La Coral de Pamplona redescubre 'Atlàntida'
«Imaginar, como decía Falla, que las civilizaciones caen castigadas cuando olvidan las leyes eternas y renacen si se someten al orden divino está fuera de toda consideración. Estos días más que nunca, desgraciadamente»
Manuel de Falla decía que 'Atlàntida' estaba en su interior desde que era niño. Lo exteriorizó en 1928, cuando surgió la posibilidad de componer una obra basada en el poema de Jacinto Verdaguer. Dos décadas tardó Wagner en completar la inabarcable e ideológica 'Tetralogía' y casi el mismo tiempo estuvo Falla tratando de dar forma musical a su proyecto escénico. Más de doscientos folios de apuntes y varios miles de documentos se acumulaban a su muerte en 1946. A partir de entonces, el enigma de 'Atlàntida' ha permanecido latente. Así lo entiende la producción escénica que acaba de estrenarse en Pamplona. Con ella se ha inaugurado el ciclo Cartografías de la Música que organiza el Museo Universidad de Navarra y que esta temporada celebra su octava edición. La producción es un proyecto de la Coral de Cámara de Pamplona, capitaneado por su director David Gálvez Pintado . El 21 de noviembre del pasado año se presentó un avance semiescenificado en el Gran Teatro Falla de Cádiz, dentro del Festival de Música Española de la ciudad.
'Atlàntida' es uno de los grandes interrogantes de la historia musical española. La incapacidad del propio compositor para dar forma a la obra demuestra la compleja materialización de un proyecto que aspiraba a definir lo español, asunto que perturbó por igual a Unamuno , a Ortega … a Bergamín quien forzó el plus religioso que para Falla era artículo de fe (en el caso de Bergamín incluyendo derivaciones comunistas). La compleja personalidad del compositor se sumó al problema, incluyendo las vivencias de una España cruel, capaz de procesionar con cilicios para flagelar los pecados, de convertir en una fiesta la quema de iglesias o de asesinar sin recato a los propios vecinos. Cuando Falla marchó a la Argentina en octubre de 1939 llevó consigo el sufrimiento y desconcierto que le produjo la contradicción entre fe y vida, pero nada dijo. Su silencio era el silencio de 'Atlàntida', de una obra que estaba bloqueada por un sentimiento de culpa e incomprensión.
'Atlàntida' se estrenó en 1961, tras el trabajo de recomposición hecho por el alumno de Falla, Ernesto Halffter, quien todavía pulió la obra años después. La versión de Lucerna, escuchada en 1976, se ha dado por definitiva desde entonces. A partir de ella se planteó la última grabación de la obra dirigida musicalmente por Edmon Colomer (1992) y la inolvidable y monumental puesta en escena de Carlus Padrissa para La Fura dels Baus, vista en la plaza de las Pasiegas en Granada dentro del Festival de Música y Danza (1996). 'Atlàntida' sobrevivió a Falla pero desde una perspectiva funcional, ajena a los tormentos de compositor y decididamente reafirmada por Halffter dentro de los vericuetos formales y semánticos del 'Parsifal' wagneriano. Ernesto Halffter superó los miedos de Falla porque no eran suyos lo que le permitió tomar decisiones hasta límites no del todo claros. Considerar que ese trabajo es la 'Atlàntida' definitiva resulta utópico . Por su propia naturaleza, 'Atlàntida' es una obra abierta a la reinterpretación contemporánea.
La versión de Pamplona es la primera que aborda una transformación sustancial de la obra desde las intervenciones de Halffter. Parte de la edición de Lucerna con algún añadido como la escena de la muerte de las Pléyades, y se adapta al formato de cámara para piano a cuatro manos y percusión. José Antonio Hoyos y Sergi Moreno-Lasalle han preparado la traducción completa al catalán. Quizá, el argumento que ha llevado a plantear la reducción de la obra sea discutible pues toma en consideración el esfuerzo del propio Falla por sintetizar la obra, desnudando una y otra vez la orquestación, sublimando el lenguaje a partir de una tradición culta que él mismo llamaba nuestra música natural. 'El retablo de maese Pedro' y el 'Concerto' así lo demuestran. Sin embargo, sí es posible creer en una perspectiva estrictamente pragmática, en un espacio de experimentación.
Para el espectador contemporáneo 'Atlàntida' carece de referentes vitales hasta el punto de que su terminología chirría (por ejemplo, las referencias a la raza). Hoy solo es posible entender como argumento literario el tema del continente hundido por sus pecados y redimido en un Nuevo Mundo que surge tras la victoria de la fe cristiana por la acción de España a través de Colón, el héroe católico. Imaginar, como decía Falla, que las civilizaciones caen castigadas cuando olvidan las leyes eternas y renacen si se someten al orden divino está fuera de toda consideración. Estos días más que nunca, desgraciadamente. En realidad, la 'Atlàntida' de Pamplona está más cerca de Verdaguer, como asunto argumental, que de Falla, como herencia ideológica. De ahí el acierto del director de escena Tomás Muñoz quien ha construido un espacio próximo y solemne, potente en su visualidad y desarrollo, y sugerente a partir de símbolos cuya interpretación es perfectamente digerible por el espectador actual.
Se percibe en la evocación marina del comienzo, anticipada por el ruido del mar y el graznido de las gaviotas que se escucha mientras los espectadores entran al teatro del Museo Universidad de Navarra. Y en las distintas imágenes que se proyectan al fondo y sobre el suelo matizadas en una gama cromática que traduce impresiones. El azul acuoso, el rojo para el incendio de los Pirineos, el verde del huerto de las Hespérides, el gris para las escenas de guerra que acompañan el 'Sanctus' tras 'La voz divina'. Tomás Muñoz ha logrado convertir 'Atlàntida' en una liturgia teatral contemporánea en la que lo anecdótico toma forma virtual, por ejemplo el dragón que desciende del cielo en forma de haz de luz, y el misterio se transcribe como símbolo, como en el escenario de cruces que acompaña la escena de «El peregrino»; las tres cabezas de Gerión representadas por tres cantantes, la danza de Alcides… Y aún se fuerza el protocolo colocando al coro al fondo de escenario forzando su misión comentarista, apenas rota en momentos determinantes como 'La salve en el mar' que se canta al frente.
'Atlàntida' fue el sueño de Falla y en Pamplona se hace evidente a través de su presencia física, incorporado como personaje capaz de articular la representación. Como niño está encarnado por Leire, con voz estupenda. Ya anciano, lo interpreta José Antonio López, quien asume también el papel narrador de Corifeo ofreciendo una versión potente y bien proyectada. También defienden su parte con mucha solvencia Gemma Coma-Albert, la desventurada reina Pirene, y Marta Huerte Donázar ante 'El sueño de Isabel', la reina católica dispuesta a despojarse de su riqueza terrenal con el fin de apoyar el viaje de Colón. El protagonismo final recae, no obstante, sobre la Coral de Cámara de Pamplona y su director, David Gálvez Pintado, colocado en el falso foso del teatro entre el piano y la percusión. Con 76 años de historia y un patrimonio musical que nace en la música renacentista y asume notables incursiones en el repertorio contemporáneo, la coral pamplonesa pisa el escenario con gallardía. Y en su interpretación se adivina la posibilidad inmediata de convertir 'Atlàntida' en toda una experiencia. Las voces tiene calidad, como demuestran los solos; la entrega es definitiva. Solo así es posible resucitar el misterio de 'Atlàntida'; de una obra compleja en la que mitología, historia y religión se dan la mano. Y, sobre todo, es posible hacerlo con la cercanía necesaria: colocando en un espacio accesible e inteligente una obra fascinante.
Ficha técnica
Manuel de Falla y Ernesto Halffter: 'Atlàntida'. Intérpretes: José Antonio López (Corifeo y Falla anciano), Gemma Coma-Albert (Pirene), Marta Huerte Donázar (Isabel), Rubén Lardies (Gerión), Leire Peralta (niño y paje), Coral de Cámara de Pamplona, Rinaldo Zhok y Naiara Egaña (piano), Salva Tarazona (percusión). Director de escena: Tomás Muñoz. Director musical: David Gálvez Pintado. Lugar: Museo Universidad de Navarra. Fecha: 5-III.
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