25 años sin Enrique Segura, el gran retratista del siglo XX

El artista sevillano, considerado un referente del retrato en el siglo XX, pintó más de mil obras, incluyendo a Don Juan Carlos, Doña Sofía, Francisco Franco o la familia Luca de Tena

Álvaro G. Colmenero

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En la búsqueda de la perfección pictórica, cuando de retratar a un individuo se refiere, se antoja necesario hacer una revisión de la voluminosa obra de Enrique Segura (1 de diciembre de 1906 – 23 de diciembre de 1994, Madrid), artista sevillano que dedicó su vida a la pintura y que alumbró más de mil retratos , convirtiéndose en el gran referente de este modo de expresión artística en el siglo XX. Entre las obras producidas, se encuentran figuras tan representativas como Don Juan Carlos de Borbón cuando era Príncipe; Doña Sofía de Grecia ; el general Francisco Franco ; ministros del franquismo; de la Transición; el presidente Leopoldo Calvo Sotelo ; el presidente mexicano José López-Portillo e incluso a varios integrantes de la familia Luca de Tena , fundadores de ABC, entre innumerables cuadros de enorme trascendencia, que permiten hacer una crónica visual de la alta sociedad en aquel momento.

Para entender la influencia del artista sevillano en este arte, hay que acotar el concepto que él siempre quiso reflejar fielmente. «Un buen retrato no consiste solamente en el parecido físico, lo que tiene que hacer es transmitir el alma del retratado . Y el alma del retratado es muy complicada, hasta la mínima arruga o expresión de la cara te va transmitiendo lo que es su personalidad, fundamentalmente la mirada», recuerda Javier Segura a ABC las palabras de su padre.

Excelso en el trazo, el pintor sevillano siempre dio una gran magnitud al dibujo para lograr un buen desempeño, para contar con un pincel los pensamientos que se adentraban en la mente del que posaba. Su objetivo siempre fue que cada lienzo plasmase la expresión y el estado de ánimo de cada personalidad que sus ojos estaban observando y, a tenor de la colección de altísima calidad que logró producir, se podría decir que el artista sevillano lo consiguió.

Enrique Segura refulgió desde muy joven en el mundo del arte. Su vida fue un continuo viaje que alimentó su talento con esfuerzo. Desde los diez años se proyectó en la pintura con su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en su tierra natal, bajo la maestranza de Gonzalo Bilbao. Pronto necesitó seguir desarrollando su capacidad y, para ello, cursó con becas estudios en Francia, Países bajos e Italia. Hermano del también pintor Agustín Segura , siempre estuvo influenciado familiarmente por el campo de la cultura.

Sus obras no se ciñen únicamente al retrato, pues comenzó haciendo bodegones y paisajes naturales y colaboró con ilustraciones en diarios deportivos de la época, así como en la revista «Blanco y Negro», entre otras. Con el tiempo su producción fue aumentando hasta llamar la atención de altas personalidades de la época que deseaban ser retratadas por el artista.

El pintor sevillano siempre quiso ir un paso más, una mejora que le llevó a tomar la misión de adentrarse en el mundo académico, para seguir transmitiendo sus conocimientos. Su gran obra de pintura al fresco en la Universidad Laboral de Gijón, fue una etapa que le marcaría en su carrera artística.

Es en 1965 cuando el sevillano ingresa como académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde leyó su discurso de investidura. Discurso que serviría como legado para los retratistas venideros.

A Enrique Segura, cuenta su hijo, le parecía imprescindible hablar con el retratado, porque un buen retrato no solo es la expresión de una persona, sino la suma de muchas expresiones y a través de ellas plasmar en el lienzo hasta los más mínimos matices de su personalidad. Entre otros muchos galardones como la Medalla de Oro de la Exposición Nacional de 1950 , destaca en 1975 la condecoración con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio por su extraordinaria actividad pictórica a lo largo de décadas.

Con todo este panorama de años y años al son de una paleta y un lienzo, dejando piezas para la historia, es difícil explicar cómo Enrique Segura cayó, durante la Transición y hasta la actualidad, en el olvido .

Sus obras son de un valor artístico enorme. Por ello, Javier Segura dice que es bastante incomprensible esta situación, pues «no tenía ninguna implicación política» pese a que por esa época «le tocó retratar a gran parte del franquismo». También puede haber cierta explicación en su manera de retirarse, cuando enfermó su mujer . «Mi madre influyó notablemente en su vida artística», revela. «Cuando ella enferma, mi padre se viene abajo, su vida no tiene sentido y no quiere seguir pintando». Ahora, en el año del 25 aniversario de su muerte, cabe recordar a este retratista que, sin ser su intención, hizo un legado pictórico único y ayudó a dibujar la escena artística del siglo XX en nuestro país.

Retrato realizado por Enrique Segura a su mujer ABC

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