Descubren una ofrenda de guerra mexica con más de cien estrellas de mar en Tenochtitlan
Destaca una de la especie Nidorellia armata. conocida como 'chispas de chocolate', de 22 centímetros de longitud entre sus puntas
Los mexicas se encontraban en la cúspide de su poderío cuando, hacia el año 1500 d.C., realizaron una de sus más elaboradas ofrendas. Junto al cuerpo de un jaguar armado con un atlatl (propulsor de dardos) y otros elementos terrestres como una figurilla de copal, dispusieron un sinfín de organismos marinos como corales, peces globos, caracoles y el mayor número de estrellas de mar descubierto hasta ahora en estas ruinas. Los arqueólogos del Proyecto Templo Mayor (PTM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han hallado hasta 164 estrellas de mar , «la mayor cantidad de todas las descubiertas en el antiguo Recinto Sagrado de Tenochtitlan».
«También representa un caso único de conservación de uno de estos equinodermos que, de manera similar a un fósil, preserva su forma casi intacta, pese el paso del tiempo», apuntó el INAH en un comunicado.
La ofrenda descubierta a finales de 2021 en el edificio circular conocido como Cuauhxicalco por el arqueólogo Miguel Báez Pérez y el especialista Tomás Cruz Ruiz, el más experimentado trabajador del PTM, fue el resultado de «afortunadas casualidades», según el instituto.
En ella destaca la presencia de una estrella de mar de la especie Nidorellia armata , conocida coloquialmente como 'chispas de chocolate' por el parecido que tiene su coloración amarillenta con puntos oscuros con una galleta con fragmentos de chocolate.
Los expertos creen que los sacerdotes mexicas colocaron primero esta estrella y al recibir el peso del jaguar y del resto de los elementos, se hundió en lo que se cree es una capa de fibra debajo de ella, preservando la marca de su estructura interna y sus 22 centímetros de largo entre sus puntas . Esta situación es inusual, dado que los restos de las otras 163 estrellas están dispersos, debido a la pérdida natural de su materia orgánica.
«Esta ofrenda es una de las más grandes que hemos encontrado en el Templo Mayor, por lo que, hasta no explorar los 30 o 40 centímetros de profundidad que creemos que nos faltan, es difícil saber su significado«, explica el arqueólogo Miguel Báez Pérez.
Transición y guerra
No obstante, la propia ubicación de la ofrenda, en la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, la sitúa en una fecha cercana al año 1500, momento de transición entre los reinados de Ahuízotl y Moctezuma Xocoyotzin .
Durante el gobierno del primero, los mexicas establecieron rutas de comercio, a la par que se expandían militarmente en diversas partes de Mesoamérica. De ahí la presencia en Tenochtitlan de corales traídos del Golfo de México, de estrellas de mar provenientes del océano Pacífico, y de un jaguar hembra que pudo haber sido traído desde regiones lejanas como el Soconusco, territorio localizado entre lo que hoy es Chiapas y Guatemala.
A partir de fuentes históricas y de hallazgos previos, los arqueólogos tienen claro que la ofrenda guarda relación con la guerra , no solo por el atlatl que portaba el jaguar en una garra, sino por su ubicación en el Cuauhxicalco, una edificación alineada con el costado sur del Templo Mayor, consagrado a Huitzilopochtli, dios de la guerra.
Los mexicas relacionaban las estrellas de mar y los jaguares con el cielo nocturno y la noche. Este felino se asociaba con el dios Tezcatlipoca, en su representación nocturna y, según explica Báez Pérez, «buena parte de los pueblos mesoamericanos creían que el origen del mundo se ligaba al mar , por lo tanto, los organismos marinos eran tratados como reliquias«. En el caso de los mexicas, »su potencia militar les permitió traer miles de objetos marinos y recrear todo un ambiente acuático en la propia Tenochtitlan«, añade.
Moteada como un jaguar
Los arqueólogos piensan que las 164 estrellas de mar de la Ofrenda 178 son de la especie Nidorellia armata, cuyos cuerpos moteados se asemejan a los de los jaguares. No obstante, la investigación que seguirá a la exploración en campo tratará de precisar ese aspecto.
Bajo la mirada atenta y el delicado pincel de Tomás Cruz Ruiz, quien trabaja en el PTM desde la creación del proyecto en 1978, cada minúsculo fragmento de las estrellas de mar es limpiado y almacenado en pequeños plásticos para luego ser llevado al laboratorio y recibir tratamientos de conservación.
Las estrellas de mar descubiertas en el Templo Mayor tienen gran interés para los expertos debido a que, en la actualidad, los equinodermos han reducido su tamaño , tanto por la explotación humana como por el calentamiento global. En la antigua capital tenochca se han encontrado estrellas que alcanzaron hasta los 60 centímetros de largo entre punta y punta.
La estrella de mar localizada por Báez Pérez y Cruz Ruiz continúa in situ y en las próximas semanas se analizará la forma más conveniente de retirarla en bloque, es decir, conservando el sedimento sobre el cual se encontró, para así mantener su forma y facilitar su estudio científico en laboratorio.
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