Ángel Antonio Herrera - Ladrón de Fuego
Bazofia de la mejor
Las series triunfan porque series buenas hay pocas, o muy pocas
La pandemia ha sepultado muchas lujurias, pero ha encendido la lujuria única de las series, que es un poco una lujuria de una clase media y no necesariamente ilustrada que más bien no existe. Ayer mismo arriesgaba Ana Iris Simón , la última revelación fascinante de las jóvenes letras, que somos pobres con Netflix. Me gusta la acuñación. Netflix, y otras plataformas de menor eslora, han venido a iluminar de venial lujuria el confinamiento, que es un estado vaciado de lujurias, por lo general. Igual falta para aceite, pero no falta para la suscripción a un menú de series. La serie viene siendo moda creciente desde hace años, pero ha dado el gran estirón en este año pasado, mientras vivíamos un clima de medio arresto domiciliar y medio tedio convivencial. Las series se han venido viendo en maratón, como encontrando en el atragantamiento un lujo, y casi yo diría que nos hemos enterado de que aún el cine existe porque se celebraron los Oscar, o los Goya. No diré que las series son al cine lo que son al cine las palomitas, pero a veces sí. Las series son la invención de otro fútbol, y a veces sale un partidazo, y muy a menudo sale un partido olvidable. Los modernos de la sociología sostienen que las series triunfan porque son la esencia del carácter fragmentario de la vida moderna. Pero uno cree que la series triunfan porque series buenas hay pocas, o muy pocas. La mediocridad no exige espectadores, sino clientela. Para ir haciendo cátedra de series sólo hace falta tener un sofá. Enfrente, queda el libro, que es una reliquia de desviados escasísimos. El papel pide esfuerzo, la tele pide pereza. Yo he visto algunas series de buena memoria, durante el confinamiento, más allá de la fastuosa ‘The Crown’. Rescato dos. ‘Creedme’, un retrato en dirección prohibida sobre víctimas sexuales, y ‘Mindhunter’, un retrato coral sobre el trato directo con asesinos en serie. Ninguna es lo que en principio parece. Luego está toda la oferta, nacional o no, de zombies adolescentes, narcisos suburbiales, amazonas de época o juezas de playa. En general, un despiste insoportable. Bazofia de la mejor.