fallece Antonio Gasset
Los días de cine con sus largas noches
Hace ya algunos años que Antonio Gasset se había escabullido de los «días» y del «cine», las dos palabras que al juntarse le habían dado sentido a su vida y a su obra. Los días, naturalmente con sus noches, que solía dilatarlas casi dolorosamente, como una parturienta el cuello del útero.
El público lo recordará, sin duda, por ese programa, «Días de Cine», que él consiguió elevar a categoría de arte con un estilo inimitable y con un manejo extraordinario de la ironía, el sarcasmo y un olfato especial para las películas y para las audiencias televisivas, también especiales, que esperaban hasta horarios improcedentes para verlo y escucharlo. Las llamadas «entradillas» de Antonio Gasset, tan serias, irreverentes y mordaces eran explosiones de su personalidad, de su modo de pensar, de bromear y mirar la vida entre reseña de película y película.
Su desaparición de la pequeña pantalla también tuvo el efecto pernicioso de sacarlo de ese otro territorio en el que era un ejemplar único, los Festivales Internacionales de Cine… Gasset iba por Cannes, por Venecia, por Berlín, por San Sebastián… como Wyatt Earp por Dodge City, con esa mezcla perfecta de cabeza alta, colt presto y dispuesto al duelo y con ese aire de quien se sabe que, un poco, habita en la leyenda. A pesar de lo cual, sabía convertirse (o no podía evitarlo) en un personaje cercano y en el tipo más gracioso y cáustico (a veces, peligroso) a este lado del Pecos. Una cena con Antonio Gasset a la mesa podía empezar en Dreyer, continuar a lo Richard Lester y terminar a lo Alberto Sordi (también a lo Haneke), y en cuántas ocasiones habremos visto a uno o varios comensales descuajaringarse de la silla entre espasmos de risa.
El Antonio Gasset público y cinéfilo consiguió dejar infinidad de perlas sobre el cine que le gustaba y, especialmente, sobre el que no le gustaba. Nunca necesitó dos frases para trolear una película o un director, y tenía esa rara virtud del muy cinéfilo de enfadarse (en broma, por momentos) con quien opinara lo contrario. Personalmente, he tenido la suerte de compartir muchos, muchísimos, infinidad de días de cine con Antonio Gasset, por supuesto con sus noches, y junto a algunos de los personajes más certeros y afilados de la crítica de cine, como Ángel Fernández Santos, Carlos Boyero o José Luis Guarner, y con los grandes del cine español, como Querejeta, Enrique González Macho, Paco Rabal…, en fin, nadie como Gasset en su salsa para ponernos a llorar de risa a todos.
Y detrás de su fachada y de su fortificación de sarcasmo había un hombre culto, un intelectual de tapadillo (nunca faltaron las bromas sobre su relación familiar con el filósofo José Ortega y Gasset), un gran lector y, por supuesto, grandísimo conocedor del cine y sus alrededores. Hablar con él de películas, ya digo, comportaba sus riesgos si no coincidías en la grandeza de, por ejemplo, Philippe Garrel, pero con un volantazo podía uno llevárselo a otros terrenos donde no solo armonizar, sino también sorprenderse y aprender.
No será fácil olvidar a ese personaje explosivo y exclusivo, ni tampoco algunos conocimientos que me puso entre las manos, como ‘Marca de agua’, de Joseph Brodsky, o ‘Meditaciones’, de Marco Aurelio. Un recuerdo desde aquí para su Berlín.
oti rodríguez marchante