¿Cómo colaboraban en el pasado, cuando no había jerarquías ni policía?
Un proyecto liderado por el arqueólogo español Marcos Martinón-Torres investigará las tecnologías de sociedades cooperativas que subsistieron durante siglos sin autoridades permanentes, incuestionables ni hereditarias
De lo simple a lo complejo. De los grupos de cazadores y recolectores del Paleolítico a los estados modernos centralizados. Así se ha explicado tradicionalmente la evolución humana. Cuanto más estructurada y más jerárquica era una sociedad, se la presumía más avanzada y civilizada, «pero esto es debatible», sostiene el prestigioso arqueólogo español Marcos Martinón-Torres . El Consejo Europeo de Investigación (ERC) acaba de conceder 2,5 millones de euros al ambicioso proyecto de este catedrático de Arqueología de la Universidad de Cambridge para estudiar esas sociedades llamadas intermedias en las que aún no había jerarquías permanentes ni fuerzas policiales.
«Fueron sociedades cooperativas, que se mantuvieron durante siglos y esas estructuras más igualitarias no les impidieron subsistir y desarrollarse técnica, artística o intelectualmente», explica Martinón-Torres. El propósito del proyecto 'Reverseaction' es estudiar estas «sociedades complejas sin Estado» en sí mismas, a través de los objetos que han llegado hasta nosotros, con especial énfasis en las tecnologías más complicadas. ¿Cómo en una sociedad en la que nadie le ordenaba a otro lo que tenía que hacer se organizaron no solo para solucionar sus problemas de supervivencia sino para llegar a ser ricas y fabricar objetos de lujo?
Para responder a esa pregunta, los investigadores fijarán su mirada en los ejemplos de sociedades, como la de los muiscas , que vivieron en Colombia desde el siglo VI hasta el XVI cuando, tras la llegada de los europeos, sus mundos se desequilibraron. «No parecen tener estructuras de Estado y, sin embargo, elaboraron adornos y ofrendas religiosas de orfebrería de una complejidad extrema, cerámicas espectaculares y fabricaron tejidos tanto con fibras vegetales como con pelo animal a las que añadieron tintes y pigmentos elaboradísimos», resalta el experto español. Estas artesanías requirieron de materias primas a menudo exóticas, que obtuvieron a cientos de kilómetros de distancia, y su fabricación precisó de complicados procesos de aprendizaje que tuvieron que mantenerse en el tiempo.
«Para que todo esto sea sostenible y perdure durante siglos, esa sociedad tiene que ponerse de acuerdo de alguna forma y cooperar », continúa Martinón-Torres. Cómo lo lograron es algo que un equipo multidisciplinar comenzará a investigar a partir de septiembre y durante los próximos cinco años. A través de estudios de ingeniería inversa aplicada a los objetos arqueológicos que han llegado hasta nuestros días, tratarán de entender con qué materias primas fueron confeccionados y qué técnicas y conocimientos se emplearon. Será el punto de partida para realizar después inferencias más amplias acerca de cómo se organizaban estas sociedades, dónde obtenían sus recursos o cómo se transmitían los conocimientos.
Los expertos tratarán de verificar si, como sospecha el catedrático de Cambridge, en estas sociedades cooperativas el suministro de materias primas era más diversificado que en las centralizadas, donde lo habitual era que materiales exóticos como el oro o las esmeraldas provinieran de una determinada mina que solo suministraba a la elite. Y comprobarán si los artesanos compartían espacios de trabajo y, como ahora ocurre en entornos donde coinciden profesionales de distintas disciplinas, esta diversidad fomentaba la creatividad y el intercambio de conocimientos.
Es posible, además, que se pueda distinguir si, como creen, los niños aprendían de forma natural en estos talleres, donde se mezclaban generaciones. «Esperamos encontrar más diversidad en cuanto a técnicas y más variedad en cuanto al virtuosismo de los artesanos, con unas piezas realizadas por adultos y otras por niños. Mucha más mezcla y transferencias , que las mismas herramientas y técnicas que se utilizaban para decorar el oro quizá se usaran para fabricar cerámicas, tejidos u objetos de piedra», explica el arqueólogo.
Revisitar mundos
Comenzarán en Colombia, pero después compararán los datos allí obtenidos con los de otras sociedades de distintos lugares del mundo, como la que habitó en Gran Zimbabue antes del periodo colonial, los casos similares de la Escandinavia medieval , el mundo minoico de Creta , o el de los castros del noroeste de la Península Ibérica . Incluso confrontarán estas sociedades con organizaciones cooperativas de la actualidad, como las de artesanos indígenas o el movimiento Black Lives Matter ('Las vidas negras importan'), surgido en la comunidad afroestadounidense tras la muerte del adolescente Trayvon Martin.
«Queremos olvidar lo que tradicionalmente asumimos de partida y revisitar estos mundos desde una perspectiva nueva », destaca.
Cuando se descubre un objeto de oro muy elaborado en una excavación se tiende a pensar que perteneció a una persona poderosa, quizá un cacique o un rey que tenía un acceso privilegiado a los materiales exóticos. Se asume que allí donde se encuentran objetos de lujo existieron jerarquías coercitivas, pero en ocasiones, al investigar los restos arqueológicos no siempre se hallan evidencias de que una persona fuera más rica que otra, que comiera mejor o viviera en una vivienda mayor. «La complejidad no tiene por qué significar una jerarquía, simplemente denota una riqueza, y esa riqueza puede ser colectiva», dice el arqueólogo responsable de este proyecto.
Persuasión, no coacción
Martinón-Torres no idealiza este tipo de sociedades en las que vivieron decenas de miles de personas. También surgían violentas luchas entre sus miembros y conflictos entre comunidades. Y tanto para la organización de esas batallas como en la administración del día a día se requería de personas con autoridad . «Necesitarían un administrador o un gestor -admite-, pero, ahí está la diferencia, éstos lo serían puntualmente, para una empresa concreta, y conseguirían que los demás les obedecieran mediante la persuasión, no con coacción ». Su autoridad, remarca el arqueólogo, no tenía por qué ser permanente, incuestionable ni hereditaria.
«La complejidad no tiene por qué significar una jerarquía, simplemente denota una riqueza, y esa riqueza puede ser colectiva»
No descarta este experto que a medida que esas sociedades crecieron en tamaño y se incrementó la burocracia, alguno de esos administradores llegara a acumular poder. «Es un riesgo cuando le das autoridad a alguien, pero en muchos lugares pasaron siglos hasta que eso sucedió», afirma. En varios casos «estamos hablando de cientos, miles de años en la historia de esas sociedades más igualitarias». Una razón de peso, a su juicio, para estudiar estos mundos en sí mismos y no como un estado de transición.
El editor jefe del 'Journal of Archaeological Science' ha ido madurando estas ideas durante años, a medida que ha ido trabajando en yacimientos arqueológicos de distintos lugares del mundo y ha observado la capacidad de ingenio, de sofisticación técnica y de resiliencia en todo tipo de sociedades. Ahora, gracias al empujón financiero del Consejo Europeo de Investigación, va a contratar a media docena de especialistas en distintas disciplinas para convertir este trabajo de fondo en una ambiciosa investigación científica a gran escala. Un equipo al que apoyará, además, una red de especialistas en minería, ingeniería, química, antropología, sociología... Trabajo cooperativo para acercar al hombre de hoy las enseñanzas de las sociedades colaborativas de ayer . «Esta subvención no podría haber llegado en un mejor momento, ya que la acción colectiva se reconoce cada vez más como la única forma de abordar algunas de nuestras mayores preocupaciones globales, y es valioso estudiar cómo colaboraron las personas en el pasado», señala el profesor de Cambridge en una publicación de la universidad británica.