Delacroix, en busca de la luz de Cádiz durante aquella cuarentena de 1832

El historiador Juan Antonio Vila ha reconstruido el desconocido viaje del pintor a la ciudad, en la que tuvo una producción «frenética» de dibujos y acuarelas que, tras su muerte, se perdieron o se expusieron en museos tan prestigiosos como el Thyssen o CaixaForum con una ubicación errónea

«Autorretrato», Eugène Delacroix (1839)
Israel Viana

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El 9 de mayo de 1832, la corbeta francesa La Perle zarpaba del puerto de Tánger y llegaba, pocas horas después, a la bahía de Cádiz . Una vez allí, el capitán Juglás recibía la orden de las autoridades sanitarias de permanecer en cuarentena una semana en el barco, a raíz de una epidemia de cólera que había golpeado al norte de África. Anclados a cuatro millas de la costa, entre los integrantes de la delegación del Rey Luis Felipe de Orleans enviada a Marruecos, había un pintor famoso, Eugène Delacroix , que un año antes había sorprendido al mundo con «La libertad guiando al pueblo» , que hoy visitan miles de personas a diario en el Louvre .

Para matar el tiempo comenzó a realizar de forma «frenética» una serie de dibujos y acuarelas de la ciudad que, tras su muerte en 1863, fueron erróneamente ubicados en otros lugares o se perdieron. «Me enteré por casualidad de que había estado en Cádiz. Fue todo un descubrimiento para mí, porque al recibir el permiso para descender, el pintor pasó otros cuatro días más en la ciudad y pintó más acuarelas y dibujos de paisajes urbanos, así como monjes, mujeres con mantilla y otros personajes. A cada persona que veía, la pintaba», explica el historiador gaditano Juan Antonio Vila , autor de «Delacroix: embrujo y luz de Cádiz» (Ende, 2019). Una investigación en la que reconstruye aquella olvidada visita del genio del Romanticismo y corrige los errores de algunas de aquellas obras que hoy se encuentran en el Louvre o han sido expuestas con nombres inexactos en museos tan prestigiosos como el Thyssen, CaixaForum o la Fundación de Jan Krugier, del galerista de Picasso .

«Galería del convento de los dominicos en Cádiz»(Museo del Louvre)

La aventura de Vila comenzó en la primavera de 2018, cuando buscaba imágenes para su anterior libro, «La Casa de la Camorra de Cádiz». Encontró una acuarela de Adrian Dauzats realizada desde la gaditana Torre de Tavira en 1837 e intuyo que éste había viajado hasta allí por recomendación de Delacroix , del que leyó que era gran amigo. Y luego recordó que, poco antes, se había descubierto que una obra de este último conocida como «Una plaza de Sevilla» era, en realidad, la plaza de San Francisco, también en Cádiz. Este cuadro llegó a estar expuesto en una muestra organizada por la Fundación La Caixa en 2011 y 2012, tanto en Barcelona como en Madrid, donde aparecía simplemente como «Vista de una ciudad».

Apresurada catalogación

Siguió tirando del hilo y dio con otra acuarela de Delacroix que también había sido confundida durante un siglo con una plaza de Sevilla, hasta que el historiador del arte César Pemán –hermano de José María Pemán , premio Mariano de Cavia– descubrió en 1932 que se trataba de la actual plaza de Argüelles de Cádiz y la rebautizó como «Plaza del Pozo de las Nieves», según su nombre de entonces. El cuadro se perdió después de que su propietario, un galerista judío, huyera de París cuando entraron los nazis en 1940. «Por eso creo que se la quedó la Gestapo», subraya Vila.

«Vista desde el patio interior de la calle San Francisco, número 6, de Cádiz» (en paradero desconocido)

Al encontrar dos errores tan evidentes, este profesor supuso que las posibilidades de detectar más eran grandes. Al parecer, la producción gaditana de Delacroix había sido celosamente guardada en su taller parisino hasta la muerte del pintor en 1863. Sin embargo, pocos meses más tarde, su familia encargó un apresurado catálogo que provocó errores de ubicación, situando algunos de sus cuadros en Sevilla, Tánger o, incluso, Córdoba, aunque jamás hubiera estado allí. El objetivo: dividirla en lotes para obtener el mayor beneficio posible en las subastas .

«Plaza San Francisco en Cádiz» (Museo de Grenoble)

Vila revisó entonces la bibliografía sobre la visita de Delacroix a Andalucía y dio con su diario personal, que estaba en el Louvre. Y después buscó otras obras suyas de 1832. «Entonces encontré “Patio interior de Marruecos” –recuerda–, que me llamó la atención por sus torres miradores típicas de Cádiz. Recorrí la ciudad y llamé a muchos portales, hasta que descubrí que era realmente un patio gaditano pintado desde la Posada Inglesa, ubicada entonces en el número 94 de la calle San Francisco donde se hospedó el pintor, y no Tánger, como se aseguraba».

Esta acuarela llegó a ser expuesta en el Museo Thyssen con el título erróneo en el año 2000. Era propiedad de la mencionada Fundación de Jan Krugier, situada en Ginebra, donde también estuvo expuesta durante años con una localización falsa. Tras fallecer este en el 2008, fue subastada por Christie’s en 2013 y, actualmente, se encuentra también en paradero desconocido. «Escribí varias cartas a la casa de subastas, tanto a París como a Nueva York, indicando el error, pero no han querido revelarme el comprador, supongo que para mantener su anonimato», revela.

El dibujo del Louvre

Durante los seis meses que duró aquel viaje a Marruecos y Andalucía, el pintor realizó siete cuadernos en total. De una manera desordenada incluía anotaciones manuscritas, que completaba después con dibujos hechos a lápiz y acuarela. Tras su muerte, fueron desmembrados por su familia tres de ellos. Y de los otros cuatro, tres fueron adquiridos por el Museo del Louvre . El relativo a su presencia en Cádiz tiene 97 folios.

«Fue en este cuaderno en el que encontré otro dibujo de una calle en el que no aparecía ninguna pista sobre su ubicación y en el que puede verse una luna llena. Tras investigar con la ayuda de algunos expertos este paisaje urbano, descubrí también que era la confluencia de la calle Compañía con la Plaza de la Catedral, un punto al que aún hoy va mucha gente a hacerse fotos. Para ello, incluso analicé el calendario lunar y comprobé que, efectivamente, durante la estancia de Delacroix en Cádiz hubo luna llena», comenta Vila.

«Cristóbal Colón y su hijo en la Rábida», 1838 (National Gallery, Washington)

La investigación se prolongó durante 18 meses y muchas caminatas. Asegura que ha recibido felicitaciones de muchas partes del mundo, desde Estados Unidos a Suecia, pasando por Francia o el mismo Museo del Romanticismo de Madrid. «Lo que más me llamó la atención es que Delacroix fue quien animó a todos las figuras del Romanticismo a que visitaran Cádiz. Antes era un destino de segunda categoría, pero él se enamoró de la luz de la ciudad y, al regresar a París, se lo contó a algunos pintores franceses e ingleses a los que solo les interesaba Sevilla, Granada y Córdoba, movidos por la fama de la Giralda, los jardines del Generalife y La Alhambra . Delacroix hizo que Cádiz se convirtiera en una referencia también para los fotógrafos e, incluso, para compositores como Franz Liszt y escritores como Alejandro Dumas o Hans Christian Andersen. Todos vendrán invitados por Delacroix a buscar la luz que allí no tienen», concluye.

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