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Isidoro Valcárcel Medina: «Si el espectador desea disfrutar del arte debe dar primero el callo»
Hace 25 años, Isidoro Valcárcel Medina, el padre del conceptual español y uno de nuestros autores vivos más sobresalientes, imaginó un futuro para la ciudad de León. El autor lo recupera y actualiza para el MUSAC. Consecuencias del paso del tiempo
Mil etiquetas le han puesto, pero lo que es innegable es que Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) es uno de nuestros creadores longevos más lúcidos. No le pregunto por la de «padre del conceptual». Me interesa más la relación con sus «hijos». Porque pese a su edad y trayectoria, este Premio Nacional de Artes Plásticas conecta a la perfección con los jóvenes, al que ven como un maestro: «Es algo que me enorgullece mucho. Conmigo ocurre una cosa curiosa, y es que cuando los del estatus artístico acuden a mí, lo hacen con una muletilla y es que yo soy estúpido, arisco, distante, insoportable y que no quiero saber nada. Sin embargo, cuando viene un joven, se olvida de todo eso y nos entendemos estupendamente. Tengo cosas que pueden resultar obtusas para otros, pero con las que los jóvenes conectan en seguida. A eso respondo poniendo todo mi interés y ayuda».
Quien ha llamado ahora a su puerta ha sido el MUSAC , para reactualizar un proyecto sobre urbanismo en León de 1991. Y, pese a las reticencias, este artista que comenzó como arquitecto, no se ha negado, y eso que él es más de trabajos para un tiempo y un espacio concretos. Así le ha condicionado la aventura.
«De ayer a hoy» se basa en un trabajo anterior, «Sugerencias de un forastero al plan general de León». ¿En qué consistió la obra primigenia?
«Es capital forzar al espectador a que no sea sólo espectador»
En 1991 había en marcha en León un plan general de reforma urbanística, y yo, aprovechando la invitación de la galería Tráfico de Arte, consideré que era una gran oportunidad para aportar soluciones a zonas concretas de la ciudad. Ni un sólo clavo de lo allí expuesto se llevó a efecto. Ahora, al MUSAC le ha parecido oportuno recuperarlo. Tuve mis reticencias, porque creo que cada cosa tiene su momento, pero ante la insistencia, decidimos fabricar lo que yo denomino «un refrito».
¿Por qué tenía sentido recuperar algo del pasado?
Ha sido una cuestión emocional. No me sentía con argumentos para decir «no» de forma tajante. Mi solución ha sido el «refrito», que, por otro lado, no es la primera vez que practico. Me quedo con la conciencia tranquila. He hecho lo que ellos querían, pero también lo que me apetecía a mí.
¿Y qué es lo que usted quería?
Poner en evidencia los dos periodos del título De ayer a hoy , que a su vez se inspira en unos versos de Góngora: «Aprended, flores, en mí / lo que va de ayer a hoy». ¿Qué eran ayer esos terrenos? Pues espacios libres sobre los que hacía unas propuestas, pero la realidad es que se ha terminado edificando otras muy distintas: edificios absolutamente estándar. Yo propuse huertos, un parque de atracciones del viento, un museo...
Ahora no ha estado solo, sino que han colaborado en la propuesta colectivos de León articulados a través del proyecto «Agencia de Desmontaje».
«Los museos utilizan las mismas técnicas que los parques de atracciones»
Ha sido lo más bonito. Ha habido que recurrir a la gente de la ciudad, porque lo que hemos pretendido es mostrar lo que fue, lo que yo propuse y lo que ahora es. Y son los ciudadanos los que han aportado la documentación. Ellos se han encargado de rellenar ese «ayer», con imágenes y documentos. Y lo bueno es que durante la muestra se van a seguir reuniendo. Ese elemento sí que es novedoso en mi quehacer: la colocación tan en primer plano de una colaboración inesperada y anónima sólo en un principio.
Esta ha sido para usted, entonces, otra forma de entender la participación colaborativa.
Eso es. Lo de la colaboración con los demás es muy habitual en mí, pero no así. Lo mío ha sido siempre más «grosero». Para mí, es capital forzar al espectador a que no sea sólo espectador. Si quiere usted disfrutar de esto, dé un poco el callo.
«Sugerencias» nacía vinculado a una galería. Ahora entra «refriteado» en un museo. ¿Importa el contexto? ¿Tiene más sentido en un espacio público?
Nominalmente, la institución tiene mucho peso. Para mí en particular, ninguno. Si nos ponemos a filosofar, es cierto que el proyecto original fue para un espacio privado. La institución, que tiene más categoría, recibe «las sobras»... No es el caso. Realmente, ambos espacios deberían ser vehículos de difusión del arte. Y no siempre es así. Así que voy a hacer caso omiso del contexto. Se trabaja igual para unos que para otros.
Museo que se levanta en uno de los descampados a los que dotó de utilidad. ¿Recuerda que fin dio a ese espacio?
Ese descampado eran las eras de Renueva y yo hice allí un parque de atracciones accionadas por el viento.
Seré malo: en su opinión, ¿se consiguió lo que propuso, un parque de atracciones?
«Pienso que cualquier tiempo pasado fue peor, pero el nuestro es horroroso»
Esperemos que no lleguemos a esos extremos. Pero el MUSAC es ya un elemento que ha tenido que ser documentado e incluido en ese paso de lo que fue el ayer hasta hoy. Es lo que hay.
No le pongo en el brete. Hablemos en genérico: ¿Se han convertido los museos en parques de atracciones?
Utilizan las mismas técnicas: cuentan a sus visitantes. Si hacen su gestión bien, tienen todo el derecho del mundo a sumar. Pero esto no debería ser lo definitorio. Aunque siempre hay excepciones a la regla.
El poema de Góngora del título es un poco pesimista. A la vista de lo que fue «Sugerencias» y lo que es «De ayer a hoy», ¿lo es también usted?
A ratos. Pienso que cualquier tiempo pasado fue peor, pero es cierto que el nuestro, el actual, es horroroso. Lo que ocurre es que, en espíritu, soy optimista. Y tiene gracia porque la inmensa mayoría de los progresos inducen a la torpeza, al menos hoy. ¡Cuantísimas veces acabamos en Platón! ¡Ya está bien! Pero es que la democracia griega, aunque era infame, tenía factores que funcionaban mejor.
¿La colisión entre deseo y realidad se llama urbanismo?
«La utopía es un territorio abierto a la tomadura de pelo»
Era urbanidad como se llamaba a lo que debía ser nuestra conducta. Yo la defiendo, aunque hay gente que no sabe lo que es. De todas formas, esa colisión no genera ni urbanismo, ni urbanidad. Lo que ocurre es que la conveniencia del desarrollo unilineal al que nos sometemos crea un modo de comportamiento claro. Y a la fuerza nos ahorcamos. Pero debería ser al revés. Que las necesidades generarán mejores comportamientos y no repetir comportamientos reglamentados, que es a lo que tendemos.
Y luego está el concepto de utopía, con el que ha sido muy crítico. De hecho, siempre se ha referido a la necesidad de subrayar lo tópico, lo que debiendo ser no es.
La utopía es un territorio abierto a la tomadura de pelo. No siempre es constructiva y, por tanto, positiva. De hecho, es todo lo contrario: la idea de alguien que no se juega el tipo. Eso a mí me indigna. Pero claro, al ser una ilusión, es difícil postularse en contra.
¿Le apetece que hablemos de política, ya que hemos comenzado a hacerlo?
Es horroroso. Pero si hay que ir...
Este es un año lleno de elecciones, en el que se vaticinan cambios... ¿Tiene explicación para el fenómeno Podemos?
La indignación de los que votamos en blanco ni siquiera se contabiliza. Yo soy de los que defienden a capa y espada que hay que votar, sobre todo porque algunos nos pasamos mucho tiempo sin poder hacerlo. Y la historia del voto útil, tan denigrada, tiene su sentido. Porque en un momento como el actual y sin dar siglas, te pones a pensar, y, ¿a quién le delegas el voto? No se salva ninguno. Entonces llegan estos, que aunque nos parezcan unos bobalicones, no puedes decir «¡qué sinvergüenzas son!»... Al menos, no todavía. Entiendo a los que quieran votarlos, porque aún no nos han metido mano.
No tiende a documentar los proyectos. Dice que la memoria es la mejor fuente, y, si falla, es porque aquello no merecía la pena. ¿«De ayer a hoy» es un ejercicio de insistencia en la memoria?
«Hemos sufrido una fiebre en el arte que no lleva a ningún lado»
Es una apreciación bonita. Pero no lo creo. Aquí se ofrece un ejercicio de culto a la memoria, de añoranza, pero mi actuación no es memorística, aunque se haya cobijado entre recuerdos. Platón se asustaba por la escritura: tenía sentido que lo hiciera, pues parece que no hay vuelta atrás para lo escrito. Pero para mí, la escritura es la salvación del mundo. Creo que me estoy perdiendo...
¿Quedamos pues que los archivos nos producen urticaria?
Los archivos son repelentes pero, ¿qué no lo es? Tu chaquetón es pieza de un archivo. Lo que ocurre es que está en nosotros darles la gestión correcta. Y lo que no se puede negar es que hemos sufrido una fiebre en el arte que no lleva a ningún lado. En esencia, el arte debería ser ajeno al archivo, inclasificable, novedoso, por principios.