El origen de los insultos más populares
Cuando un exceso de ocio «engorda» los testículos
El término huevón alude al individuo tranquilo, perezoso y torpe que desespera a los demás a causa de su escasa energía
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Pasear la holgazanería por bandera es una mal endémico demasiado extendido en estos tiempos que corren. Aunque suene paradójico, son muchos los casos de individuos que presumen de sacarle réditos al hecho de escaquearse. Y no se trata de hacerle un guiño a la diosa fortuna, tan ansiada y tan de moda en un contexto marcado por el auge de las desdichas, sino de hacer un alegato en favor de la no siempre valorada cultura del esfuerzo. Para ello, resulta necesario desenmascarar al huevón, al individuo, que tal y como explica Pancracio Celdrán en «El Gran Libro de los Insultos», publicado por la editorial La Esfera, es «tranquilo, perezoso y torpe» y «cuya cachaza y escasa energía exaspera a quienes le rodean y tratan».
En palabras del autor también se desprende otro significado que bien puede suponer un peligro ante cualquier imprevisto de riesgo que surja. «Se predica asimismo del bobalicón, sujeto sin reflejos o de reacciones lentas que por nada se inmuta». O de un hecho demasiado tortuoso como para no afrontarlo con honor, «el huevón alude además al calzonazos que puede terminar cornificado, eventualidad que no le saca de su arrobamiento y pasmo».
Sin embargo, lo realmente increíble proviene de su parentesco con una modalidad de tonto pasmón o tonto (de) los huevos. «Se tiene en mente los testículos, a los que se alude en metáfora formal equivalente a esas utilísimas piezas anatómicas gemelas que el macho tiene dando escolta al pene, y que en el caso de estos sujetos son de tamaño superior al ordinario por estar siempre ociosos, lo que a decir del vulgo 'se los engorda'», precisa Celdrán.
El término deriva del verbo leonés hueverear (revolver), de donde huevero significa curioso y fisgón. También a quien es estúpido o imbécil. A pesar de que en países como Méjico o Nicaragua este vocablo significa persona animosa y valiente, es probable que su origen sea sudamericano. En cuanto a su generalización en la cultura española, Juan Marsé escribe en La oscura historia de la prima Montse (1970): '¡Pero este papanatas es (…) un huevazos!'.
Celdrán recopila los diferentes blancos de la ofensa según la región desde donde se apunte: «En Canarias llaman huevón a quien se muestra remiso en las cosas; cobardón, poco decidido, que no tiene sangre. En Málaga y otras provincias andaluzas llaman huevúo al sangregorda y cachazudo que con su pachorra desconcierta y saca de quicio. En la villa pacense de Oliva de la Frontera y otros lugares de esa zona dicen huevata al hombre extremadamente calmoso cuya pachorra saca de quicio a quien ha de sufrirlo. En la Ribera de Navarra llaman a estas criaturas cojonazos».
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