Emilio García-Ruiz, director del 'San Francisco Chronicle': «La promesa de internet ha sido un fraude»

—Internet ha facilitado un acceso sencillo y universal a la información y al mismo tiempo ha permitido las mayores campañas de manipulación masiva. Ha sucedido en el Reino Unido, en Estados Unidos, en Colombia, ahora en Rusia…

—La promesa de internet ha sido un fraude. Creíamos que la verdad sería como un río. Que la gran difusión de noticias libres, basadas en la verdad de los hechos, lograría un entendimiento común en todo el mundo. Lo que nadie vio es que los malos, los villanos, podrían dominar internet con sus campañas de desinformación. Es lo que ha pasado ejemplo tras ejemplo. Se puede manipular una campaña política usando las mismas tácticas que usaba Hitler en Alemania. La propaganda siempre ha existido. Lo nuevo es que ahora puede ser más impactante, que es más fácil hacerla y que es gratis. No hay precio de entrada. Si tus intenciones son malas puedes hacer un daño increíble.

—Las plataformas como Google o Facebook no sólo no han frenado estas informaciones falsas, sino que han potenciado su difusión.

—Han creado un comercio basado en escala y las tácticas para alcanzar más escala favorecen a la propaganda. Se repite una mentira muchas veces y hay gente que prefiere creer esa mentira que asumir la verdad. Surge el concepto de 'posverdad'. Esa idea de que puede haber otra verdad alternativa. Pero solo está la verdad y la mentira, creada por gente que sabe cómo manipular las redes sociales para ganar poder.

—¿La naturaleza de las redes sociales, basadas en algoritmos que dan carácter viral a los contenidos polémicos, potencia un sistema perverso?

—Esto lo sabemos los periodistas, ¿verdad? ¿Qué hace que reaccionen los lectores? Algo que les toque una pasión. Pero no todos los días tienes noticias tan apasionantes y, en cambio, las plataformas necesitan millones de reacciones. La forma de conseguirlo de manera fácil es con contenidos basados en la mentira y la manipulación, muy útil para crear reacciones. Facebook necesita 'likes'. Necesita que la gente consuma e invite a sus amigos a consumir. Así es como se viralizan las informaciones más polémicas. Y también los vídeos de perros bonitos.

—Dirige una cabecera prestigiosa y centenaria. ¿Cómo es su relación con las plataformas?

—No hay forma de comunicar en 2022 sin usar las plataformas, tan poderosas... Las necesitamos para amplificar nuestro periodismo, pero estamos en guerra. Es una relación con lo que llamamos en Estados Unidos un 'frienemy' combinación de las palabras inglesas 'friend' y 'enemy'). Un amigo que es enemigo. Podemos llegar a acuerdos ventajosos para ambas partes sabiendo que en otros aspectos, como la venta de anuncios, nos quieren hacer mucho daño. Hay una parte de Google que parece que le interesa ayudarme y otra que quiere eliminarme. Necesito tener relaciones diferentes con ambas. Es mejor tenerlas cerca.

—La victoria electoral de Donald Trump, que hizo campaña contra los medios de comunicación, fue una gran sorpresa. ¿Cómo lo sintió?

—Fue un momento muy duro. Estaba en 'The Washington Post' y habíamos publicado varias investigaciones escandalosas, entre ellas las famosas grabaciones que reflejaban un trato tan denigrante a las mujeres. Creíamos que nadie iba a votar para presidente a alguien con ese mal comportamiento. Y no. Hay muchos textos sobre este tema. Porque el fascismo empieza con atacar a la prensa. Tienen que convencer a la gente de que la prensa está mintiendo.

—¿La presidencia de Trump fue buena o mala para el periodismo?

-Sus continuos ataques a la prensa causaron un gran daño. Trump lanzó un ataque tan fuerte contra nosotros que la dinámica cambió totalmente. No estábamos preparados.

—A 'The Washington Post' no le fue mal con Trump.

—Absolutamente. Hubo un gran crecimiento en audiencia, en suscripciones y en ingresos durante su presidencia. Las noticias que generaba captaron mucha audiencia y, es verdad, mejoraron la situación económica de algunos periódicos. Pero el daño general a la prensa fue mucho mayor.

—Usted suele decir que todo empezó con Bill Clinton.

—La mentira siempre ha sido parte de la política. Pero para mí lo que hizo Clinton durante su declaración en el escándalo de Monica Lewinsky cambió las reglas. Se defendió cuestionando el significado de las palabras clave y dio a entender así que podía haber diferentes ideas de verdad.

—¿Cómo vivió el asalto al Capitolio?

—Nadie se lo creía al principio. Lo que estábamos viendo era imposible. ¿Era una demostración? ¿Una protesta? En la redacción del 'San Francisco Chronicle' rápidamente entendimos que era una insurrección. Un intento de quitar el gobierno electo por parte del bando perdedor.

—¿Es el nivel de la prensa en un país un indicativo del nivel de calidad de su democracia?

—Por supuesto. Lo primero que hace un fascista es atacar a la prensa. Tienen que controlar la información para tener poder absoluto. Al final, Trump no lo logró.

—En mayo se celebran elecciones en Filipinas. ¿Cómo recibió la concesión del premio Nobel de la Paz a la periodista Maria Ressa, la editora de Rappler?

—Creo que todos los periodistas nos sentimos muy contentos aquel día. Yo solo he podido hablar con ella una vez pero me parece una de las periodistas más importantes del mundo. Filipinas es el país con mayor porcentaje de población conectada a Internet. Los ataques de Duterte contra la prensa han sido increíbles y ha habido grandes campañas de desinformación. María Ressa ha librado grandes batallas con el Gobierno. El Nobel de la Paz puede ser también una manera de protegerla de la cárcel.