Antoni Guiral
El reflejo de Mafalda
Hablar de Quino o de Mafalda supone un punto de inflexión en la educación sentimental de los que ahora rondamos (o sobrepasamos) los 60 años. Muchos de nosotros ya éramos lectores de historietas cuando lo descubrimos; otros no, descubrieron la historieta con Quino, sobre todo con Mafalda. Esa niña de corazón y adulta de mente nos encandiló. Por su inocencia, por un lado. Por su forma de decir verdades como puños, por otro. Las tiras de Mafalda fueron realizadas por Quino sólo entre 1964 y 1973, cuando el mundo era, quizá, algo más sencillo pero, como siempre, seguía lleno de contradicciones. Mafalda las expuso, nos colocó enfrente un espejo para denunciar nuestras miserias, tanto sociales como económicas y políticas, y ese reflejo nos impactó. Esa generación que es la mía redescubrió el mundo desde los ojos de una niña que odia la sopa. Posiblemente, a gran parte de mi generación la sopa le guste, pero, por lo demás, no dudamos en identificarnos con la mirada de lince que Mafalda lanzaba sobre nuestra sociedad. Era incómoda, sí, pero sus verdades estaban más allá incluso de ideologías políticas. Mafalda era humanista. Como deberíamos de serlo todos y todas. En el caso de nuestra generación, al menos descubrimos y valoramos ese humanismo bañado en inocencia pero también en credibilidad. Muchas gracias por todo, Quino y Mafalda.