El origen de los insultos - Cabrón
¿Cornudo ignorante o cornudo con pintas? Un insulto para saber si eres infiel
La riqueza de la lengua castellana alberga un amplio abanico de palabras ofensivas cuyo origen no siempre es conocido
Si tuviéramos que pagar un euro por cada insulto pronunciado, seguramente la economía obtendría el impulso necesario para salir de la tan manida crisis. Quizás sea demasiado atrevido este mensaje, o quizás no. Quien más y quien menos ha recurrido en alguna ocasión al insulto fácil, sin tener que rasgarse las vestiduras cada vez que algo así sucede. La riqueza de la lengua castellana alberga miles de palabras ofensivas cuyo origen no siempre está claro, y por ello, desde ABC.es nos hemos propuesto indagar en las «cloacas» de nuestro diccionario... con su debido permiso.
¿Quién no se ha topado nunca con un cabrón? Y no precisamente, en alusión al macho de una cabra. En efecto, la vida es tan compleja que aunque tratemos de evitar el contacto, seguro que hemos tratado con alguien así. Pero no desesperes, quizás en algún momento hayas sido tú el que ha hecho una cabronada y no por ello el mundo se ha venido abajo. Así que, para los que han sufrido, los que han hecho padecer, o simplemente para aquellos que han desembarcado aquí por curiosidad, vamos a explorar la naturaleza del término y sus peculiaridades. ¿Te vienes con nosotros en este comprometido viaje?
Pancracio Celdrán, explica en el libro «El gran libro de los insultos», publicado por la editorial La Esfera, la compleja definición de cabrón, «llamamos así, en sentido estricto, a quien consiente en el adulterio de su mujer; también al rufián o individuo que vive de prostituirla. En otro ámbito de significaciones se dice de quien por cobardía aguanta las faenas o malas pasadas de otro sin rechistar; también de quien las hace. Es sentido figurado del aumentativo de cabra: cabrón, animal que gozó de mala reputación por tomar su figura el diablo en los aquelarres o prados del macho cabrío, donde copula con las brujas, teniendo acceso a las mujeres hermosas por delante y a las feas por detrás».
«El término posee multitud de variantes locales»
Uno de los mayores tesoros que esconde nuestra lengua son sus múltiples secretos históricos que hay detrás de numerosas palabras o expresiones. Celdrán bucea en el origen de este reconocido insulto, «Gonzalo de Berceo emplea el término en todas sus acepciones a principios del siglo XIII. También Covarrubias dice en su Tesoro (1611): 'Llamar a uno cabrón, en todo tiempo y entre todas las naciones, es afrentarle. Vale lo mismo que cornudo a quien su mujer no le guarda lealtad, como no la guarda la cabra, que de todos los cabrones se deja tomar'».
No obstante, dentro de la palabrota aparecen diferentes escenarios diferenciados por el mayor o menor grado que detentan estos desgraciados, «no es lo mismo un cabrón ignorante de su condición, que un cabrón con pintas, consentidor e incluso alcahuete de su mujer. El término posee multitud de variantes locales, tantas que sería conveniente dedicar un diccionario entero a estas criaturas», asume Celdrán al tiempo que realiza una comparación con otro apelativo familiar, «al hideputa (hijo de puta), como insulto, le sigue en importancia de uso el de cabrón, que es claramente una consecuencia del anterior. Ambos se emplean en castellano desde el siglo XII».
Entrando en el ámbito de la ofensa, cualquier insulto supone un ingrediente casi indispensable para tratar de hacer daño. «Cabrón», como no podía ser de otra forma, es un claro ejemplo, «con este insulto entramos en el mundo de los insultos que hacen referencia al mundo del honor personal y familiar, piedra de toque de la honorabilidad personal a lo largo de los siglos ya que está relacionado con la infidelidad. Tiene una vertiente adicional referida a quien se comporta con ruindad, y retratan al individuo que abusa de sus semejantes haciéndoles daño de forma gratuita; sujetos que para sobresalir ellos se sirven de las espaldas u hombros de los demás, a los que luego abandonan e incluso zahieren».
En referencia a la última «cabronada» mencionada, Celdrán explica que de ahí es donde sale a la luz lo más oscuro del hombre, «de esas simas y hondonales sale la traición al amigo, la envidia y los celos: son los mequetrefes del espíritu. A quien no puede vengar la afrenta que la naturaleza o la sociedad le hace, debe atender al consejo que da Juan Valera en Las ilusiones del doctor Faustino: ‘La injuria, como los cuernos, ha de ser bien disimulada’».