El origen de los insultos más populares

El bellaco más desagradecido de la literatura española

Célebres autores como Miguel de Cervantes o el Arcipreste de Hita utilizaron el término en algunas de sus obras

El bellaco más desagradecido de la literatura española ABC

A.S.MOYA

Hay adjetivo que hablan por sí solos. A muchos kilómetros de distancia de los calificativos que limitan entre la gracia y la ofensa se sitúa el que hoy requiere nuestra atención. Aunque lo hayamos oído varias veces a lo largo de nuestra vida, nunca está de más recordar que la riqueza de nuestro vocabulario puede aparecer hasta debajo de los términos más vilipendiados.

Pancracio Celdrán, en su obra «Inventario general de insultos», habla del bellaco como el «pícaro y marrullero, astuto y sagaz, desagradecido y traidor, que todo lo pone al servicio de su ruín condición con tal de medrar».

A principios del siglo XVII, Miguel de Cervantes emplea así el vocablo:

¡Oh hi de puta bellaco, y cómo sóis desagradecido, que os véis levantado del polvo de la tierra a ser señor de título, y correspondéis a tan buena obra con decir mal de quien os la hizo!

De origen incierto, Celdrán señala que el insulto podría provenir por el cambio de la posición de un fonema en el interior de una palabra del catalán antiguo: bacallar, es decir, hombre de mala vida.

Por su parte, el Arcipreste de Hita escribe en el Libro de Buen Amor (siglo XIV):

Preguntaron al bellaco quál fuera el su antojo;

diz: "Díxom que con su dedo que me quebrantaría el ojo;

d'esto ove grande pesar, e tomé grande enojo,

e respondíle con saña, con ira e con cardojo.

En sus páginas, Celdrán también se hace eco de la improbable etimología pintoresca que refleja Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua (1611), «quien ve en este vocablo un derivado del término beliahal, de donde se diría 'beliaco', y luego vellaco o bellaco. De hecho, la voz hebrea citada significa 'cosa inútil y sin valor', siendo asimismo antonomástico del rey del infierno, adorado en Sodoma como dios de los degenerados: Belial, enemigo de Dios, a quien traicionó. Como él, también el bellaco es desagradecido, ruín y traidor».

En el paso sexto del Deleitoso, de Lope de Rueda, (siglo XVI) el ladrón Samadel dice a Cebadón:

Tomá, bobo, y decilde a vuestro amo que digo yo que es un grandísismo bellaco.

Casi en la misma época, el poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro Sebastián de Horozco, refleja en la Representación de la parábola de San Mateo:

Dí, vellaco, ¿no comieste

al yantar

hasta querer rebentar?

En la obra Flores y Blancaflor, de origen anónimo, el apelativo es también utilizado en sentido peyorativo:

¡Bellaca, sucia! ¿Quieresme dar enojo (...)? ¿Quieres renovar mis males?.

«El término se ha utilizado siempre con el mismo valor semántico, siendo insulto grave cuando se dirigía a persona de condición y respeto, y no entre rufianes o criados, en cuyo caso no valía más de lo que vale hoy llamarse, entre colegas o compinches, tío, compañero e incluso cacho cabrón», afirma Celdrán, poniendo hincapié en su uso como refuerzo mutuo de «hideputa».

Agustín de Rojas, en su Viaje entretenido, (primer tercio siglo XVII) escribe:

¡Hideputa bellacona!

¡Cómo tendrá buen jarrete,

y sabría amartelar

los hombres con desdenes!

El bellaco más desagradecido de la literatura española

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