Qué es la libertad

Alfredo Rodríguez: «No quiero un Rolls-Royce, quiero crear puestos de trabajo»

Es el dueño del bar El Brillante en Madrid, que cuenta con una plantilla de 140 empleados

Alfredo Rodríguez, ayer en El Brillante MAYA BALANYÁ
Salvador Sostres

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¿Qué es la libertad?

—Trabajar dentro de la Ley pero sin tanta burocracia. En España un empresario no puede mover un dedo sin diez papeles. No somos libres. Para poder crear riqueza tenemos que pedir permiso.

Rigor.

—Sin rigor no hay libertad. Si no nos tomamos en serio la higiene nos volverán a encerrar. Ahora es nuestra elección.

La primera elección.

—Con 14 años tuve la polio y tuve que elegir entre hacer mucho deporte para superarme o estudiar. No me veía siendo un abogado en silla de ruedas: hice mucho deporte y no estudié nada.

Su formación.

—Una cosa es la cultura adquirida y otra la inteligencia natural. Yo lo he aprendido todo en la calle y de la educación cristiana de mis padres.

Padre.

—En 1968 empecé a trabajar con mi padre. Un hombre fuerte, huérfano, duro, de León, nació en el 19. Me enseñó a amar mi trabajo como a mi vida.

Los calamares.

—Él fundó el negocio. Tenía el instinto, tenía lo que necesitaba para crear El Brillante. No hace falta ser buenos en todo, sólo el mejor en una cosa.

El negocio.

—Mi primera visión fue saltarme a los pescaderos: vendían agua con carne. A los 26 me dije, «voy a tener el mejor bocadillo de calamares». Tenía que subir la calidad y rebajar los costes.

Parecer pobre para hacerse rico.

—Me planté en Mercamadrid: allí son muy gitanos, y al que mejor vestido va, más quieren cobrarle. Me compré una furgoneta vieja, un mono de trabajo y unas zapatillas usadas. Pronto tuve fama de buen pagador y entonces me empezaron a mandar el producto.

Crecer.

—La segunda visión fue importar de Perú y de Ecuador. Bajaron mucho los costes y empecé a crecer.

Publicidad.

—Necesitaba que El Brillante fuera realmente conocido. Contraté a una empresa de medios y me dijeron que sólo 10 de cada 100 madrileños asociaba la palabra «brillante» a nuestra empresa. Tras un año de invertir en publicidad, nos conocieron 90 de cada 100 madrileños. Pasé de vender 30.000 barras de pan al mes a 120.000.

Una locura.

—Entonces era una locura que un tabernero hiciera publicidad como la hicimos. Confiaba tanto en mi calidad que me atreví a invertir mucho dinero para darla a conocer. El tercer paso fue comprar congeladores y no alquilarlos. Todavía pude bajar más los gastos.

Perder para pagar.

—Cuando mi padre falleció me dejó 1.800 euros en el banco y 45 nóminas que pagar. Mi primer negocio ya como propietario consistió en perder 8 millones en una venta forzada para poder pagar a mis empleados. Esto a mí no me pasará. Una empresa no puede vivir sin unas reservas del 20% de sus beneficios. Mira lo que ha sufrido el Corte Inglés.

La segunda familia.

—Nunca he despedido a nadie. Cuando creas un negocio con una plantilla, es una segunda familia. Yo trabajo gracias a ellos. Sólo un hombre no puede hacer nada sin un superequipo. Yo quiero a mis 170 trabajadores y lo sé todo de ellos: dónde viven, los hijos que tienen, si les va bien en el colegio, si se han puesto un pirsin.

Dos empresarios.

—Ser empresario es extraordinario. Pero hay dos tipos de empresario: el que su padre lo fue y le dio todo, y a los 18 años le compra un Mercedes, y el chico no pisa la empresa ni conoce a los trabajadores, ni sabe qué hacer cuando el padre muere, y entonces quiebra o vende; y el que desde pequeño se cría en la familia, en la empresa, y el padre sabe que le tiene que formar en el rigor y en la exigencia. Yo nunca quise un Rolls-Royce. Yo quiero crear puestos de trabajo.

La valentía.

—Ser empresario es duro, pero eres libre porque eliges tu futuro. Todos nacemos con un empresario dentro pero luego falta la valentía. He perdido a veces pero me he vuelto a levantar.

La ternura del empresario.

—Me enteré de que se construía Ifema y me acerqué para ver qué era. Vi todo aquel esfuerzo y enseguida pensé en ayudar. Tenía un par de food tracks (camiones para la venta ambulante de comida) parados y me puse en la puerta del hospital a repartir bocadillos, bollería, cafés y toda clase de bebidas.

Darlo todo.

—Luego me llamaron del 12 de Octubre. Más que un hospital, es una ciudad. En 40 días repartimos 12.000 cafés. En el Niño Jesús hicimos lo mismo. Siempre dar. Dar es el mayor honor de mi vida.

40 policías.

—El Ayuntamiento tiene que hacer cumplir la Ley, que es igual para todos, y yo esto lo entiendo. Pero desde que hemos vuelto a abrir los distintos locales, hemos recibido hasta 40 visitas de la policía discutiéndonos dos mesas en la terraza. Esto hace daño.

Los políticos.

—Ser político es un problema, una enfermedad, un vicio. Tendría que haber más técnicos y que tuvieran que rendir cuentas por lo que hacen. Los incompetentes tendrían que ir al paro.

Escuchar.

—Hay que escuchar al empresario, en lugar de atosigarle. Si tiene un proyecto, a la mejor te beneficia.

Crear riqueza.

—Bajar los impuestos es lo razonable. Necesitamos pagar impuestos pero necesitamos mucho más poder crear riqueza. Dejadnos hacer. Entendemos el negocio mucho más que el político.

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