Oti Rodríguez Marchante

Buñuel y el achique de espacios

«El ángel exterminador» es una película inexplicable, aun dentro de ese territorio entre el surrealismo y el recochineo que tanto le gustaba pisar al cineasta

Se trata de la última película mexicana de Buñuel , aunque a él le hubiera gustado que fuera la primera francesa, pues son los franceses, y en especial sus críticos de cine, los mejor dotados del mundo para explicar lo inexplicable. En efecto, «El ángel exterminador» es una película inexplicable, aun dentro de ese territorio entre el surrealismo y el recochineo que tanto le gustaba pisar a Buñuel: esa colección de personajes encopetados que, al término de una cena de gala en una gran mansión, son incapaces de salir de la habitación, atrapados como náufragos, y que irán dejando escapar de ellos toda la miseria y la histeria de esa clase burguesa a la que el artista vitriólico y burlón parodió y «paroamó» con tanto ímpetu y sadismo.

El único que se ha atrevido a explicar los porqués de «El ángel exterminador» ha sido Woody Allen , o su cerebro lleno de roedores que persiguen gatos, cuando sugiere en una escena de «Midnight in Paris» que su protagonista viaja en el tiempo, conoce al joven Buñuel y le ofrece una idea para una película: «un grupo de personas se reúnen en un salón y luego no pueden salir de allí»…, «pero, ¿por qué no pueden salir?» -pregunta Buñuel a Owen Wilson-... «Pues no lo entiendo», termina diciendo el desconcertado Buñuel.

Se equivoca en eso Woody Allen: Buñuel es el único que entiende a la perfección, el que establece exactamente la distancia que quiere proponer entre la cortesía y la degradación, entre el humor y el esperpento, entre un simbolismo arrasador y unos guiños provocadores, entre los límites de la creación y el significado (el Ángel) del apocalipsis. Recibió en el Festival de Cannes (donde había ganado el año anterior con «Viridiana» ) el premio de la Crítica Internacional, que siempre admite noblemente el merecimiento de premio en algo que no acabar de entender, y también recibió el signo de perplejidad en el rostro del mundo entero.

Pero, ¿qué era realmente lo que le impedía salir al aristocrático grupo del salón? No importa, y Buñuel sabía que, con el tiempo, sería ridículo tener que explicar las causas por las que una comunidad de poderosos se queda aislada, encerrada y digna de caricatura. El achique de espacios, diría un futbolero.

Buñuel y el achique de espacios

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación