EL ORIGEN DE LOS INSULTOS
Si el burro carece de maldad, ¿por qué lo utilizamos para hacer daño?
Con pretensión de hacer daño, este improperio es fruto del medio social, económico y familiar que rodea al que es considerado como tal
Cuesta entender por qué el pobre asno, tan esforzado y bonachón, tiene una connotación negativa si se le relaciona con el ser humano. Desde la escuela, donde el alumno menos aventajado solía recibir la cruel etiqueta, hasta el adulto poco cualificado para el desempeño de labores técnicas, han sufrido la comparación con este manso animal. «Hombre o niño bruto e incivil» puede leerse en la sexta acepción del vocablo que recoge el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española , toda una declaración de intenciones sobre el peso que tiene la sociedad para perpetuar cualquier etiqueta por injusta que parezca.
Pancracio Celdrán establece en el «El gran libro de los insultos», publicado por la editorial La Esfera, dos niveles que bordean la frontera del agravio, «es insulto menor, menos fuerte que burro, con alcance semántico limitado: persona que no ha asimilado una materia concreta o parte de un asunto. Al sujeto rudo, ignorante y cerril comparamos con el burro». Aunque para el autor esta última comparación es inadecuada, puesto que en el libro sagrado de la Biblia «no fue insulto llamar a alguien así, sino al contrario: se tuvo a este animal por paradigma de laboriosidad y sensatez ».
La etimología del término es griega y tiene que ver con el color de su pelaje pardo rojizo: «purros, de donde pasó al latino burrus en alusión a ese color. Burro es forma regresiva de borrico, dicho a la persona de poco entendimiento que a su ignorancia añade obstinación y condición terca. Del latín tardío burricus = caballo pequeño». Ahondando en los origenes de su aplicación como ofensa, Celdrán revela que «es voz documentada en textos del año 1000, siendo uno de los insultos menores más antiguos en castellano»
Pero como en la vida no todo es blanco o negro, conviene conocer que dependiendo del lugar de la península donde señalen a un sujeto como burro, ésto podrá significar una cosa u otra. «En ambas Castillas dicen aburrado a quien anda embrutecido o es de modales rudos. En puntos de Granada dicen aburrangao al abrutado. De burro se dijo burreras a quien en su forma de conducirse o expresarse manifiesta ordinariez y poca inteligencia: En la asturiana Cabrales y su entorno dicen burrón a la persona muy bruta».
«Mucho provecho y poco gasto»
No obstante y volviendo al inicio de este texto, cabe resaltar de nuevo la tropelía que comete el animal más social y en teoría más inteligente con ciertas definiciones. Así, por ejemplo, Covarrubias señala de él en su Tesoro (1611):
‘Es de mucho provecho y poco gasto, y no da ruido salvo cuando rebuzna, que entonces es insufrible. No es malicioso, y un niño puede llevarlo donde quiera. Se acomoda a cualquier ministerio, que puede desempeñar con provecho’.
Y eso no es todo. Recuerda Celdrán que Dioscórides pulverizaba y mezclaba con vino y agua las pezuñas del burro para curar el reuma, y utilizaba la leche de burra recién parida como antídoto contra todo tipo de veneno. Ya lo ven, utilizado por unos para hacer daño, aplicado por otros para curarlo. Quizás si el mundo está lleno de burros, ¿habrá que ir pensando en llamar al animal de otra forma?
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