«La hispanidad está en la sangre del español, sea vasco, catalán o andaluz»
Un libro, presentado ayer en Madrid, repasa la trayectoria de la familia Cisneros desde sus orígenes en un pueblo de Palencia hasta nuestros días
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Hoy es la principal fortuna de Venezuela pero hubo un tiempo en que Gustavo Cisneros (Caracas, 1945) se ganaba la vida cargando cables, aprendiendo el oficio desde lo más básico. Pronto ascendió, porque con apenas 25 años le pusieron al frente de uno de los canales más vistos de toda América y, superado el susto, le fue bastante bien. Su nombre aparece en el puesto 478 de la lista Forbes pero le trae sin cuidado. A él solo le interesan sus apellidos, cuya historia sale publicada en «Los Cisneros. Rostros y rastros de una familia» (Ediciones El Viso).
—¿En qué momento surge la idea de investigar todo su árbol genealógico?
—Fue una promesa que le hice a mi padre. Mi padre cuando se retira pensaba que había una parte de la historia familiar que no se conocía. Sentía cierta aprensión de que se iba a perder toda su historia, su apellido, de dónde venía, cuáles eran sus raíces... Empezamos a hacer el libro basándonos en la historia oral que él nos había dejado. Después empezamos con el pueblo Cisneros, en Palencia, del que nadie había hecho una historia a pesar de que era el lugar de nacimiento del cardenal Jiménez Cisneros.
—Se ha puesto de moda decir que el 12 de octubre no hay nada que celebrar. Usted como venezolano, ¿Qué le sugiere el Día de la Hispanidad?
—Yo estuve el 12 de octubre en Barcelona visitando el Foro Iberoamericano, del que soy fundador junto a otros ilustres intelectuales, políticos... Nosotros siempre celebramos la hispanidad porque entendemos que España no se entiende sin América y América no se entiende sin España. Salí del Hotel Majestic a dar un paseo, a tomar el aire, y me encontré con una gran manifestación hispánica. Tomé fotos y formé parte de esa marcha. Le mandé las fotos a algunos amigos diciéndoles: «La hispanidad sigue, aquí estamos». Creo que es un valor permanente, que no se puede borrar. Está en la sangre del español ya sea vasco, catalán, gallego, andaluz o madrileño.
—Uno de los actores clave del libro es su padre, que en un momento dice que el Estado «no puede regular y operar un servicio al mismo tiempo»
—Él tenía un negocio con 300 autobuses, que era el único sistema de transporte organizado en Venezuela, como sería hoy el AVE. Se dio cuenta de que ese principio de regulación iba a liquidar su negocio antes o después, porque él daba un servicio barato, eficiente y limpio. Y cuando el Estado entró vio que aquello no podía durar mucho tiempo. Efectivamente, todas esas empresas terminaron intervenidas, quebradas... Nacionalizar no ha servido de mucho en ninguna parte.
—Es algo que se ha visto bastante en Venezuela
—Las empresas en Venezuela no están bien. No están bien y sobre todo no entienden que se necesita un capitalismo abierto y de libre empresa para que el país progrese. España ahora está bien, aunque los números no enseñan todo lo bien que está en este momento. España ha hecho muy bien la tarea. La prueba está en la apertura de Primark en la Gran Vía. España tiene unas grandes marcas. Inditex es un modelo a seguir, Mercadona es otro modelo a seguir... Inditex les ha cambiado el gusto a los jóvenes para bien. Porque con un presupuesto modesto todo el mundo puede vestir bien.
—¿Le da miedo un gobierno de Podemos?
—Bueno, mira. El programa económico de Podemos es un programa obsoleto para el mundo de hoy. No creo que sea la respuesta para España ni para ningún país.
—¿No le preocupa entonces?
—Siempre hay brotes de este tipo. Creo que la mejor respuesta a Podemos es que el resto de partidos se hayan dado cuenta de que hay que hacer cambios. Creo que han relanzado a los partidos profesionales y también está el movimiento de Albert Rivera, que es una buena respuesta.
—¿Le gusta Ciudadanos?
—No lo conozco personalmente pero está diciendo que la gente está en el centro y no quiere ir más hacia la izquierda. Es un mensaje muy claro, eso es España.
—A usted con 25 años le pusieron de presidente de Venevisión, ¿Le dio vértigo?
—Fue un reto increíble. Gracias a Dios tenía un grupo ejecutivo muy bien fogueado. Era el canal más importante de América después de Televisa, solo comparable con TV Globo, y esta gente que había trabajado con mi padre me enseñó muy rápido. También aprendí rápido. Yo ya estaba entrenado en este negocio en la ABC, había estado en Hollywood, conocía la parte númerica, la parte técnica, la compra y venta de novelas, películas... Lo tenía un poco en la sangre. Desde muy joven llevaba cables... Tampoco me era extraño.
—Cuando publican la lista Forbes, ¿Mira qué posición ocupa?
—Me tiene sin cuidado. Me la traen, me la dejan ahí, pero ni la veo.
—Su mujer tiene una colección de arte muy importante. ¿Ustedes también padecen el IVA cultural?
—Nosotros colaboramos mucho y hemos traído nuestra colección de arte constructivo al Reina Sofía. La dirección del museo es muy buena y mi mujer es también patrona del museo. Estamos tratando con un grupo muy grande hacer de la parte privada del museo lo más parecido a una institución americana. Son buenas prácticas, significa levantar fondos, que la gente done cuadros, abrirnos a otras tendencias...
—Mucha gente pide a gritos una Ley de Mecenazgo .
—Creo que sería muy inteligente hacer esa Ley de Mecenazgo. No entiendo por qué no se ha hecho porque creo que hay un consenso muy grande entre intelectuales, políticos y empresarios sobre que debería ser así. Quizás hace falta alguien que tome esa bandera, significaría entre otras cosas que muchas colecciones se quedarían en España.
—Usted ha conocido en persona a Reagan, Bush, padre, Bush hijo, Bill Clinton... ¿Son tan antagónicos como parecen?
—Son muy parecidos a ti. O a mí. Son gente muy lista, muy trabajadora, con una visión de Estado, que tienen claro lo que quieren y que han llegado ahí porque tienen mucha tenacidad. Son de una gran simpatía. Al final son presidentes durante un periodo corto, se les disfruta más siendo expresidentes y aportan mucho. Carter, que fue un presidente regular, luego fue un gran expresidente.
—Usted conoce también a Bill Gates, ¿Qué hace para ser el número 1 en lo suyo?
—Es una persona... (se lo piensa unos segundos) de ideas absolutamente firmes. Si tiene pensado hacer algo durante el día, eso es lo que se hace. No se distrae ni con cotilleos, ni con cine... Se dedica a eso, es una dedicación completa. Es un maniático del tiempo. Maneja el tiempo como una inversión, tiene que estar haciendo algo útil todos los días. Cuando está de vacaciones se lleva diez o quince libros para superarse. Se encierra y se los lee.