«Alalá»: el futuro a compás

Se estrena en Madrid la película que intenta cambiar la visión estigmatizada del barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas

Un momento del rodaje de «Alalá» ABC

David Calzado

La primera mujer que apareció en una pantalla de cine fue Carmencita Dauset , una almeriense que bailaba flamenco en Nueva York a finales del XIX. Ese baile que Thomas Edison recogió en su kinetógrafo en 1894 inauguró el romance del cine y el flamenco. Si algo es auténtico y dinámico, la cámara lo quiere. La directora Dolores Malvárez ha añadido el componente social a este binomio de lo jondo y el cine. Lo hizo en su corto «Silencio», sobre la bailaora sorda La Niña de los Cupones , y lo ha hecho con «Alalá», su primer largo, en el que viste de blanco una realidad pintada de marrón oscuro, la de las Tres Mil Viviendas, ese espacio demasiado lleno de estigmas y leyendas.

«Alalá» suena a ojalá pero significa «Alegría» en caló. Pero en «Alalá» lo que se oye es el compás de un centenar de niños que se aferran al cante, el toque y el baile para trepar al futuro, para acallar el ruido que siempre se hizo en torno al barrio. Al frente de la escuela de arte del barrio, todo un referente local, el guitarrista Emilio Caracafé, protagonista de la cinta, que fue estrenada en Sevilla en la pasada Bienal de Flamenco y que hasta el próximo miércoles puede verse en la Sala Berlanga de Madrid. «Las Tres Mil no son un león. Un león no es, puede que un perrito travieso», dice a cámara Caracafé.

Historia

La realizadora onubense ha sabido poner el objetivo en la naturalidad de unos niños que tienen el don de la expresión, que es más que el don de la palabra. «Veniros aquí, que vamos a aprender música y arte y así no estáis en la calle comiendo pipas en un banco», dice Pastora Galván a las futuras bailaoras. Ella, junto con Arcángel , La Tremendita o un vecino del barrio llamado Raimundo Amador aportan caché a la historia.

El flamenco en la escuela de arte de la Fundación Alalá no es más que un mero juego, un instrumento transformador, pero a los niños eso les suena a chino. No parecen estar jugando El Popo, María La Cebolla o Luis Soto, que cantan como viejos, para que pronto se recuerde a las Tres Mil como una nueva frontera del cante.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación