«El Paraíso perdido» de Milton, en el pincel

El ilustrador Pablo Auladell publica una bella versión gráfica de la gran epopeya sobre la Caída del hombre

«El Paraíso perdido» de Milton, en el pincel PABLO AULADELL

JESÚS GARCÍA CALERO

Ciego, muy cerca de la muerte, proscrito... Así es como John Milton (1608-1674) dio al mundo una de las epopeyas más ambiciosas y profundamente espirituales que ningún poeta ha compuesto jamás. Se trata de «El Paraíso perdido» , un relato épico en 10.565 versos sobre la Caída del hombre y la expulsión del Paraíso, sobre la desobediencia y la nostalgia de un mundo perfecto e inalcanzable. En estos días sangrientos y tristes, después del atentado criminal contra la redacción de «Charlie Hebdo» , cobra actualidad una nueva versión de este libro emocionante, traducida al lenguaje de las imágenes, precisamente, que ilustran la guerra de los cielos y la astucia de Satán en el laberinto de la rebelión de los ángeles. Además, nada parece más apropiado hoy que hablar de Milton, porque también es el autor de la «Areopagítica», la primera defensa moderna de la libertad de expresión.

El artista que ha realizado esta versión en imágenes (por tanto imaginada) de la monumental obra de Milton es Pablo Auladell (Alicante, 1972), y confiesa en el prólogo de este «El Paraíso perdido» ( editorial SextoPiso ) que ilustrarlo ha sido un trabajo arduo que le ha acompañado desde 2010 y que, sólo ahora que ha puesto el punto final se siente preparado en realidad para comenzar a dibujar el encargo. Pero contemplando la última viñeta que muestra el arcángel Miguel y la espada flameante ante las puertas cerradas para siempre del Paraíso perdido, creemos que tal vez exagera.

Vayamos al principio. Nos asomamos a la portada, en la que aparece un Satán tocado con sombrero, con la cabeza ladeada, elucubrando un plan infalible en la tiniebla del resentimiento. Abrimos el volumen, le vemos caer desde el borde del cielo, junto con los ángeles rebeldes, hasta el abismo (para Milton el Caos), un lugar oscuro, donde queda «fulminado y atónito». Una región, sin embargo, donde luego se levanta e invoca su venganza, junto al resto de secuaces del Pandemónium, no ya para asaltar el cielo, sino para arrastrar al hombre, la nueva criatura del jardín creado por Dios.

No es una empresa fácil trasladar los 10.565 versos, divididos en doce libros, cargados de metáforas e imágenes que hunden sus raíces en la noche de los tiempos, religiosas y poéticas, a un conjunto muchísimo menor de viñetas. El cambio de una imagen por mil palabras no se cumple en este «Paraíso» y, sin embargo, hay en el trabajo de Auladell una propuesta literaria indudable. Algún perfume de William Blake revive, y el gran poeta e ilustrador británico del XIX asoma en esta onírica representación de la Caída del hombre.

Porque hay que saber que el poeta de «El Paraíso perdido» es uno de los autores ingleses más influyentes de la historia. No fue un literato aislado, sino un ciudadano activo y audaz en sus convicciones y sus intervenciones públicas. Hemos mencionado la «Areopagítica», publicada en 1644, cuando el Parlamento británico se planteaba volver a aplicar en Inglaterra la censura que antes había eliminado y que existía en otros reinos, entre ellos España. Ese libro tuvo una enorme influencia, para empezar en la redacción de la Constitución de los Estados Unidos de América.

Un tiempo convulso

Milton había nacido en un tiempo convulso. Creció en las postrimerías del reinado absoluto de Carlos I, un monarca que quiso imponer su voluntad contra todo y contra todos. No existió, probablemente, un mayor y más acérrimo defensor del derecho divino de los Reyes. Y actuó como tal, hasta chocar con el Parlamento, sucumbir a la revolución, a manos de un pueblo que hubo de apresarlo, procesarlo y, finalmente, decapitarlo el 30 de enero de 1649. El verdugo no gritó: «¡Miren la cabeza de un traidor!», como era costumbre, mientras se la mostraba al pueblo. En aquel periodo de guerra civil Milton tomó claro partido y el 13 de febrero de 1649 publica un tratado que justificaba el regicidio: «Tenure of Kings and Magistrates».

Además de la política, la época de Milton es de una gran efervescencia religiosa. Son los puritanos quienes se levantan en armas contra el Rey cuando el poeta tiene tan solo 34 años. Inglaterra está plagada de sectas milenaristas, de utopías apocalípticas y de sospechas de criptocatolicismo, acusación que se arrojaba contra Carlos I y sus nobles. El protestantismo ha permitido, por otra parte, que las gentes lean la biblia en lengua vernácula y no es casualidad que Milton eligiera su lengua materna y no el latín para un poema que también puede leerse en clave simbólica. Un público «apto, aunque escaso», según refiere en el libro VII.

Como recuerda Bel Atreides, autor de la que es tal vez la mejor traducción del libro de Milton (Galaxia Gutenberg), al igual que Satán «el hombre contemporáneo prefiere gobernar su propio infierno existencial que vivir aborregadamente en paraíso ajeno. Como él, es adicto al discurso de la libertad, no de la obediencia». Uno de los puntos más controvertidos de la visión miltoniana de la Caída es, precisamente el imperfecto retrato del Padre, un Dios con ambición y pulsiones «satánicas». Hay quien ha querido ver en ello la impugnación del poder absoluto que simbolizaba Carlos I.

En todo caso, Satán, en forma de niebla, se cuela en el Paraíso y se introduce en la serpiente. Con esa forma, conduce a Eva al acto de desobediencia que es probar el fruto prohibido y ella convence a Adán para hacer lo propio. Los querubines ascienden a informar al Padre y él envía al Hijo a juzgar la situación. Compasivo, viste a Adán y a Eva y dicta sentencia, mientras el Pecado y la Muerte salen del abismo… Después llegará el arcángel San Miguel, quien mostrará a Adán el futuro: el mundo de los hombres malditos, en el que el parto de una nueva vida produce dolor y en el que el sudor de la frente será tan necesario como la levadura para ganar el pan.

Fue otro poeta, T. S. Eliot , quien analizó con más prevención, en un principio, la influencia de Milton en la literatura inglesa. Para el autor de «La tierra baldía», «la Guerra Civil del siglo XVII, de la que Milton es una figura simbólica, no ha concluido jamás. La Guerra Civil no ha terminado y me pregunto incluso si alguna verdadera guerra civil lo ha hecho alguna vez». Para Eliot no hay otro autor que haya tomado partido en momentos tan señalados y con tanta convicción como Milton. Además, los autores románticos criticaron su influjo debido a que una vez que alguno de ellos caía en él «estaba condenado a imitarlo».

También su influencia alcanza nuestra época. Jorge Luis Borges, gran admirador de la literatura inglesa, escribió un soneto inspirado en Milton. Viejo y ciego como el autor del «Paraíso perdido», termina el poema recordando los libros, las aves y «las lunas de oro./ A los otros les queda el universo; / a mí penumbra, el hábito del verso.»

«El Paraíso perdido» de Milton, en el pincel

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