Un cliente cabreado hace 3.700 años, en el Museo Británico: la primera reclamación de la historia
Un comprador se queja al vendedor en Ur hace 3.700 años: «No hiciste lo que me prometiste. Pusiste lingotes que no eran buenos»
Ante vosotros: ¡la primera queja formal de atención a un cliente, de la historia! Nada más y nada menos que 3.750 años de historia nos contemplan. Hablar de tantos miles de años y hablar de derechos y obligaciones, como nos recuerdan en estrecha cooperación los historiadores y los juristas, no es poca cosa.
Se puede disfrutar a día de hoy en las colecciones del British Museum , con el número de registro 131236 , y su exquisito catálogo, recientemente digitalizado y expuesto al público para su disfrute, nos detalla que se encuentra ligeramente deteriorada ...
Fue encontrada por las campañas arqueológicas que realizaban en la ciudad de Ur por Leonard Wolley, uno de los padres de la arqueología , que compaginó precisamente en Mesopotamia su diario de campo con T. E Lawrence y con nada más y nada menos que la gran Gertrude Bell. Su contexto arqueológico y el desciframiento de la bella caligrafía cuneiforme nos narra una historia digna de contarse .
Un tal Nanni
En forma de carta, un tal Nanni, escribe a un tal Ea-nasir , quejándose de la forma en la que se le ha tratado y entregado la mercancía que ha comprado. A tenor del texto, inadmisible. De un lado, la queja parece que se debe a que el mineral de cobre era pobre, no era lo pactado: «Le daré a Gimil-Sin (cuando venga) lingotes de cobre de buena calidad. Entonces te fuiste pero no hiciste lo que me prometiste. Pusiste lingotes que no eran buenos» .
La cosa estaba clara. No cumplía con lo hablado, ni con los estándares de calidad a lo que estaban acostumbrados a estibar en las bodegas de carga de los barcos que fletaban y que iban de aquí para allá para hacer efectivo aquello de la oferta y la demanda del muy extendido cobre.
La detallada traducción de su escritura cuneiforme nos narra como a pesar de contar con la suma de dinero contante y sonante para la compra, que envió junto a su persona de confianza, aparentemente no solo el cobre que recibió era malo, sino que además, como describe la tableta, a pesar de desplazarse la distancia nada despreciable que separa Mesopotamia al actual Golfo Pérsico , ¡se queja del mal trato, y de la grosería con el que se despachó a su representante! Literalmente.
Habría que ver las formas y los decibelios de la discusion. «Si quieres tomarlos, tómalos; si no quieres llevarlos, ¡vete!» le dijo el proveedor sobre los lingotes al enviado del comprador. «¿Por qué me tomas, que tratas a alguien como yo con tanto desprecio? He enviado como mensajeros a caballeros como nosotros a recoger la bolsa con mi dinero (depositado con ustedes), pero me han tratado con desprecio enviándomelas con las manos vacías varias veces, y eso a través del territorio enemigo. ¿Hay alguien entre los comerciantes que comercian con Telmun que me haya tratado de esta manera?. ¡Solo tú tratas a mi mensajero con desprecio !»
Y como no hay dos sin tres, en el pliego de descargo terroso , de arcilla endurecida, también se queja literalmente de ¡equivocarse en la dirección!, al realizar otros envíos y de...¡retrasos!. Sin lugar a dudas esta tableta, posiblemente encontrada en algún lugar olvidado de un estrato de tierra, nos narra como en el comercio tan antiguo como el mundo que se produce entre los sapiens-sapiens, en ocasiones no hay cosasno hay nada nuevo bajo el sol.
Qué actual parece la tablilla cuneiforme de período babilónico. Si lo comparásemos con algunas quejas que inundan los tribunales de consumo y los tribunales contencioso-administrativos. Que se lo digan a las organizaciones de defensa de los consumidores , que posiblemente puedan valorar cada peso de aquellas palabras escritas hace a día de hoy, en 2021, en torno a 3.771 años.
Uno de los grandes asiriólogos
Leo Oppenheim, uno de los más destacados asiriólogos de la historia, profesor del célebre Instituto Oriental de Chicago y en palabras de Speiser, la «persona que más ha léido escritura cuneiforme del mundo». En sus «Cartas de Mesopotamia: cartas oficiales, comerciales y privadas en tabletas de arcilla de dos milenios», nos lega una y otra maravilla sobre aquella bulliciosa vida que los puertos de la antigüedad debía vibrar.
La arqueología subacuática tuvo un importante punto de inflexión precisamente con el descubrimiento del pecio de Ulu-Burum. Dicho barco transportaba precisamente 354 lingotes de cobre . Junto al mismo, en la bodega compartía asiento con ébano Egipcio, vidrio en bruto, resina de terebinto, lingotes de vidrio azul para incrustar la fayenza, oro y ámbar... En este caso la ciencia parece relatarnos prácticamente, con sus mismos aires y sus mismo horizonte imaginario, aquellos textos cuneiformes de un lado y de otro -incluso los poemas de Cavafis de hace menos años-, que con su evocadora prosa de la antigüedad nos describen esos viajes, esas cargas y puede que, entre el bullicio de aquellos puertos, aquellas quejas mercantiles .
Las matemáticas de Babilonia
Las tablillas babilónicas son todo un tesoro cultural y arqueológico. Para que nos hagamos una idea, recientemente Historia Mathematica (la revista oficial de la Comisión Internacional de Historia de las Matemáticas), nos detallaba la importancia y predilección de los babilonios por la precisión de los números inscritos en aquellas tablillas de arcilla . Su sencillez y calidad, parece que se adelanta en miles de años al propio Hiparco de Nicea, considerado uno de los padres de las matemáticas y la geografía, autor del primer catálogo de estrellas y uno de los pioneros en esto de la trigonometría. La tablilla babilónica Plimpton 332, de 3800 años de antigüedad y contemporánea a nuestra primera queja formal de la historia de Nanni, parece que esconde la tabla trigonométrica más antigua de la historia . Es lo que tienen las tablillas y estas culturas tan fascinantes. Pero quizás esta es otra historia.
Ya solo queda encontrarlas. Hay muchas rescatadas del olvido por parte de los arqueólogos, que en el caso español tiene a importantes grupos de investigación en campañas internacionales. Historias de la tierra que están a la espera de darse a la luz por las manos y las mentes de la ciencia. «El arqueólogo solo tiene una oportunidad para desentrañar la información sobre la vida en la Antigüedad que la tierra oculta» , manifestaba Leonard Wolley. Cuanta razón tenía.