Musica

Duquende y Ricardo Ribeiro crean el fado canastero

Un proyecto los ha unido en el festival 'Terra Mágica', en la localidad portuguesa de Beja, acercando por primera vez de esta forma dos géneros musicales hermanados

Duquende, cantaor de flamenco, y Ricardo Ribeiro, fadista T.M.

Luis Ybarra Ramírez

En común tienen la nostalgia . El flamenco y el fado miran al mar y se echan a llorar, así lo mantienen vivo, entre lágrimas y olas que causan más aspereza en los que se quedan que en los que parten. Ambos, también, mitifican un pasado y con él, a base de alas, han saneado su presente. El legado de Amalia Rodrigues se antoja tan elevado como el de Camarón de la Isla, pero Ricardo Ribeiro, de Lisboa, y Duquende, gitano de Sabadell, han sacado de ellos discursos propios. Los han mostrado en conjunto en la localidad de Beja, en Portugal, dentro del marco de la primera edición de 'Terra Mágica' , un evento que dirige el gestor Francisco Carvajal con la intención de trazar lazos alrededor de la figura de Al Mutamid , «primer alentejano». Carvajal, un tipo conocido en la industria musical, anda por el hotel con aura de genio loco: «¡La vamos a liar! ¡La vamos a liar!», recuerda de cuando en cuando.

Momentos antes del estreno del espectáculo, 'Tanto monta, monta tanto' , que así se llama, el patio de butacas permanece vacío. Se viste en un silencio de antesala. Duquende, o la sombra que queda bajo el sombrero, piropea con timidez a quien tiene al lado: «Un fenómeno», concluye. Entre ellos se ha producido un encuentro especial. Ribeira, que tiene las discografías casi completas de La Niña de Peines , Antonio Mairena y Manolo Caracol, pues siempre admiró el arte cabal, nos explica las semejanzas culturales:

«Como vosotros, en el fado también tenemos diferentes palos. Asimismo, hablamos de quejarnos . No tenemos 'ole', pero sí '¡bei!'. Y en vez de decir que un artista tiene duende, hablamos de fado. Tener fado es eso: una gracia particular. Para cada poesía tienes una melodía distinta: puedes cantar décimas en guajiras, la misma letra en varios estilos… Es igual. El flamenco se basa en el sistema modal, no en el tonal como nosotros, y posee una rítmica de la que Portugal carece. Tiene que ver con los 'factos' históricos, que produjeron evoluciones dispares. Por ejemplo, lo árabe tiene más influencia en el flamenco. También tenéis el baile, pero a pesar de todo eso hay una especie de base común. De prisma. ¿Has escuchado quejarse a un fadista? Pues eso. La cultura ibérica existe y nos diferencia».

Beja, Portugal LY.R.

Uno es un icono de la música lusa cuando juega en casa y un embajador de primer orden cuando actúa de visitante. El otro, que canta más que habla, gusta fuera de las fronteras españolas, pues durante veinte años giró por el mundo con Paco de Lucía y su cante, tan canastero, se hizo altamente popular. Quizá por eso, cuando el flamencólogo que ha buscado el repertorio común de esta propuesta, Fautino Nuñez , le preguntó a Ribeiro, este lo tuvo claro: «Duquende. Quiero trabajar con Duquende. Lo primero que te llega de él es la propia música, la profundidad, después ves que hay una voz . Eso es un cantaor».

Ha nacido una semilla aún por perfilar, que cuenta con los músicos Javier Patino, José Manuel Neto, Carlos Proença, Didi Pinto, Roberto Jaén y Jorge Bautista en el elenco. Se programará en otros espacios y, quién sabe, tal vez acabe en disco. La convivencia no ha hecho más que empezar . Habrá de seguir regándose para cosechar los frutos.

Hablan juntos sobre puristas, todavía a puerta cerrada. Ese es otro aspecto compartido entre el flamenco y el fado: «Cuando uno se sale de lo más tradicional, llueven tortas , pero está bien que sea así. Genera debate. La discusión hace la luz. Hace que las cosas se muevan. También nos permite conocer los límites. Venir a este concierto porque crees que uno va a machacar al otro y que de pronto te guste más el que no conocías debe ser maravilloso. Seguro que le pasará a alguien».

Letras portuguesas por bulerías

Charlando sobre la acidez de la crítica, de fondo, las oquedades del teatro se van llenando de un rumor. Suena, a los lejos, el paso leve de unas voces. Una formación local de cantes alentejanos, en coro, al unísono y de negro betún, se acerca a recibirlos . Parten de una de las plazas del pueblo para recorrer un itinerario con cimbreo de palio. Al llegar a su destino, ya en la puerta, le dan una suerte de venia a los artistas. Es el rito de la música entendida como lugar de encuentro.

Formación de cantes alentejanos ABC

Dentro del teatro se produce la catarsis. «¡Bendita sea la tierra!», clama por alegrías quien tiene textura de roca y flor en la laringe. Parece que hasta el aire podría quebrarlo, pero nunca llega a doblegarse. Duquende, en directo, suena a disco . Ricardo Ribeiro, a pozo en mitad del campo y del tiempo. De la nada, en realidad. Se lanzan letras, adentrándose en el terreno del otro sin pisarse, aprovechando las rendijas de los tonos compartidos . Un fado por bulerías. Duquende traduciendo coplas lusas. El cante camaronero de aquel fandango que el de San Fernando cogió a Morente, los tangos extremeños, las bulerías… La obra se desarrolla de manera encorsetada en algún punto: hemos de darle rienda tras el estreno, que es un logro en sí.

Hay falsetas que se transforman. Rasgueos jondos que de pronto son otra cosa en la guitarra portuguesa y la viola. Así, lo que nace farruca se arrastra más allá del río y toma cuerpo fronterizo. Se funde en la armonía. Una ronda de tonás campesinas y oscuras, aluvión de ecos forjados en una comunión de enorme extrañeza, parece el ejemplo más claro. El público les jalea; más con 'beis' que con 'oles'. Este fado canastero, sabor de un mismo sol, parece destapar luces y llagas .

Beja, lugar del experimento

Beja es un municipio de bellos desconchones que atestiguan la desidia . El rostro de verano de los que vienen contrasta con el otoño que destilan algunos de los que se quedan. Es tierra pura, de cantes alentejanos, viñas y guitarras que duplican sus órdenes acercándose al trémolo. Es 'terra' mágica, también, como anuncia este festival que todo ha de entenderlo como un puente: países, épocas, mapas. La vida pasa por los callejones como el viento encogido, al ritmo de viejos pueblos, con esa pausa natural que nace simplemente porque desconoce la prisa. La luz araña modelos de coches que en España son rarezas. A mi parecer, la realidad de los mayores de aquí es la de un cuadro costumbrista. Sentados, en corro, son pintura. De Zuloaga , pongamos. Y salpican los empedrados de hermosas instantáneas.

Se escucha, ya en la cabeza de cada uno, lo experimentado frente al escenario al término de la función. Los españoles, que ni idea tenemos de este país vecino e ignoramos hasta el esfuerzo de aprender la otra lengua , caminamos con el corazón de puntillas, todos llenos de unas certezas a las que cuesta dar forma, pues tienen que ver con asuntos del pecho. Los paisanos murmuran. Amables muchos de ellos. Cumpliendo, otros, algunos de los tópicos. Beja es remota y dura como los mimbres de un canasto. Rica, henchida de unas raíces que no manchan y que han dado origen algo que jamás se había hecho: unir el flamenco y el fado con conocimiento de causa . La menta y la canela batallan como dentro de un poema de Lole y Manuel. Quieren fundirse.

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