Obituario

Armanda Passos:Pionera del arte de la mujer en Portugal

Se larvó un prestigio y unas señas de identidad en el imaginario nacional, en el que destacaban sus icónicas mujeres de volúmenes abultados

Francisco Chacón

Armanda Passos logró abrirse camino en el mundo del arte portugués en plena dictadura de Salazar. No era fácil hacerlo para una mujer, pero la fuerza expresiva de sus lienzos le sirvió de aval indiscutible.

La artista, sin embargo, se sobrepuso en medio de las dificultades de una época oscura y mostró una determinación en su modernismo con tintes surrealistas que influyó a pintoras posteriores y se ganó el calificativo de pionera.

Instalada en Oporto, Passos creció en las décadas de los 40 y 50, justo cuando el salazarismo arreciaba en unos tiempos que llevaron a Portugal al aislamiento internacional.

Posteriormente comenzó a larvarse un prestigio y a elevar sus señas de identidad con un “imaginario nacional” en el que destacaban “sus icónicas mujeres de volúmenes abultados”, de acuerdo con las palabras del presidente de la Asamblea de la República, Eduardo Ferro Rodrigues.

Y el histórico político socialista prosigue: “Armanda Passos constituye una referencia ineludible en la pintura contemporánea portuguesa”.

Así es por parte de esta heredera de la vanguardia de Amadeo de Souza-Cardoso, en cuyo museo de Amarante se halla representada, como también en Serralves o la Fundación Gulbenkian.

Su talento no se manifestó en una explosión, sino que se fue consolidando poco a poco, entre otras razones porque la diversificación de su talento se afianzó en sus lienzos, en sus diseños y en una colección de serigrafías.

Pero es quizá su localidad natal, Peso da Régua, la que mejor atesora sus creaciones, puesto que ella misma dio un significativo paso cuando se vio enferma el pasado mes de mayo.

Como le preocupaba salvaguardar su producción, Armanda Passos tomó la decisión de donar 83 de sus obras al Museo del Duero, el cual queda indisolublemente ligado a la personalidad y al estilo de su ilustre hija predilecta.

Entonces este edificio respondió encargando un tributo que hoy se revela como todo un acierto: convertir la zona de la Ribera del río que nace en España y desemboca en Oporto en un parque escultórico a mayor gloria de esta mujer sencilla y de costumbres locales. No, no es que ella cultivara esta faceta, en absoluto, pero el homenaje se concreta gracias a la transformación de sus ‘criaturas’ (de aspecto bonachón) en piezas de escultura.

En la primera mitad de la década de los 80, el Ministerio de Cultura le concedió su premio principal, mientras que hace casi 10 años se le atribuyó la Órden de Mérito de la República. Dos ejemplos del poso que ha ido dejando en su país, el mismo que a veces la entristecía debido a sus vaivenes políticos y a sus contradicciones sin fin. “Si les gusta mi trabajo, entonces le gusto yo”, solía decir Armanda Passos en un ejercicio de sinceridad.

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