Álex Prada: de repente, un astronauta en Torrejón
Es reumatólogo y escritor, y publicó a principios de marzo su primera novela, «Comida y basura» (Seix Barral). Tenía planeado restarle horas al hospital para dedicarlas a la literatura, pero entonces llegó el virus y le trastocó todos sus planes
Los renglones torcidos del virus: abandonar el arte para combatir la pandemia
Las noticias buenas tardan en llegar, pero los reveses aparecen de golpe, a toda velocidad, sin que los veamos venir, rompiendo todos nuestros planes: la realidad es caprichosa y despiadada, y tiene alma de guionista cruel. El dos de marzo Álex Prada presentó «Comida y basura», su primera novela, que había logrado publicar con Seix Barral. Se pasaba los días volcado en la promoción, pensando en que ojalá se vendiera bien, fantaseando con la idea de restarle horas al hospital para entregarse a la literatura, un sueño recurrente. Lo de después es de sobra conocido: coronavirus, urgencias a rebosar, camas dobladas, todos los médicos arrimando el hombro.
«Teníamos muchas expectativas con el libro, con ferias nacionales, internacionales… Y de repente, de estar tranquilo con eso, o en la consulta, a estar vestido de astronauta , con pacientes tan graves, en situaciones tan complejas», cuenta al otro lado del teléfono. De ese shock inicial a la aceptación casi budista de los acontecimientos. «Ha sido muy fuerte el cambio, pero cuando estás ahí metido no te queda otra que tirar para delante. Parece paradójico, pero estar en la primera línea hace todo un pelín más llevadero, porque la incertidumbre de estar en casa todo el tiempo también tiene que ser dura», añade, como si tal cosa.
Ahora Álex no sabe nada, porque el virus ha torcido sus planes hasta devolverlo a la misma duda de partida. «Mi relación con la medicina siempre ha sido muy buena, pero ahora es más potente, porque he aprendido muchísimo con esto. Y también siento que me gustaría tener más tiempo para la literatura… Tengo que reevaluarlo todo », confiesa.
El otro día salió a pasear por primera vez, después de la consulta de tarde, y la sensación fue extrañísima: el barrio de las Letras sin terrazas, sin gentío. Dice que le da más miedo eso que infectarse. «Tengo miedo al largo plazo , a que las calles no vuelvan a llenarse como antes, a plantearme una vida sin meterme en un bar con cincuenta personas a tomarme una cerveza», asevera. Miedo, también, a los rebrotes, a las consecuencias que aún no conocemos. «Yo he visto pulmones que no van a volver a ser los mismos… No sabemos qué pasará», afirma.
Lo que más echa de menos es el campo, comer unos espárragos con orégano, beber un vino a la sombra de un árbol. Quizás por eso cuando se sienta a escribir vuelve a los pueblos, al mundo rural, e imagina cómo se vive la pandemia allí, a lo lejos. «Es un ejercicio, un desahogo », resume. Al menos siempre tendrá esos viajes sin restricciones.