La consagración del «arte moderno»

La Fundación March y el Museo Picasso rememoran las exposiciones del MoMA en los años treinta que dieron carta de naturaleza al esa visión del arte y ordenaron el árbol de las vanguardias

«La musa dormida», célebre obra de Constantin Brancusi de 1910 ABc

Tulio Demicheli

Cuando se funda el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA , en 1929), su primer director, Alfred H. Barr , tenía veintisiete años. En poco tiempo logra situarlo en el ojo del huracán tras la introducción de las nuevas tendencias europeas en la conservadora vida artística norteamericana. Después de su incorporación al MoMA vienen «Trabajos de arte moderno» , muestra realizada en 1934; y en 1936, «Arte fantástico. Dadá, Surrealismo» , vecina de la que será una de las exposiciones más importantes de la historia: «Cubismo y Arte Abstracto» , celebrada aquel año y que ahora rememoran la Fundación Juan March (hasta el 12 de enero) y el Museo Picasso de Málaga (desde el 26 de febrero).

Cuenta en el catálogo Eugenio Carmona , catedrático de Historia del Arte y patrono del Reina Sofía, que Barr quería montar «un proyecto ‘fuerte’ que contuviera el ‘sentido’ interno del arte moderno». Y lo consiguió creando «un diagrama que era una obra de arte» . Y aún más, convirtiendo la muestra nacida de él en la consagración del «Arte Moderno» . Allí se perseguían las filiaciones e influencias, las antipatías, los reflejos, las corrientes subterráneas, la prehistoria y el futuro de las vanguardias, a través de los vasos comunicantes de la cultura moderna desde finales del siglo XIX hasta los años 30. A ese diagrama se somete esta exposición, «Genealogías del arte», de la que han sido comisarios Manuel Fontán del Junco y María Zazaya, por la Fundación March; y José Lebrero Stals, por el Museo Picasso; con la colaboración de Astrit Schmidt-Burkhardt.

Anticipando el diagrama de Barr se despliegan numerosos árboles genealógicos y esquemas que han interconectado a pintores, escultores y arquitectos desde Cimabue hasta nuestros días. Y el diagrama de Barr cristaliza gracias a un recorrido sistemático -trescientos óleos, esculturas y grabados- por los artistas y los movimientos a los que vincula. Dos de las obras ahora expuestas ya formaron parte de aquella exposición del MoMA: «Mujer en un sillón» , de Pablo Picasso (1929); y «Paisaje con dos chopos» , de Vasili Kandinsky (1912).

Todo comienza con Cézanne

Todo comienza con Cézanne porque su obra anuncia el fauvismo y el cubismo. Enseguida aparecen influjos del neoimpresionismo de Seurat o del expresionismo y sintetismo de Van Gogh, Gauguin y Munch. Y una rara influencia: Rousseau el Aduanero. Así se abren las dos primeras vertientes del vanguardismo del siglo XX. El fauvismo personificado en Matisse. Y el cubismo, con amplia representación: Picasso, Braque, Gris, Gleizes, Marcoussis, Archipenko, Laurens, Schwitters y Villon, hermano del escultor Duchamp-Villon y de Marcel, también incluido y quien se deslizará con Delaunay, Léger y Picabia hacia el orfismo, musical variante cubista a la que se unirá Kupka.

Entre el fauvismo y el cubismo, se incorporan máscaras africanas, esculturas de Oriente Medio y grabados japoneses, que se reflejan en algunas obras de Matisse, Picasso y Brancusi. Por su parte, el cubismo inspirará al futurismo italiano, cuyas grandes figuras están presentes: Marinetti, Severini, Balla, Russolo, Carrá y Boccioni. También estará detrás del suprematismo y del constructivismo, aquí encarnados por Pevsner, Malévich, Lariónov, Lissitsky, Rodchenko o Kruchenykh.

El camino se continúa y se solapa con la Escuela Bauhaus, alentada por Gropius, y con el grupo De Stilj, por los que pasan Kandinsky, Klee, Moholy-Nagy, Van Doesburg y Mondrian. Emparentados, así sea oblicuamente, con el fotógrafo norteamericano Hine. Y con el purismo de Ozenfant y Le Corbusier. Por la otra banda, un excéntrico Odilon Redon conduce al primer expresionismo de Giacometti; el cual tira de Klee y de Kandinsky hacia Dadá y a un surrealismo más abstracto, incluso metafísico, donde se instalan Masson, Man Ray, Miró, Tanguy, Ernst, Arp, Duchamp, De Chirico y H. Moore. El diagrama de Barr concluirá en la abstracción geométrica o no geométrica que practicarán muchos de ellos, como Picasso, Gleizes, Moore, Arp o Julio González.

Fontán, director de Museos de la Fundación March, señala a ABC que ese paradigmático diagrama «no sólo se asentó como canon del ‘Arte Moderno’; sino que funda un modelo de hacer exposiciones, que se sustenta en un gran esfuerzo documental e intelectual: no hay frivolidad en una buena exposición, hay sentido. Ésta es un homenaje a ese trabajo, porque Barr consiguió que aquella muestra de 1936 fuera ‘la Historia del arte como arte visual’, el subtítulo que acompaña a esta exposición. También es un reconocimiento de la labor que la Fundación March realizó en los años 70 y 80 para dar a conocer no sólo a los artistas españoles de vanguardia, sino también a grandes maestros extranjeros, como Giacometti (76), Kandinsky y Bacon (78), Braque (79), Matisse (80), Mondrian (81) o Ernst (86)».

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