El origen de los insultos más populares

«Un estúpido puede triunfar, por eso puede llegar a ser una criatura peligrosa»

Aunque este calificativo posee una larga historia, no es hasta el siglo XIX cuando por influencia francesa se generaliza

«Un estúpido puede triunfar, por eso puede llegar a ser una criatura peligrosa» ARCHIVO

A. S. MOYA

Cabe cuestionarse, estimado lector, si el mundo está lleno de estúpidos. Dos lecturas se extraerán de las principales respuestas: en caso afirmativo dirán que son demasiadas las cosas que se cometen sin sentido, mientras que en el negativo argumentarán que la cantidad de población es tan inmensa que tampoco sorprende tanto. Así funciona el 'mantra' humano, confuso y certero a partes iguales. Si tras leer lo anterior han pensado «¡menuda estupidez!», bienvenido. Pero recuerde que hasta de la tontería más simple puede nacer una genialidad, tan inexplicable como tratar de buscar el sentido a la manida y dichosa vida.

Como bien ofrece Pancracio Celdrán en el «El gran libro de los insultos», publicado por la editorial La Esfera , el término estúpido hace referencia «a la persona tarda en entender, torpe, incapaz de hacer bien las cosas o de obrar de manera razonada y lógica porque encuentra gran dificultad incluso para entender las cosas más sencillas». Un calificativo que por muy buena voluntad se ponga no posee ningún tipo de connotación positiva, «por mucho que se esfuerce uno para salvar al aludido, todo caerá en saco roto. El autor norteamericano W.B. Pitkin escribió en 1932 un libro titulado 'Breve introducción a la historia de la estupidez humana', cuyas casi 600 páginas dan idea del problema».

Aunque este insulto posee una larga historia, no es hasta el siglo XIX cuando por influencia francesa se generaliza, «no es palabra de uso anterior al siglo XVII. Es voz latina: de 'stupidus' = aturdido, a su vez del verbo 'stupere' = estar atónito y pasmado, ponerse estupefacto, de la familia léxica del sustantivo latino 'stupor' = asombro, pasmo, disminución de las facultades mentales».

En cuanto a sus características, es necesario distinguir la estupidez de la ignorancia pues la primera además de afectar a la instrucción y el acopio de conocimiento, también golpea a la capacidad de pensar. Aunque parezca «vox populi», son muchos los que no emplean de forma correcta el término, toda vez que el significado adscrito a su uso tiene que ver con el asombro, la estupefacción, el estupor o pasmo momentáneo que deja a estos sujetos con la boca abierta. Celdrán incide en su adecuada definición, «el estúpido es un pasmón, un tolondro que obra dando palos de ciego, llevado del deslumbramiento que algo desde el exterior le provoca en un auténtico ataque de papanatismo».

Pero si los tiempos cambian, los conceptos también. Desvinculándolo de la etimología, su uso actual guarda relación con «el chulo avasallador e ineducado que no respeta normas, o con el individuo que tiene de sí una idea exagerada e intenta imponerla a los demás. Y es que entre la inmensa gama de fantasmones que pululan por el patio social no resulta sencillo decidirse por un calificativo sólo a la hora de definir a este o aquel mastuerzo, y al perillán de turno».

Una anécdota curiosa se sitúa en la villa oscense de Puebla de Roda, donde llaman ‘estupizo’ a quien es simple, pesado y soso. Celdrán desvela la peculiaridad de que el término ‘estúpido’ tenga la misma etimología u origen que el adjetivo elogioso ‘estupendo’. «Ello es así porque derivan las dos palabras del latín 'stupor', como dijimos, es decir: mientras que el estúpido se queda asombrado, con la baba caída, hecho un pasmarote ante la sorpresa que algo le causa de manera repentina, el tipo estupendo aprende y se regocija de semejante situación sorpresiva».

«Un estúpido puede triunfar, por eso puede llegar a ser una criatura peligrosa»

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