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Muere Carlos Seco Serrano, un ilustre maestro
Era una de las más preclaras figuras de la presente intelectualidad española
En la noche del sábado al domingo de Gloria ha fallecido, en la soledad hospitalaria a que han obligado las actuales circunstancias, una de las más preclaras figuras de la presente intelectualidad española: Carlos Seco Serrano . Historiador, editor literario, articulista, conferenciante, prologuista… Decano de los académicos de la Historia.
Nacido en Toledo el 11 de noviembre de 1923, hijo del oficial de Infantería don Edmundo Seco Sánchez, sus años juveniles transcurrirían en el Protectorado de Marruecos. Trece años tenía cuando el 17 de abril de 1936 su padre fue requerido por sus compañeros para secundar la sublevación militar, pero eligió seguir la suerte de su jefe el general Romerales, de quien era hombre de confianza, siendo condenado a muerte y ejecutado en la fortaleza de El Hacho el 15 de junio de 1937, no sin antes haber encomiado a sus hijos el perdón más evangélico y generoso y de haber hecho votos por la reconciliación nacional. Desde ese momento Carlos Seco desterró el rencor. Cuando casi 60 años después, S.M. el Rey Juan Carlos I, concedió a Carlos Seco la gran cruz del mérito militar, el hijo tuvo ocasión de rememorar al padre y de manifestar su inquebrantable y heredado amor al Ejército.
Su despierta inteligencia y su gran tesón le permitieron finalizar, con muy limitados medios, la carrera de Filosofía y Letras, en Madrid, donde fue discípulo de Ciriaco Pérez de Bustamante y de Jesús Pabón, maestros a los que honraría en sendos trabajos. Premio extraordinario de licenciatura 1945, don Carlos lo sería también de doctorado en 1950.
Tras compaginar durante varios años la docencia con los estudios, pasa Carlos Seco a ser profesor en la Universidad Central y, como becario de la fundación Conde de Cartagena y pensionado por la Real Academia de la Historia , trabaja en el Archivio Mediceo de Florencia en 1956, ganando, al año siguiente, la cátedra de Historia General de España en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona. Esta ciudad le marcaría indeleblemente al detectar en ella la huella viva del pasado en sus arquitecturas urbanas y en su vitalidad, y Cataluña entera lo haría como la fuerza regeneradora de la España total que él hubiera deseado.
Trasladado a Madrid en 1975 para ocupar la cátedra de Historia Contemporánea de España en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, de la que fue nombrado Decano al año siguiente. En 1978 ocupaba la vacante dejada por su maestro, Jesús Pabón, en la Real Academia de la Historia, y el 15 de diciembre de 1986 recibía el premio Nacional de Historia .
La Academia de la Historia ha tenido en él un Censor valioso y riguroso de 1988 a 2014, pasando a ser Censor Honorario en ese año. Durante mucho tiempo y hasta que su avanzada edad se lo ha permitido, ha venido mostrando en frecuentes artículos de prensa su fino criterio, combinación de reflexión y de conocimiento, en el afán por recuperar la esperanza inicial de la Transición cuyos intentos de traición vislumbraba que habían comenzado. Desde la indiscutible autoridad ética y moral que le proporcionaban su trágica experiencia y toda una vida de estudio de la convivencia entre los españoles, declaraba a ABC en 2007: «Como historiador, no puedo rechazar la memoria histórica . Lo que no puedo aceptar es la memoria histórica parcial. Un historiador no puede concebir la Historia como un enfrentamiento entre buenos y malos. La misión del historiador está precisamente en buscar o entender la razón de unos y otros».
Convencido demócrata y monárquico también convencido, es una referencia permanente. Enorme ha sido su aportación al campo de la historia y del pensamiento, a través de su investigación, su ponderado juicio y la forma de exponerlo, imposible de alcanzar bajo los nuevos parámetros de olvido de la ética tradicional (que no convencional), la moral del éxito, y la relativización de los valores espirituales.
Hemos perdido un sabio y un hombre de bien de trayectoria harto probada, pero, ante todo, y como a él le gustaría resaltar, un cristiano y un español cabal en tiempos de prueba.
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