Erotismo en la colegiata

Hay en los muros de San Pedro de Cervatos, en Cantabria, numerosas representaciones de carácter sexual que contradicen los estereotipos de la moral cristiana

Pedro García Cuartango

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El sexo es un pecado en la tradición judeocristiana que impregna la religión y la cultura en nuestro país desde tiempos de la Reconquista. Por ello, la colegiata de San Pedro de Cervatos en Cantabria desafía esa concepción al mostrarnos en sus muros un vasto repertorio de escenas eróticas, que podría ser consideradas pornográficas por las mentalidades más conservadoras.

Hombres exhibiendo sus falos, mujeres menstruantes que muestran sus órganos genitales, parejas copulando, desnudos con máscaras animales y otras representaciones sexuales proliferan en los bajorrelieves, los canecillos y los motivos ornamentales de este templo, edificado en el siglo XII sobre una antigua ermita románica. Está enclavado en Cervatos, a unos pocos kilómetros de Reinosa , en la comarca de Campoo .

Hay muy poca información sobre los orígenes de esta iglesia, que al parecer ocupa el lugar de un antiguo monasterio construido en 999 por el conde Sancho García, que poesía un territorio que incluía el norte de las provincias de Burgos y Palencia. Probablemente, el conde pretendía atraer población a esas tierras recristianizadas. Lo que sí se sabe con certeza es que la iglesia fue abandonada en el transcurso del siglo XIV, ya que se conserva un códice en el que se afirma que el lugar permanece ‘yermo’ con tan sólo dos varones y unas viudas del pueblo que se ocupan de ahuyentar a los ladrones.

El templo conserva todavía su estructura original con su portada románica, una sola nave y el ábside. En la fachada podemos contemplar temas bíblicos que van desde Adán y Eva a la evocación de figuras como san Miguel arcángel o el profeta Daniel junto a los leones. Hay también motivos vegetales decorativos, de inspiración oriental, que resaltan la belleza de la edificación.

No pasa desapercibida una inscripción en la portada que parece indicar la fecha de la nueva construcción: «facta era MCLXII aprilis», o sea, acabada en abril de 1162. Y al lado otro grabado en la piedra deja constancia de que la iglesia fue consagrada a san Pedro por el obispo Marino, titular de la diócesis de Burgos.

Pero lo que hace insólito este lugar e incita al viajero a desplazarse al aislado paraje son el centenar de canecillos que ilustran sus muros. Aunque algunos fueron destruidos, todos los que se conservan datan del siglo XII, lo que aumenta el misterio sobre su significado.

Las figuras de contenido sexual bien podrían ser interpretadas por el hombre contemporáneo como un tratado sobre el erotismo, incluyendo la representación de partos, alusiones a la masturbación y una mujer con las piernas sobre su cabeza que exhibe sin pudor su desproporcionado sexo.

Hay también figuras de monstruos malignos que devoran a los hombres, bestias cornudas, saltimbanquis, músicos, artesanos de pócimas mágicas, personajes enmascarados y bolas cubiertas con hojas que algunos han identificado con una representación del mundo.

En los capiteles de los arcos de dos ventanas, se pueden apreciar motivos que aluden al camino hacia la salvación o, mejor dicho, a la morada celestial que aguarda a los cristianos. Esto contrasta con esa visión descarnada del sexo, que podría ser interpretada como un aviso de las consecuencias de los pecados carnales.

Hay estudiosos que consideran que esta concepción es demasiado simplista porque no explica la profusión de escenas sexuales y la obsesión de los constructores por esa estética de lo escatológico. Juan G. Atienza , divulgador de estos temas, apuntaba a que hay un sentido oculto en las figuras de San Pedro de Cervatos, que podrían tener un sentido iniciático.

«No basta con mirar o admirar. Urge ver más allá de los sentidos y de los siglos de dependencia religiosa que nos impiden vislumbrar lo que hay detrás de la ortodoxia», escribe Atienza en su ‘Guía de los recintos sagrados españoles’. El autor evoca también los paralelismos con la imaginería tántrica, donde el sexo tiene una presencia primordial.

Lo que es cierto es que, sin caer en ningún tipo de especulación, resulta chocante esa profusión de motivos sexuales en un templo levantado para exaltar la gloria de Dios y de la Creación. Hay que viajar a Cervatos, con una población de menos de 50 habitantes, para disfrutar de esta joya del románico que podría obligarnos a cuestionar algunos de los estereotipos imperantes sobre la Edad Media.

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