César Antonio Molina
Enciclopedia viva
Umberto Eco es uno de los grandes intelectuales de la alta cultura -una excepción- que tuvo la suerte de estar siempre de moda, de ser conocido y de ser leído. Yo lo hacía desde muy joven y a finales de los años noventa, cuando dirigía el Círculo de Bellas Artes, le escribí, con la complicidad de Jorge Lozano, invitándole a venir a Madrid para recibir la Medalla de Oro de la Institución. Me contestó que ese año no podía acudir, pero que le escribiera al año siguiente. Mantuve correspondencia con él durante seis años; en ninguno podía venir, pero me pedía que le escribiera al siguiente año. En esas cartas -que conservo como una joya- me explicaba el mucho trabajo que tenía y que era la causa por la que no podía venir. Durante este intervalo lo vi en la Academia Española en Roma y en Milán, donde él vivía, y siempre me insistía en que no me olvidara de escribirle para ver si algún año podía venir a Madrid. Dejé el Círculo de Bellas Artes y me fui al Instituto Cervantes, y pasaron varios años hasta que pudo recibir la Medalla de Oro, en un acto al que, por desgracia, no pude asistir al no estar en Madrid.
De entre los grandes como Umberto Eco he conocido a George Steiner, a Harold Bloom, a Claudio Magris... Eco tenía la sabiduría de todos ellos, pero los aventaja por su ironía, su buen humor, su amabilidad y su cordialidad.
El siglo XX, y especialmente su segunda mitad, no pueden entenderse sin Umberto Eco, porque en realidad esa segunda mitad de siglo es el propio Umberto Eco. Habló de todas las materias, fue un gran lector y meditó sobre los laberintos de la vida y de la muerte. Tuvo además una dedicación importante a algunos de los grandes autores, clásicos y contemporáneos, en lengua española: fue un gran conocedor de Cervantes y nuestro siglo de Oro, y tuvo en Jorge Luis Borges a uno de sus grandes maestros e inspiradores. Umberto Eco fue quien puso en pie muchas de las «Ficciones» de Borges; creíamos que sus historias y reatos eran pura ficción, pero Eco nos demostró que en muchos de ellos había más realidad que ficción.
No soy capaz de entender cómo una sola persona puede haber leído tanto, tan bien, en tantas lenguas, prácticamente todos los géneros literarios y científicos, y haberlo interpretado todo extraordinariamente; además de haber sido un gran creador con algunas de las novelas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Lo que echo en falta es que no escribiera sobre su metodología de trabajo.
Hay una demostración de la importancia de Umberto Eco en la cultura contemporánea: no hay libro, sobre todo de ensayo, de pensamiento, de filosofía y de teoría literaria, en cuyo índice no esté citado o haya referencias a él. No hay libro que se precie que no le cite, y muy pocos autores lo consiguen.
La muerte de Eco significa la desaparición de toda una enciclopedia viva difícilmente restituible, porque quizás en nuestro avanzado mundo del siglo XXI, este tipo de personalidad, y ojala me equivoque, pocas veces se volverá a dar. Umberto Eco es uno de los máximos referentes de la alta cultura, de la alta sabiduría, del alto pensamiento, que no fue devorado por la nuevas tecnologías, que no le gustaban nada. Porque él siempre se valió solo, sin mas apoyo que los propios libros.