Amparo Baró, profundamente generosa

Durante unos meses me convertí en tu nieta, y lo que ya admiraba en ti desde la lejanía lo pude vivir, y volver a admirar, a tan solo unos metros. Las lágrimas que me acompañan desde que he sabido que te has ido para siempre no deforman sin embargo mis recuerdos, que me traen a la memoria a una mujer profundamente generosa, llena de cariño y con una ejemplar manera de afrontar el trabajo diario.

A tu lado en el escenario del Valle Inclán, durante los meses que duraron las funciones de «Agosto», me sentí cuidada, mimada, protegida por ti. Estar a tu lado era para mí lo más cercano a haber trabajado junto a mi abuela, Irene Gutiérrez Caba. Y sentía su halo, su presencia entre nosotras, porque sabía lo importante que ella era para ti. Compartimos, ¿te acuerdas?, muchos ratos en los camerinos del teatro, y tú me hablabas de mi abuela, de mi familia, me descubrías cosas que hasta entonces no me había contado nadie...

Me hiciste cómplice de tus recuerdos y yo te hice cómplice de algunos de mis secretos y mis intimidades. Yo te miraba embobada, admirada, intentando retener todos y cada uno de tus gestos, todas y cada una de tus palabras. Soy muy consciente de lo mucho que me has enseñado: tengo tu imagen grabada en las representaciones, en los ensayos; y eso nunca se me va a olvidar.

Tu discreción, tu humildad, tu manera de encarnar a Violet y, de nuevo, tu generosidad para que yo brillara en cada escena que compartíamos. Echaré de menos tu fuerza, esa forma de actuar desde las entrañas, desde la verdad absoluta, que te hacía destacar en la comedia, el drama, en todo lo que te cayera encima. Te echaré de menos, Amparo.