Flamenco

Antonio Mairena, último grito de libertad

Una revisión de su obra mientras se celebra el festival de Cante Jondo que lleva su nombre hasta el día 4 de septiembre

Antonio Mairena, cantaor ABC

Luis Ybarra Ramírez

«Qué grande es la libertad», ese el último verso que grabó Antonio Mairena en el estudio. Por toná. Con el Nano de Jerez jaleándole a la espalda en el disco 'El calor de mis recuerdos' . A la libertad se marchó cantando el creador de una de las estéticas más poderosas jamás vistas en el flamenco. Una de las más influyentes. El maestro de los Alcores, que no encontró fortuna en sus comienzos, durante la Ópera Flamenca, la cual consideraba una desvirtuación de su cultura en pro del espectáculo, recuperó viejas fórmulas y las tradujo según sus códigos, los del cante gitano andaluz que siempre defendió. La razón incorpórea. Recuperó y aportó un sinfín de detalles al material que catalogó como remoto, atribuyéndole a gitanos desconocidos estilos aparentemente novedosos . Llenó de misticismo y leyenda los repertorios. De romanticismo, también, desde su particular concepción de la pureza. Pero, sobre todo, se impuso. Consiguió la tan discutida Llave de Oro al Cante tras El Nitri y Manuel Vallejo en el año 1962. Sus seguidores se tornaron en devotos. Sus discos, en vitrinas. El mairenismo crecía con él y orillaba al resto. Era el maestro. Quien dominaba todos los palos. La cátedra de la bulería corta y la soleá, de la seguirilla, de los tientos, de las cantiñas. De todo, en definitiva. Ató bien los romances, algo deslavazados entonces. Cuadró los estilos trianeros, distraídos del compás. Incluso grabó cuplés de joven, algo que quedaría como anecdótico con el transcurso del tiempo.

A la libertad y al nuevo día, paradójicamente, fueron sus últimos jipíos en la toná 'La madrugá ', como un guiño del destino. Y a su escuela se acercaron artistas de todos los territorios, edades y gustos para aportar variedad al abanico. Hay, por tanto, cien versiones de él mismo. Mairena según Jerez; escuchen si no al Torta y a Manuel Moneo, su hermano. Mairena según el Campo de Gibraltar, como Canela de San Roque. Mairena según Mairena, más fiel al punto de partida. Mairena según El Lebrijano y Menese. Mairena según cualquiera que se acerque a su obra y quiera aprender a partir de unos cánones que a la mayoría han servido de bases.

A todo ello se le añade otro desglose que deriva de la emoción y sus intenciones. En el propio Antonio Mairena convivieron dos cantaores que se manifiestan con expresiones muy diferentes . Está el canónico , ese que quiere dejar sello. El del legado. El preocupado por ejecutar la estructura exacta que el resto ha de seguir, tarea que también desarrolló en el libro 'Mundo y formas del cante flamenco', junto a Ricardo Molina. Pero, por otro lado, hay un Antonio Mairena visceral , que en directo y a gusto se duele de manera irracional. Que canta sin pensar, más calentito, digamos. Que olvida la responsabilidad por un momento y echa a llorar como lo hace la lluvia sobre la tierra. Desbocada, pero en su medida justa.

Curro Mairena, Antonio Mairena y Melchor de Marchena a la guitarra ABC

El festival de Cante Jondo Antonio Mairena, que estos días celebra su LX edición, da buena cuenta de ello. El mairenismo , ese que el siglo pasado tapó otras corrientes igualmente enjundiosas, aunque excesivamente líricas para algunos, vive hoy su mejor momento ; aguarden antes de arrojar sus piedras. Si en el pasado resultó reduccionista y sesgado para según quién, con toda una teoría enfrentada a la realidad del género jondo, hoy se funde con el resto de escuelas. Está presente en la mayor parte de los artistas actuales, como sucedía antaño. Pero los mairenistas cantan ya por Marchena . Cantan por Camarón, por Morente, con quien tantas aristas se cruzan.

Será ese el concepto que se pasee sobre el escenario entre el jueves y el sábado en la cita que tradicionalmente clausura los festivales de verano. El guitarrista Rafael Riqueni presenta su nuevo disco, 'Herencia', el 2 de septiembre. Al día siguiente, tendrá lugar la gala '50 años de flamenco', en referencia a la efeméride de la Casa del Arte Flamenco, en el auditorio Manuel Mairena. Y allí estará El Purili , un joven que, como El Funi o Paco Valdepeñas, echa a bailar sobre su propia música; José Canela , hijo de Canela de San Roque, y Laura Vital , de Sanlúcar; los mairenistas José Parrondo y Manuel Cástulo ; y, finalmente, el bailaor Pepe Torre , de cintura salvaje.

La gran gala del sábado día 4, por su parte, tiene a Pedro El Granaíno como reclamo. También a Juana la del Pipa , gitana de paño moreno y mirada combativa; Lela Soto , esperanza de los Sordera; Antonio Ortega Hijo , paisano que recientemente publicó su 'Calle del arco'; y el bailaor David Pérez , quien viene con los ecos de Jeromo Segura y El Mati como escuderos.

Juana la del Pipa durante una actuación Raúl Doblado

El arte es robo prolongado y contrapunto, inclinación y contribución. Una cadena con mil eslabones que se van soldando a fuerza de talento, sin llegar nunca a quebrarse. Y deja como resultado un trazo sinuoso en el que se producen tantas evoluciones como involuciones. Antonio Mairena está vivo en la voz de quien menos se espera. Continuamente revisado. Los gafapastas cantan por Mairena. Los más tradicionales y arcaicos, también . Mairena es un ente omnipresente, aunque no se diga. Un rayo de luz pertinaz, como él mismo señaló en su última seguirilla del Fillo: «Pase y lo verá/que el oro fino no ha perdido su brillo/ni lo perderá». Pocos imperios se desintegran sin dejar huella. Tal vez a eso se refería con esa conclusión seguramente azarosa de la toná. A la libertad de los que caminan.

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