El día que Adrados deslumbró a los lectores de ABC al improvisar desde la playa una lección sobre Pericles

Un hallazgo arqueológico comentado por él se convirtió un viaje de su mano, que tituló «Una tumba en Atenas»

Jesús García Calero

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El relato puede parecer ficticio, pero es la narración de una anécdota real, un día más en la vida de un periódico, un asombro entre bambalinas que puede resultar significativo para comprender que, con la muerte de Francisco Rodríguez Adrados , España pierde a un sabio impar que respiraba el mundo helénico, que lo tenía en la cabeza.

Tuvo lugar en el verano de 1997, cuando una excavación llevó a los arqueólogos al «demosion sema», el lugar en el que fueron enterradas las primeras víctimas de la guerra del Peloponeso y, por ello, el lugar en el que Pericles pronunció la oración o discurso fúnebre que nos contó Tucídides , un discurso seminal porque supone la mayor y más temprana defensa de la democracia y de la sociedad libre y abierta frente al acoso de las fuerzas de la Liga que encabezaba la autoritaria Esparta.

Ante una noticia que necesitaba un contexto para que los lectores pudieran calibrar su importancia histórica, y en medio de aquel ferragosto español de hace 23 años, cuando muchos aún veraneaban , solicitamos telefónicamente a Francisco Rodríguez Adrados que nos escribiera un reportaje histórico, hablando de aquellos hechos y del significado de aquella excavación.

Como el sempiterno cascarrabias que era se quejó cortésmente porque le pillaba la noticia en la playa y repitió varias veces con aquel tono suyo algo desdeñoso que haría lo que pudiera, puesto que no tenía a mano lo necesario para documentar como era debido aquellas líneas: «Estoy en Murcia -me dijo- y aquí en la playa no tengo a mano instrumentos de erudición, lo que escriba será de memoria, ¡es una pena...! ».

Al día siguiente, a media mañana, recibimos un fax -entonces se estilaba el fax- que era pura magia, unos folios a máquina que leímos con la curiosidad y eran una lección que nos asombró a nosotros y al día siguiente a los lectores de ABC. No será fácil olvidar aquella lectura. «Lo que escriba será de memoria, ¡es una pena!», resonaba en mi cabeza mientras leía el prodigioso reportaje que paso a transcribirles. De la mano de Adrados, un paseo por la Atenas de Pericles.

Templo de Hefesto, uno de los cuatro del tiempo de Pericles que se conservan, en el extremo occidental del Ágora, con el barrio Cerámico al fondo

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UNA TUMBA EN ATENAS

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Reportaje de Francisco Rodríguez Adrados publicado en ABC el 24 de agosto de 1997

«Para los hombres ilustres, toda tierra es la tumba», dijo Pericles al enterrar a los primeros héroes de la guerra del Peloponeso, según Tucídides. Como ya informó ABC, los arqueólogos han encontrado ese enterramiento colectivo, el «demosion sema», donde iban a parar los restos de los muertos en batalla y los de los hombres ilustres. Y creen estar a un paso de los sepulcros de Solón, Clístenes o del propio Pericles.

Un «demosion sema», un enterramiento público colectivo de guerreros , lo que los atenienses llamaban un «poliandrion», ha sido descubierto por azar en un solar próximo al Cerámico, el gran cementerio de la antigua Atenas, leemos en los periódicos. Los bellos vasos de cerámica allí encontrados nos llevan a los comienzos de la guerra del Peloponeso, entre Atenas y Esparta , es decir, a una fecha poco posterior al 431 a.C. Recordamos al punto el famoso discurso pronunciado por Pericles y recogido por el historiador Tucídides en honor de los muertos del primer año de esa guerra, en la solemne ceremonia de su inhumación colectiva. Es la más tajante exposición de la ideología de la democracia, tal como él la concebía , y de la gloria de Atenas. Un discurso lleno de esperanza sobre la posibilidad de unir la libertad y los antiguos valores. Y de ganar la guerra y extender ese ideal ateniense a toda Grecia.

En ese discurso y ese momento histórico han pensado los arqueólogos que han realizado el hallazgo. Si no de ese año, el enterramiento debe de ser de uno próximo. Y echando a volar un poco ya su fantasía, han proclamado la esperanza de hallar no muy lejos de allí el sepulcro del propio Pericles, muerto el 429 en la peste de Atenas. Dejaba un difícil legado a cuya altura no estuvieron sus sucesores: en sus manos, la guerra y la democracia se perdieron . Nadie puede decirnos si se encontrará la tumba de Pericles y menos la de Solón, el primer fundador de la democracia a comienzos del siglo VI a.C. En todo caso, no deben buscarse estas tumbas en un «poliandrion», serían tumbas particulares, sin duda en el propio Cerámico. Escribo en la playa, lejos de Madrid, y no tengo a mano instrumentos de erudición. Pero quizá pueda decirse algo sobre los enterramientos atenienses y sobre el significado del propio Pericles y aun de Solón. Sobre esto he escrito un libro reciente, mi «Historia de la Democracia» y antes otro, «La Democracia ateniense».

El que haya visitado Atenas o, simplemente, contemplado fotografías, recordará la visión del ágora, al pie de la acrópolis. Y a su cabecera, al oeste, el templo de Hefesto, uno de los cuatro templos del tiempo de Pericles que conocemos. Hermoso templo dórico, cuyas metopas cuentan las hazañas de Teseo, el héroe ateniense. Pues bien, Hefesto era el dios del fuego, patrón de varios artesanos, ceramistas y herreros sobre todo . Era su barrio, hasta los muros de Atenas, y por eso se llamó «del Cerámico» al cementerio no muy lejano. Se va a él por la calle del Pireo, que llega de Atenas al puerto. Salía de la ciudad por la puerta del Dipilón, al otro lado de la cual estaba el cementerio. Próximo, fuera de los antiguos muros, en las actuales calles de Salamina y de Platea, estaba el «poliandrion» ahora encontrado.

Réplica de la Estela de Hegeso

Pocos turistas visitan el Cerámico. Y, sin embargo, es un romántico espectáculo el de los muros de Atenas, derribados cuando la derrota de la ciudad en la guerra del Peloponeso el año 404 y reconstruidos por Conón el 394. Y el del arroyo Erídano, que pasa por él. Y el de las tumbas, con muchas de sus estelas en pie (el jinete Dexileo y otros guerreros, el toro, las matronas que se despiden del hijo y de las joyas, los lefitos o vasos funerarios). Varias son réplicas, los originales están en el Museo Arqueológico de Atenas. Pero hay allí un pequeño museíto que guarda la cerámica, los bronces y tantos objetos allí encontrados. Como los ahora hallados en el nuevo «poliandrion». Es el lugar melancólico en que los atenienses enterraban a sus muertos al menos desde fines del segundo milenio (los hermosos vasos geométricos) hasta la edad romana. El lugar nunca dejó de ser sagrado. Allí se yergue la iglesia de la Santa Trinidad (Hagia Triada), que impide completar la excavación.

Griegos contra griegos, verdadera guerra civil

Y ahora, cosas del azar de las nuevas construcciones, tenemos a nuestra vista el enterramiento público de los atenienses muertos al comienzo de aquella guerra suicida: algo así como las guerras suicidas de Europa. Griegos contra griegos, como europeos contra europeos, verdadera guerra civil en todas partes . Fin de la democracia en Atenas y casi en toda Europa tras la Primera Guerra Mundial. El triunfo de las democracias la salvó la Segunda.

Sin duda, podemos pensar, no había hueco material en el Cerámico para un enterramiento colectivo. Estos muertos merecían, además, un honor, un relieve especial. Solían hacerse estos enterramientos en campos de batalla ilustres: los atenienses hicieron uno en Maratón, puede contemplarse la alta colina funeraria y en el Arqueológico de Atenas se encuentran las piezas escultóricas y cerámicas de allí procedentes. Y es particularmente emotivo el «poliandron» de Queronea, la batalla perdida contra Filipo de Macedonia el 338 , presidido por por el león funerario ( y con un pequeño museíto con las ofrendas funerarias y las armas de la batalla). Otras ciudades griegas erigieron monumentos semejantes.

Pero no hubo grandes batallas ganadas al comienzo de esa guerra funesta, puro error de cálculo de Pericles: Atenas iba a ganar rápidamente, se consolidaría su hegemonía en Grecia . Hubo el asedio de Potidea, la guerra naval contra los corintios en Corgira, la ayuda a Platea, tomada a traición por los tebanos, diversos desembarcos en tierra enemiga (alguno acaudillado por Pericles); y la defensa de la ciudad desde los muros que la rodeaban y la unían al Pireo mientras los espartanos devastaban la campiña.

Vista del Cerámico, con la Puerta Sacra y el Pompeion. Al fondo, la iglesia de la Santísima Trinidad

Ninguna batalla de gran nombre. Los atenienses hubieron, pues, de construir la tumba pública lo más próxima posible al Cerámico . Y Pericles aprovechó el acto para su gran discurso. ¿Propaganda? Sin duda la necesitaba, tenía muchos enemigos. Pero, para nosotros, exposición de su idea.

Su idea estratégica: Atenas debía resistir tras sus muros , no luchar en campo abierto con los temibles guerreros espartanos, profesionales del combate. Dar golpes de mano con sus flotas y esperar que sus recursos y su organización superior acabaran por imponerse . Quizá así habría sucedido si no hubiera sido por la muerte del propio Pericles. No había otra estrategia para Atenas: los labradores cuyos campos arrasaba Esparta y que en un momento de indignación le destituyeron de su puesto de general y le pusieron una multa, hubieron de llamarle de nuevo. Pero su idea política sobre todo. El nuevo ideal de la democracia, ya lo dije, era para él conciliable con la antigua virtud . Libertad y respeto a la ley eran compatibles. Una sociedad libre podía mantener la antigua tradición del valor, el que los cargos fueran por votación no quería decir que no se respetara la excelencia: Pericles vivía, en realidad, de su prestigio y su autoridad. Había que proteger a los más débiles.

«Amamos la belleza con poco gasto», decía exagerando un poco. Era un político , de todos modos: el gasto había sido, sobre todo, para sus no muy entusiastas aliados. Y la rancia imagen de la mujer tradicional que proponía en público no casaba con sus preferencias personales. La milesia Aspasia era una mujer intelectual y libre.

Le acusaron de tantas cosas: el favorecer al pueblo sería para conseguir votos. Sin duda que los conseguía, pero su raíz era humanista. Su gran error fue aquella guerra. O echemos la culpa al azar de su muerte. Aristócrata distante y cultivado al tiempo , amaba al pueblo desde lejos: tenía el arte de la palabra y la persuasión. Aspiraba a una Atenas capital, casi, de los griegos. Modelo de su vida, su literatura y sus artes. Pese a la derrota militar, al final esto se consiguió. Atenas, la Atenas de Pericles, cuyo símbolo es el Partenón («la más bella joya del mundo» para aquel Rey de Aragón Pedro IV, que la visitó en el siglo XIV), fue modelo, a la larga, no ya dé Grecia, sino de todos.

Por eso es emotivo encontrar su huella, ahora, en el suelo de Atenas , en ese barrio destartalado y hacendoso de las afueras. La de aquellos a quienes celebró Pericles, quizá más adelante la suya propia. ¿Y por qué no citar al viejo Solón, el primer demócrata, el descubrimiento de cuyos restos es más problemático? Solón, que tras dar una Constitución a Atenas se retiró al comercio y al turismo. Que acercó, de momento, a los nobles y el pueblo con sus reformas, aunque luego todos se volvieron contra él. «¿Quién podría saciarlos a todos?» , se preguntaba con melancolía. ¡Tantas revoluciones y contrarrevoluciones por no recordarlo! Unir la fuerza y la justicia fue su ideal: sólo para el Estado es legítima la fuerza, sólo al servicio de la legalidad. Hay quienes deberían recordar hoy esto. Tantas constantes, tantos problemas antiguos y modernos, también soluciones, se nos vienen a la mente cuando un golpe de azadón o excavadora da actualidad y dramatismo a los viejos textos.

F. RODRÍGUEZ ADRADOS de la Real Academia Española

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