El origen de los insultos más populares

El gorrón más difícil de detectar: el que vive del erario público

La famosa picaresca tan arraigada en la sociedad española ha caminado de la mano de una ofensa ganada a pulso por muchos

El gorrón más difícil de detectar: el que vive del erario público MINGOTE

A. S. MOYA

En todos los grupos siempre hay alguien con cierta fama a aprovecharse de los demás. El típico listillo que a la hora de pagar siempre se escaquea o utiliza la buena fe del resto para anteponer de forma más o menos descarada los derechos a los deberes. Se establece así un cruel equilibrio en el planeta, donde para que la balanza quede en «stand by» unos dan y otros reciben. En esta ocasión Pancracio Celdrán expone en «El gran libro de los insultos», publicado por la editorial La Esfera, la poca importancia que le otorga el gorrón al sacrificio que llevan a cabo los que están a su alrededor. «Hablar de gorrones es tanto como recordar el apego que se siente a vivir de gorra o de prestado, a vivir gratis o de balde. El apego popular a estas cosas es ancestral».

Una única letra dista en el origen de un insulto que ha caminado de la mano con la tan ilustre picaresca, «tiene que ver con la prenda del tocado a la que se alude: la gorra. Gonzalo de Correas, en su Vocabulario de refranes, del primer cuarto del siglo XVII, dice que comer de gorra se dijo: ‘Cuando uno se mete con buenas palabras y la gorra en la mano al convite de otros, o cosas semejantes, sin ser convidado’. Antes, Mateo Alemán ponía en boca del pícaro Guzmán de Alfarache (1599): ’Ya querían empezar a merendar cuando burlando quise meterme de gorra’. Y medio siglo más tarde, el también pícaro Estebanillo González, en la novela de su nombre, dice que comer de gorra es comer por cortesía, gracias a los muchos saludos o gorrazos que prodiga el parásito; y tanto era así que existía un refrán donde claramente se afirmaba: 'Buena gorra y buena boca hacen más que buena bolsa'».

«El gorrón conoce las debilidades de su víctima, está al acecho»

Los tempos también son importantes para calibrar el grado de 'profesionalización' de una actitud que no presenta visos de ir perdiendo fuerza, «los parásitos son legión; aparecen en el momento justo para pedirle a uno que les haga partícipes de lo que tienen, o aterrizan en la casa de aquel a quien tratan de sablear a la hora precisa en que está puesta la mesa, la llamada hora del fraile. El gorrón conoce las debilidades de su víctima, está al acecho y pendiente de un evento social para presentarse allí. El cine gratis, la comida gratis, el viaje gratis, el hospedaje gratis: es el sueño de la vida si a ello añadimos la comida y la bebida…e incluso el amor al por menor».

Además de perpetuarse en el tiempo, este agravio siempre tuvo connotaciones negativas, «el gorrón es un tipo humano eterno, atemporal, ya que la aspiración íntima del hombre es vivir a costa de alguien». No obstante, Celdrán pone el foco en la dificultad de dejar en evidencia a este tipo de personajes hoy en día, «es de más ardua detección por andar enmascarado, parapetado detrás de un sueldo que le dan por desempeñar actividades supuestas, y viviendo a costa del erario público». Otra curiosidad del vocablo es la diferente significación para hacer referencia a una mujer. «El Diccionario de Autoridades (1726) registra el término con el significado de ‘mujer de baja suerte que sale a prostituir su cuerpo para ganar torpemente su vida.' Es término que ilustra la inclinación del léxico a cargar las tintas sobre la vertiente femenina de las palabras».

En otro libro del mismo autor, «Anécdotas de la Historia», publicado por Alderabán Ediciones, se cuenta una anécdota que refleja la naturaleza del chupóptero: «A Rafael Gómez Ortega, el Gallo, se le acercó un gitano gorrón, pero muy ocurrente, y le dijo: 'Maestro, que nesesito un dinero, y que te juro por mis muertos que me jase muncha farta...'. El Gallo se le quedó mirando y le dijo: Lo que tú nesesita e un traje; mañana te vas a mi sastre y le encargas uno, que ya se lo pagaré yo'. Desarmado por la generosidad del torero, el gitano aguzó el ingenio y respondió: 'Grasias, Rafaé, lo que tú quieras, pero una cosa quiero saber sobre er traje, si va a ser con chaleco o sin chaleco’. El torero, puesto ya a hacerle la gracia, le dijo: ‘Con chaleco, hombre, para que sea completo...’. Entonces el gitano vio el cielo abierto y dijo: ‘Pue siendo así que me lo hagan sin chaleco y así me da usté ahora sinco duros'».

Como dice el dicho:

De esto que no cuesta

lléname la cesta.

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