EL PACÍFICO HISPÁNICO
La carrera de las especias
Navegando por rumbos opuestos, Portugal y España accedieron a las islas Molucas, cuna del producto más valioso de la época. El retorno por el Pacífico no dejaba de sembrar el océano de naufragios y cadáveres...
Navegando desde rumbos opuestos, Portugal contorneando África y España cruzando el Pacífico , ambas naciones habían accedido a las islas Molucas, la cuna de las especias, el producto más valioso de la época por sus propiedades conservantes de los alimentos. La soberanía sobre las Molucas va a ser disputada ahora por ambas, que nunca congeniaron pese a ser hermanas y vecinas, y acaso por ello, y las dos esgrimen su mejor derecho, por la extensión al otro lado del planeta de la raya trazada por el Tratado de Tordesillas.
Mientras Portugal reforzaba sus plazas moluqueñas, la España de Carlos V envió varias expediciones a la zona para consolidar sus pretensiones. La de García Jofre de Loaísa se componía de siete naves y 450 hombres, y en una de ellas viajaba como segundo Juan Sebastián Elcano. Pero bien pronto se manifiestan las desventuras, que no van a dejar de castigar a la expedición a lo largo de toda su derrota. Vientos adversos, temporales furiosos, errores de navegación, enfermedades y todo cuanto la adversidad puede propiciar en un océano Pacífico pavoroso , se cebarán sobre los barcos y los expedicionarios.
Borrascas formidables
Tanto a la entrada como a la salida del Estrecho de Magallanes se levantan sendas borrascas formidables que, entre otras consecuencias, producen el destrozo de la nave de Elcano y la dispersión de los barcos, hasta el punto de que no volverán a encontrarse, sufriendo destinos tan diversos como México, España o Filipinas, mientras otras naves desaparecen para siempre . También se esfuma la San Lesmes, pero su suerte se halla envuelta en el misterio, pues según recientes investigaciones arribó a una isla de la Polinesia, donde los marinos se mezclaron con las nativas, dejando impregnada la isla de su sangre y su cultura española, donde aún perviviría.
Tal estado de cosas sume al capitán general de la expedición, Jofre de Loaísa, en un estado profundo de depresión que le lleva a la muerte. Le sucede en el mando Juan Sebastián Elcano, que poco después cae enfermo, redacta testamento y perece , siendo sepultado en el océano que él dominó por primera vez.
Solo la nao capitana, la Santa María de la Victoria, logrará cumplir el propósito de la expedición, alcanzar las Molucas, siendo la única de las siete naves que logra hacerlo, un año después de la partida de La Coruña. Y allí se encuentran con un Portugal que a su vez ha ido afianzando su posición en la región, y que se manifiesta con gran hostilidad contra los españoles. La pesadilla de los supervivientes españoles terminará cuando 17 hombres de los 450 de la partida sean rescatados y devueltos a México, entre ellos, y para fortuna de la historia de España, un joven marino vasco llamado Andrés de Urdaneta.
Tamaño desastre obliga al emperador español a despachar una nueva expedición a la especiería, pero esta vez partirá desde Nueva España, y será encomendada a quien ha acreditado tener sobrada capacidad organizadora: Hernán Cortés . El flamante conquistador de Méjico, que ya estaba preparando su propio salto al Pacífico, recibe la comisión no solo de montar una expedición que acuda a las Molucas, sino de tratar de buscar a los marinos españoles desaparecidos. Cortés, fiel y leal a la Corona como fue siempre, ejecuta la orden y dispone una flota al mando de Álvaro de Saavedra, compuesta de tres barcos y cien hombres.
La crueldad de De Meneses
Como jirones desprendidos, la flota irá recogiendo a los supervivientes de expediciones anteriores en las dispersas islas del Pacífico, unos prisioneros o esclavos a los que rescata , otros aislados y solitarios. España se comportaba como el Imperio que empezaba a ser, no abandonando a su suerte a sus marinos desaparecidos.
Por lo demás, el Pacífico volvió a mostrar sus temibles zarpas, y solo la nave capitana alcanzó las Molucas. Y allí volvieron los españoles a enredarse en las reyertas con los reyezuelos locales y con los portugueses, sorprendiéndose de la crueldad del gobernador Pedro de Meneses, que había dado la orden de envolver a los españoles apresados en una vela y arrojarlos al mar .
Pero más doloroso aún fue enterarse de que por el llamado «Empeño de las Molucas», el Emperador Carlos V había vendido a Portugal los derechos de España sobre las Molucas por 350.000 ducados . Tras tantos esfuerzos, expediciones y sacrificios, para muchos españoles la venta fue juzgada como una claudicación . Pero desde una perspectiva histórica, no lo fue tanto. El retorno por el Pacífico no dejaba de sembrar el océano de naufragios y cadáveres, y además, las especias habían dejado de ser tan valiosas. No solo porque tras una oferta excesiva su precio había bajado, sino porque las especias estaban pasando a un segundo plano, tras la irrupción en Europa de un producto nuevo, llamado a desbancar en valor a todos los demás: la plata de los yacimientos de la América española.
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