La amante espía de la II Guerra Mundial que resultó clave para desbaratar la máquina nazi Enigma

Amy Elisabeth Thorpe obtuvo valiosa información para los aliados en Varsovia, Washington y Vichy gracias a sus relaciones sentimentales. Estuvo en España, pero huyó tras levantar sospechas de trabajar para la causa republicana

Pedro García Cuartango

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Amy Elisabeth Thorpe sirvió a la causa aliada durante la II Guerra Mundial con un arma que resultó muy efectiva: sus encantos personales. Fue a mante de diplomáticos y militares en Varsovia, Washington y Vichy, que le proporcionaron valiosos secretos militares del régimen de Hitler .

Amy había nacido en Mineápolis (Minesota) en 1910 en el seno de una familia de la alta burguesía local . Su padre era un oficial de Infantería y su madre era hija de un senador. Fue educada en elitistas escuelas privadas en Europa. Cursó estudios universitarios en la Sorbona y en Columbia. En esa época escribió una novela romántica de cierto éxito.

Pensaba dedicarse a la literatura cuando conoció a un d iplomático británico en Washington. Era 20 años mayor que ella , pero se enamoró y se casó con él. Desde ese momento, adquirió una doble nacionalidad: la suya y la de su marido, que fue destinado a la Embajada en Madrid en 1936.

Se tiene constancia de que Amy Elisabeth colaboró con la Cruz Roja para auxiliar a los heridos del bando encabezado por Franco y que ayudó a cruzar la frontera de Irún a algunas familias de los sublevados. Pero fue denunciada cuando ya había sospechas de que era una espía republicana , por lo que abandonó España al ser destinado su esposo a Varsovia a finales de 1937.

El matrimonio se rompió en ese momento y Amy entabló una relación sentimental con un coronel polaco llamado Kulikowski, que le permitió el acceso a los altos círculos militares. Luego se introdujo en el entorno del ministro Exteriores, Jozef Beck , tras hacerse amante de su ayudante . Gracias a ello, pudo conocer la información de los servicios secretos polacos sobre los planes de Hitler. A través de Beck, tuvo noticias de que los alemanes tenían una máquina de cifrado , llamada Enigma . Amy ya trabajaba para la Inteligencia británica con un sueldo de 20 libras mensuales. Su sombre en clave era «Cynthia».

Siguió a su marido a Praga y luego a Santiago de Chile, donde obtuvo información sobre los movimientos de la flota alemana en Iberoamérica. Trabajaba como corresponsal de un diario canadiense, lo que facilitaba sus movimientos. Pero el servicio secreto británico la pidió que volviera a Washington en 1941 . Allí entabló relación con el agregado naval italiano, el almirante Alberto Lais, del que obtuvo los códigos secretos de la Marina de Mussolini .

En los últimos años de la guerra fue enviada a Vichy . Allí conoció al capitán Charles Brousse, que trabajaba en la oficina de prensa de Petain pese a sus convicciones antinazis. Se hicieron amantes y luego se casaron. Brousse le proporcionaba todos los documentos que caían en sus manos. Entre ellos, los códigos de las operaciones aleman as en el norte de África, que consiguió entrando una noche en unas dependencias militares. Su marido tuvo que forzar una cerradura para poder fotocopiar las claves, lo que levantó sospechas sobre él y algunos otros colaboradores. Por ello, tuvo que ocultarse y huir del país .

Amy fue repatriada a Washington antes de acabar la contienda. Era amiga de William Donovan, el jefe del espionaje americano, que la encuadró en su unidad de operaciones especiales . Y allí estaba cuando se enteró del suicidio de su marido en Buenos Aires. Pasó los últimos años de su vida en un chateau en Castelnou (Francia), donde murió de cáncer en 1963 a los 53 años.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación