El origen de las ofensas más populares
El insulto que te podía costar la vida en el siglo XVI
Proferir este calificativo era tan afrentoso que requería satisfacción a través de un duelo a muerte
![El insulto que te podía costar la vida en el siglo XVI](https://s2.abcstatics.com/Media/201503/06/rinconete-cortadillo-obra-cervantes--644x362.jpg)
«InFAmes, respetad a los muertos». Así rezaba una pancarta que el grupo radical del Real Madrid, Ultras Sur, le dedicó hace años en un derbi a sus homólogos rojiblancos del Frente Atlético . El mensaje hacía alusión a los desagradables cánticos que los hinchas colchoneros vienen coreando desde que un accidente de tráfico costara la vida al que fuera emblema del club merengue Juan Gómez, «Juanito». «¡Illa, illa, illa, Juanito hecho papilla!» o «cómo iría Juanito... para no ver el camión» fueron la gota que colmó el vaso de los otrora ocupantes del fondo sur del Bernabéu, quienes no tuvieron en mente otro calificativo que el que ocupa hoy nuestra atención.
La ofensa de infame sirve para describir al individuo indigno, vil y despreciable; que carece de honra y no merece respeto. Pancracio Celdrán señala en «El Gran Libro de los Insultos», publicado por la editorial La Esfera, que en el siglo XVI se decía de «el notado de ruin fama. Fue insulto tan afrentoso que requería satisfacción en duelo a muerte, afrenta equiparable a cobarde, felón, traidor, cabrón, hereje, ya que el infame carece de crédito y estimación».
El historiador Juan de Mariana escribe en el siglo XVI referido a los cómicos:
Los farsantes que salen a representar deben ser contados entre las personas infames.
Mientras que Miguel de Cervantes deja plasmado en Rinconete y Cortadillo (1613):
Se deja para otra ocasión contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquellos de la infame academia.
Celdrán apunta que este calificativo fue muy empleado en el teatro del Siglo de Oro: «El movimiento cultural obsesionado con el honor personal y la reputación familiar».
Lope de Vega dice:
Luego que suelta del infame lazo Filomena se vio, corrió a la espada, pero cayó con más seguro abrazo en los tiranos brazos desmayada...
Incidiendo en su origen etimológico, el autor explica que es voz derivada del latín fama (opinión pública, renombre, rumor), a la que se le añade la partícula negativa 'in'. Además de añadir una pequeña pincelada respecto a la variación que ha sufrido su significado a lo largo del tiempo, «desde el siglo XIX el término señala a la persona carente de reputación o fama, o a quien la tiene mala y ruin. No obstante, no se usa en castellano con anterioridad al XV: enfamar, es decir, andar en lenguas por algo».
Manuel Tamayo y Baus escribe a finales de ese siglo en Un drama nuevo (1867):
Ahí va un infame; porque el marido ultrajado que no se venga es un infame.
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