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Frank Gehry: «El Museo Guggenheim Bilbao me emocionó hasta hacerme llorar»

El Príncipe de Asturias de las Artes recibía a ABC en la víspera de la entrega de los galardones. Genio y figura, su paso por Oviedo dejó titulares ajenos a su personalísima obra

Frank Gehry: «El Museo Guggenheim Bilbao me emocionó hasta hacerme llorar»

FREDY MASSAD

Es, probablemente, uno de los arquitectos más reconocibles por su obra. Formas imposibles en materiales innovadores que crean espacios únicos estética y técnicamente. Lo que algún periodista se atrevió a llamar «arquitectura espectáculo» y fue respondido con un «sonoro» dedo en alto componiendo una espectacular peineta.

Se disculpó después. Venía a recibir el Príncipe de Asturias y estaba cansado. Genio y figura, Gehry no deja a nadie indiferente. Sus obras se transforman en emblemas de ciudades -sin ir más lejos el Guggenheim Bilbao- allá donde trabaja. E influye en muchas otras artes contemporáneas. Es, sin duda, el Frank Lloyd Wright de nuestro tiempo. Uno de esos viejos amantes de la arquitectura tan altivo como lo son los genios. Atendió a ABC y esto nos contó.

«Por la relevancia y repercusión de sus creaciones en numerosos países, con las que ha definido e impulsado la arquitectura en el último medio siglo». Por edificios que «se caracterizan por un juego virtuoso con formas completas, por el uso de materiales poco comunes, como el titanio, y por su innovación tecnológica, que ha tenido repercusión también en otras artes». Por un edificio representativo de esta arquitectura «de carácter abierto, lúdico y orgánico», como es el Museo Guggenheim Bilbao, que «además de su excelencia arquitectónica y estética, ha tenido una inmensa repercusión económica, social y urbanística en todo su entorno».

Por todo ello, un jurado, presidido por José Lladó, e integrado por el duque de Huéscar, Carmen Giménez, Enrique González Macho, Catalina Luca de Tena, Elena Ochoa, Patricia Urquiola, Carlos Urroz y Miguel Zugaza, entre otros, otorgó ayer el Príncipe de Asturias de las Artes a Frank Gehry, un arquitecto incuestionablemente fundamental en la historia de las cuatro últimas décadas del siglo XX, en la que idéntico peso juegan tanto sus luces como sus sombras.

«Me siento profundamente honrado por recibir este prestigioso premio. España tiene un importante lugar en mi corazón y en mi historia personal. Aunque soy de Canadá y de Estados Unidos, siempre me he sentido en España como en casa. Es muy gratificante para mí formar parte de la historia de este importante galardón», dice el arquitecto.

-¿Cómo ha recibido la noticia?

-Ha sido realmente una gran sorpresa. Ni siquiera tenía idea de que era un candidato potencial a recibir este reconocimiento. Me siento honrado. La entrega del premio coincide además con la fecha en que está prevista la apertura del Centro de Creación para la Fundación Louis Vuitton en París.

-Concluido éste, ¿qué nuevos proyectos tiene ahora mismo en marcha?

-Dos en Berlín. Un edificio en Alexanderplatz y una pequeña sala de conciertos para la Baremboim-Said Akademie, que ya está construyéndose. Éste es un proyecto que me hace particular ilusión.

-No puede decirse que la trayectoria de Frank Gehry esté cerrada. Sigue usted trabajando vigorosamente.

-Creo que de todas formas estoy en un lugar distinto al de las generaciones más jóvenes. Trabajo pero no les presto demasiada atención. A mi edad, quizá uno ya no tiene que preocuparse tanto de hacerlo.

-De todas formas, ¿qué arquitectos jóvenes le resultan interesantes en este momento?

-Ésa es una pregunta algo comprometida. Me interesan mucho Greg Lynn, Zaha Hadid, Rem Koolhaas, Thom Mayne, Kevin Daly... De entre los arquitectos en España me resulta interesante Benedetta Tagliabue, creo que tiene talento, aunque confieso que no estoy muy al tanto de sus proyectos más recientes.

-Transcurridos ya diecisiete años de la inauguración del Museo Guggenheim Bilbao, ¿cómo valora el impacto que este edificio ha tenido y su trascendencia?

-Sinceramente, ha resultado algo que no esperaba. Lo más gratificante ha sido poder mantener una relación cordial con el equipo con el que estuve trabajando durante aquel tiempo, y haber podido regresar recientemente para una fiesta que el museo organizó por mi cumpleaños. Durante ésta, me agradecieron por todos los beneficios que el edificio ha logrado traer a la ciudad a lo largo de estos años; ha generado mucho turismo. Me alegra mucho también saber que el ambiente político se ha tranquilizado en estos años.

-Quedó entonces un vínculo sentimental fuerte con el edificio y Bilbao.

-Absolutamente. Me emocionó hasta hacerme llorar.

-¿Y cómo valora el impacto, la influencia que el edificio ha ejercido a escala global? El Guggenheim Bilbao se convirtió en un referente crucial tras su construcción.

-Francamente, a mí me resulta muy difícil poder analizar mi edificio desde esa perspectiva.

-El escenario mundial se ha transformado notablemente desde mediados de los 90. ¿Reconoce usted esa transformación? ¿La ha advertido de alguna forma su arquitectura?

-Yo no percibo el efecto de la crisis en mi arquitectura. Mis edificios siempre se han ceñido de manera muy rigurosa a los presupuestos. El Guggenheim Bilbao se construyó sin que hubiera el menor aumento respecto al presupuesto inicialmente establecido, y puede decirse que para los parámetros actuales no fue en absoluto un edificio caro. Crecí con una especie de conciencia socialista: la idea de hacer cosas para ofrecerlas a la gente y creo que puede decirse que la austeridad forma parte intrínseca de mi ADN.

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