Una anciana de 102 años termina el doctorado que le negaron los nazis por ser judía
Ingeborg Rapoport ha logrado finalmente su sueño más de siete décadas después de terminar su investigación
Han pasado 77 veranos desde que Ingeborg Rapoport, una anciana alemana de 102 años de edad, escribió su tesis doctoral. Sin embargo ha tenido que esperar hasta el pasado miércoles para que el gobierno le haya permitido defenderla y validarla ante un tribunal. Y es que, allá por 1938 –un lustro después de que Adolf Hitler subiera al poder-, los nazis impidieron que lo hiciera por su condición de judía. Ahora, sin embargo, se ha hecho finalmente justicia.
Tal y como afirma en su versión digital el diario «Wall Street Journal», la historia de Rapoport comenzó cuando, tras la subida de Hitler al poder, decidió presentar en la Universidad de Hamburgo su tesis doctoral sobre difteria, una de las enfermedades infecciosas de la época más mortales. Por entonces, el texto había sido alabado incluso por su profesor, un ferviente seguidor del partido nazi, pero –según parece- no fue suficiente. Y es que, al tener una madre judía, se le prohibió defenderla y obtener el grado de doctora. «Me dijeron que no se me permitía hacer el examen oral», señala la afectada en declaraciones a dicho diario.
Las autoridades académicas se lo prohibieron, según ha quedado constancia, por «razones raciales». «Fue una pena para la ciencia y una vergüenza para Alemania», destaca la centenaria mujer. A pesar de todo tuvo algo de suerte, pues evitó ser deportada a un campo de exterminio como otros tantos intelectuales que no cumplían los requisitos del «Führer». Todo ello, a pesar de que la Universidad de Hamburgo abrazó fervientemente el régimen impuesto desde el Tercer Reich y se convirtió en el «primer instituto nacional socialista de Educación Superior del Reich».
Tras no poder presentar su tesis doctoral, Rapoport emigró sola y sin dinero a Estados Unidos, donde –tras presentar solicitudes para 48 escuelas de medicina- logró cursar estudios de pediatría en el Colegio Médico para mujeres de Pensilvania. Posteriormente, obtuvo su primer trabajo en un hospital de Cincinnati y, con el paso de los años, un premio por sus investigaciones expedido por el mismísimo Harry S. Truman. Finalmente, y tras la caída del nazismo, ella y su marido se trasladaron a la Alemania Oriental, donde sus hijos prosperaron gracias a sus estudios y la mujer asumió una cátedra en el hospital universitario de La Charité en Berlín.
«Nunca he sentido amargura. He sido muy afortunada en toda mi vida. Para mi salió todo bien. Tuve grandes profesores en Estados Unidos, encontré a mi esposo y tuve hijos. Aunque, a pesar de todo, me sentía ofendida», determina Rapoport. Así continuó su vida hasta que, hace algunos meses, empezó a buscar una forma de presentar su tesis frente a un tribunal. Todo ello, a pesar de que su precaria visión le ha impedido en sus últimos años leer o usar un ordenador. Sin embargo, mediante esfuerzo y perseverancia presentó el texto el pasado miércoles en el Hospital Universitario de Hamburgo, obteniendo su ansiado doctorado.
«Con este examen de doctorado no podemos deshacer la injusticia cometida pero hacemos un aporte para la confrontación con el aspecto más oscuros de la historia alemana en las universidades», ha explicado el decano de la Facultad de Medicina, Uwe Koch-Gromus. El título de doctora de la Universidad de Hammburgo se le otorgará en una ceremonia solemne el 9 de junio.
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