible por sí mismo y ganaba su excepcional fuerza frotando las plumas de la cabeza de una «gallina de la suerte» que Ham y Castor llevaban al casino. Segar no empezó a usar el recurso de la espinaca hasta unos meses más adelante (quizá porque andar por ahí acarreando una gallinácea parece un tanto inconveniente) y tan sólo de forma esporádica, ya que Popeye era un tipo duro que podía salir de los apuros con sus propios recursos.
Como le sucedió a Superman con el vuelo y la kriptonita, las espinacas no se convertirían en algo consustancial a Popeye hasta que fue adaptado a otro medio. En su caso, a los cortos de animación para cine que empezaron a realizar en 1933 los hermanos Fleischer . Curiosamente, en el cine Popeye también empezó como secundario, en un corto de la gran estrella de los Estudios Fleischer: Betty Boop . Pero la gran Betty apenas aparecía un minuto para servir de gancho hacia los espectadores y Popeye el marino era la estrella indiscutible del corto, al que incluso daba título. Sería el primero de los más de doscientos que protagonizaría para el cine, entre ese año y 1957, creados por los Estudios Fleischer y sus sucesores Famous Studios. Fue la etapa dorada del personaje, tanto en la pantalla como en las viñetas, donde seguiría apareciendo en una tira de prensa que ya llevaba su nombre, aunque pronto bajo la pluma de nuevos autores, ya que E. C. Segar falleció en 1938 (con tan solo 43 años).
En esta época irían apareciendo y consolidándose las características que definen al personaje: su glotón y sablista amigo Pilón, el bebé Cocoliso, su enemiga la Bruja del Mar , el volátil carácter de Olivia y la presencia de Bluto como su némesis. Esto fue otra cosa que surgió de los cortos de animación, ya que en los tebeos Bluto no era más que uno de muchos enemigos episódicos; pero la casualidad de que fuese el malo de las tiras que se estaban publicando cuando se empezaron a preparar los primeros cortos y su físico rotundo -que contrastaba perfectamente con el de Olivia, con Popeye como un término medio- hicieron que fuese el elegido para ser el antagonista en la gran pantalla. Los cortos de los Fleischer también marcaron el formato que más se asocia con las aventuras de Popeye: historias autoconclusivas (frente a las más largas y complejas que seguían apareciendo en los tebeos) en las que Popeye y Bluto se peleaban por Olivia, con una gran trifulca que acababa cuando el marino sacaba su bote de espinacas y hacía volar de un puñetazo al matón. Pero los Fleischer también sabían jugar con ese formato: en ocasiones, Popeye ni siquiera necesitaba usar las espinacas; Bluto y él a veces eran buenos amigos, al menos hasta que aparecía Olivia; en un corto, Popeye hacía que su rival se tragase sus espinacas, para asegurarse una buena paliza que le mandase al hospital… donde su chica estaba como enfermera; en otro, viajaba a África a rescatar a un Bluto perdido en la selva; también -durante la Segunda Guerra Mundial- se enfrentaron juntos a nazis y japoneses. Popeye también tuvo aventuras en otras épocas históricas, como los tres mediometrajes en color (1936-1939) en los que se encuentra con Simbad, Alí Babá y Aladino , que están considerados entre las grandes obras maestras de la Edad de Oro de la animación.
De ahí en adelante, Popeye continuaría navegando. En los tebeos, con guion y dibujo durante muchos años (entre 1959 y 1986) de Bud Sagendorf, que había sido ayudante de Segar. En animación, con varias series de dibujos para la televisión, irregulares en calidad. Su popularidad descendió levemente, pero siguió siendo alta, gracias en parte a que -al contrario de lo que pasó con otros personajes de la época- casi todos sus cortos clásicos para cine se conservaron íntegros y siguieron emitiéndose.
En 1980, Popeye tuvo lo que pudo ser su gran ocasión y fue su gran fracaso: una comedia musical producida para Disney por el «chico de oro» de Hollywood, Robert Evans , y dirigida por Robert Altman . Sus protagonistas fueron Robin Williams -que debutaba como protagonista en el cine, pero tenía ya una gran fama por su serie de televisión Mork & Mindy- y Shelley Duvall, una actriz tan perfecta para el papel que «Olive Oyl» era su apodo cuando iba al instituto. Para dar una idea de la magnitud (y de la locura) del proyecto, para la banda sonora -que acabó realizando Harry Nilsson- se barajaron nombres tan desconcertantes como John Lennon o Leonard Cohen. La idea de Paramount y Disney es que fuese la siguiente gran adaptación de cómic a cine tras Superman. Finalmente, la película no lo hizo muy mal en taquilla (costó alrededor de 20 millones de dólares y recaudó 60 globalmente), pero no le gustó a nadie: los críticos la masacraron, Robert Evans siempre se arrepintió de hacerla, Robin Williams la consideraba una de sus peores películas y el guionista -Jules Feiffer- sólo ha escrito dos películas más para el cine: una en 1989 y otra en 2017.
Tras ello, Popeye nunca ha terminado de recuperarse del batacazo. Ha protagonizado alguna serie de animación más en televisión, videojuegos, una película en CGI que apareció directamente en vídeo y una serie de dibujos para YouTube estrenada el mes pasado, pero otros proyectos han quedado en el olvido. Un largometraje del que se había hablado los últimos años y que iba a estar bajo la batuta del gran animador Genndy Tartakovsky (El laboratorio de Dexter, Las Supernenas, Hotel Transilvania) parece haberse perdido definitivamente en el limbo de los proyectos abandonados. Pero a menos que todas las espinacas del mundo desaparezcan a causa de un malvado plan de Bluto -o del calentamiento global- seguiremos acordándonos de Popeye el marino y él volverá a aparecer en las pantallas o en las viñetas, cantando como siempre: «Popeye el marino soy…».