César Antonio Molina
Eduardo Lourenço, sabio iberista
Eduardo Lourenço (1923-2020) era uno de los pensadores europeos más destacados. Licenciado en Ciencias Histórico-Filosóficas por Coimbra, fue allí mismo profesor de filosofía. Luego ejerció la docencia en varias de las más relevantes universidades europeas (Hamburgo, Heidelberg, Montpellier, Grenoble y Niza) y americanas (Bahía). Tenía algunos de los más prestigiosos doctorados Honoris Causa, así como los más importantes galardones europeos e iberoamericanos. Era Premio Pessoa y Camoens . El presidente de la República portuguesa manifestó el dolor del país por tan gran pérdida y declaró el luto nacional.
Su amplia labor investigadora estuvo orientada hacia la crítica y teoría literaria, la reflexión filosófica, la investigación del arte, la sociología y política cultural, así como fue un narrador memorialístico. Algunos de sus libros más representativos fueron: «Sentido e forma da poesia neorrealista», «Pessoa revisitado», «Tempo e poesia», «O fascismo nunca existiu», «O laberinto da saudade o Psicanálise mítica do destino português». El conjunto de ensayos reunidos bajo el título de « Nós e a Europa, ou as duas razoes », fue reconocido con el Premio Europeo de Ensayo .
Todo el volumen responde al examen de la supuesta crisis de identidad portuguesa, tras la pérdida de los territorios de ultramar. Lourenço llegaba a la conclusión de que la identidad de su país estuvo siempre salvaguardada por la unidad lingüística y cultural. Y manifestaba igualmente la contradicción que pudiera existir entre esta opinión suya en relación con la de Cortessao, quien se refería precisamente a la dispersión y al humanismo cosmopolita de los portugueses, y también a la « sublime vocaçao de nao-identidade », la despersonalización pessoana. El caso es que, venía a concluir Lourenço, Portugal estaba «obligada» a dialogar con el otro, y ese otro era no solo Europa sino también España.
La relación con Europa de parte portuguesa siempre se había movido entre el resentimiento y la fascinación, entre el distanciamiento, la marginalidad, la dependencia, el complejo de inferioridad; así como los retrasos en las revoluciones sociales, religiosas y científicas. Y en este sentido establecía en su libro el permanente diálogo, en la mayor parte de los casos polémico, entre España y Europa a través de los siglos. Habla de Feijoó, Saavedra y Fajardo, Quevedo y Gracián. «A Espanha, lúcida e delirantemente barroca, dialoga ao nivel mais profundo com a Europa, em particular com essa França, rival abominado e invejado, num jogo de espelhos que passa do três séculos ainda não terminou de todo». La geografía peninsular, para Lourenço, siempre mantuvo una lucha entre la tradición y la renovación, entre la integración en lo universal y el enraizamiento en lo autóctono.
La manera como encaró las relaciones entre Portugal y España es de las más lúcidas y definitivas , pues de nuestro país tenía un conocimiento semejante al del suyo. Los destinos de ambos países peninsulares fueron paralelos o cruzados, pero jamás opuestos. ¿Por qué no ahora entrecruzarlos?, se preguntaba. Y así ha sido a lo largo de nuestras aún jóvenes democracias. Como el primer Premio Nobel de Literatura en lengua portuguesa, Jose Saramago, Lourenço -de quien era un gran amigo- llevó a cabo un didactismo intelectual para relegar definitivamente ese antiespañolismo que él calificaba como «a doença infantil do nosso nacionalismo».
Si Portugal pierde a uno de sus más grandes intelectuales, España también debería estar de luto por perder, a su vez, a uno de nuestros más grandes valedores. Yo lo conocí a comienzos de los años ochenta a través de otro de sus grandes amigos, Angel Crespo . Uno y otro eran y son el símbolo del amor cultural entre ambos países, que trasciende a Iberoamérica.