Sir Anthony Blunt, el asesor comunista de la Reina de Inglaterra cuya traición costó la vida a decenas de agentes

Tras dos décadas de espía al servicio de la Unión Soviética, fue descubierto por una delación. El Gobierno de Londres mantuvo oculta su deslealtad durante quince años. Era un prestigioso historiador del arte

El cuarto hombre EFE
Pedro García Cuartango

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Sir Anthony Blunt era un prestigioso historiador del arte y encargado de la pinacoteca de la Reina hasta que en 1979 Margaret Thatcher reveló en el Parlamento que había trabajado durante dos décadas para la Unión Soviética. Era «el cuarto hombre» del Círculo de Cambridge, tras la huida a Moscú de Philby, Burgess y Maclean . Hubo que esperar otra década para conocer la identidad del quinto: John Cairncross, un alto funcionario de Exteriores.

La revelación produjo un escándalo mayúsculo en la sociedad británica, que se preguntaba cómo un caballero de la Orden Victoriana, condecorado por Isabel II, profesor de Cambridge, director del Instituto Courtauld e ilustre miembro del establishment podía haber servido al espionaje soviético con absoluta impunidad.

Cinco días más tarde de la revelación, Blunt compareció ante los medios, reconociendo abiertamente que había sido un agente al servicio de Stalin. «Puse mi conciencia por encima de la lealtad a mi país», afirmó con arrogancia sin pedir perdón por sus actos. El MI5 sabía desde 1964 que Blunt era un espía soviético tras haber sido delatado por un ciudadano estadounidense al que pretendió reclutar. Pero su traición fue ocultada durante 15 años .

El asesor de la Reina había formado parte del Grupo de Bloomsbury, que se reunía en casa de Virginia Woolf y del que formaban parte Keynes, Bertrand Russell, Wittgenstein, E. M. Forster y la escritora Katherine Mansfield, en el que primaba más su carácter elitista que su rechazo a las tradiciones británicas.

Hijo de un vicario, había estudiado matemáticas en el Trinity College de Cambridge, donde decidió trabajar para el NKVD a mediados de los años 30 cuando era simpatizante del comunismo. Se unió al Ejército británico para combatir a Hitler y, poco después, fue destinado al MI5.

Blunt tenía acceso a la familia real y era un personaje habitual en Buckingham Palace. Por sus relaciones con la cúpula gubernamental, disponía de información estratégica que no dudó en pasar a los rusos. Delató a decenas de agentes británicos en el exterior, que fueron capturados y muchos de ellos, ejecutados.

Su vida privada no era precisamente ejemplar porque era abiertamente homosexual y había sido acusado de pedofilia en un orfanato de Irlanda del Norte. También tuvo mucho que ver en el suicidio de una de sus alumnas, había chantajeado al duque de Windsor por sus simpatías hacia los nazis, había plagiado libros de sus colegas y había autentificado cuadros falsos a cambio de dinero. Incluso había estafado a un amigo al comprarle un cuadro de Poussin por una miseria para luego revenderlo a una galería canadiense.

Finalmente fue juzgado por un tribunal en 1979, que le condenó por alta traición, pero no ingresó en la cárcel por su avanzada edad. El magistrado le preguntó. «¿Es usted consciente del daño que ha hecho?». Su lacónica respuesta fue: «Me temo que sí».

Blunt murió en 1983 con más pena que gloria, ya que no podía salir a la calle sin ser tachado de traidor y, lo que es peor, los tabloides británicos habían aireado sus muchas miserias.

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