El origen de los insultos más populares

La mujer usurera que engañaba a Lope de Vega

El calificatico de arpía hace referencia exclusivamente a las féminas y data de principios del siglo XVI

La mujer usurera que engañaba a Lope de Vega ABC

A. S. MOYA

La falsedad muchas veces se presenta disfrazada. Pongamos una situación cualquiera en un lugar de trabajo cualquiera: Usted, confiado y agradable, está hablando con un compañero o compañera que no para de dedicarle amplias muecas de sonrisa a cada cosa que dice , convirtiéndose la charla en una continúa exaltación de la amistad. Quizás, es atrevido generalizar, pues en la mayoría de casos este hecho entra dentro de los cánones de las nobles relaciones humanas. Sin embargo, no es tan ostentoso señalar que nuestro protagonista ha sufrido alguna vez aquello que se conoce como 'clavártela por la espalda'.

En «El Gran Libro de los Insultos», publicado por la editorial La Esfera, su autor, Pancracio Celdrán, define a la arpía como una persona perversa, de genio endemoniado y actitud fiera y cruel. Además, señala que la ofensa hace referencia exclusivamente a mujeres y data de principios del siglo XVI, con significado casi idéntico al que aún tiene. El naturalista aragonés Diego de Funes y Mendoza se refiere a ellas como robadoras y causadoras de males mediante manejos e intrigas.

Lope de Vega, gran conocedor del paño, recoge así su pensamiento:

Es la mujer del hombre lo más bueno.

Es la mujer del hombre lo más malo.

Su vida suele ser, y su regalo.

Su muerte suele ser, y su veneno (…)

No ha hecho el cielo cosa más ingrata.

Es un ángel y a veces una arpía.

Tan presto tiene amor como maltrata.

Por su parte, el madrileño Calderón de la Barca las convierte en lo peor que se puede ser:

Si habla de flores, soy áspid;

si de fieras, basilisco;

si de aves, soy arpía;

si de peces, cocodrilo.

Celdrán expone que a lo largo de los siglos XVIII y XIX equivalió a mujer de mala condición, y en nuestro siglo es tanto como bruja o demonio. «No sorprende esta visión. Las arpías o harpías eran monstruos fabulosos hijas de Neptuno y la Tierra, muy voraces, con rostro de mujer, cuerpo de buitre, garras en pies y manos y grandes orejas de oso. En tiempos de Cervantes fueron tenidas por bestias aladas, rapaces e insaciables, símbolo de la usura y de cuantos con malas artes aspiran a hacerse con haciendas ajenas; también se predicó de la mujer que a cambio de sus favores arruina y desbarata las casas de los ricos de poco seso».

La mujer usurera que engañaba a Lope de Vega

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